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Mensajes enviados por Gerundina:

Pita…Pitina… Pita, estás estupenda, ¡hay que ver!, tú que abandonaste las pallaregas con las enaguas a la altura de las rodillas reapareces aquí encaramada en lo más alto del paraninfo de la Universidad de Salamanca. Que soltura, que retórica, para que luego digan que entre las pajas no se puede aprender nada.
Piño: Ben sabes que para encontrar un día para a seitura tivemos que aplicar logaritmos.
A min paréceme que a cousa tiña que comezar con Barxés convidándonos a unhas magras de xamón na súa adega, ou no garaxe, que o mesmo ten. Logo... Deus dirá.
¡Eso! ¡eso! a la adega esa, o al garaje, pero luego al pajar
¡Ay Pita Coñuda! nunca me perdonaras que todos los mozalbetes me prefiriesen a mi. ¡Por Dios Pingadelo! En los pajares se tenia que ser muy rápida y concisa y con Ricardo hubiese sido imposible, mucha literatura y muchas alucinaciones para acabar despertando de un sueño con la entrepierna mojada.
¡Efectivamente!, Sra. Pita mis blancos muslos no eran deseados por los majadores, pues mi posición social me permitía no tener que asistir a un acto tan vulgar. Sr. Indachosei ni que decir tiene que nunca me he visto en la necesidad de tener que rasurar mis pelos, pues estos no han pasado nunca de un simple bello rubio, a diferencia de otras que sus pelos púbicos le atravesaban como escarpias las bragas y la faja, ¿verdad Sra. Pita?. Sr. Xinxelo no cabe ninguna posibilidad de que Ricardo Prat fuese el afortunado que me perseguía la tarde que tuve el desagradable affaire del "cumiero" del pajar. ... (ver texto completo)
En una ocasión, uno de los chicos con los que más veces pisaba la hierba, corría tras de mi muy ligero de ropa, el pajar estaba lleno y las maderas que sustentaban el tejado nos quedaban a la altura de la cabeza, tan cegado iba que no vio el palo y se lo comió de lleno, quedando sin sentido al instante. Fue un susto muy grande y por momentos pensé que tendría que pedir ayuda con aquella situación tan embarazosa.
Ay los pajares! Llegue a Lubián en los años 70 y no tarde en aprender el arte de pisar la hierba.

¡Que recuerdos de aquella época!