Mire usted por dónde hay uno que me responde, aún sin la correspondiente formulación de pregunta. Yo no soy aquél, pero me responden tanto como a él.
Respetable Señor de las Carvajas, usted cuando segaba el centeno, bien distinguía la paja de la beza, la cual es esa hierba leguminosa que, una vez seca, tanto molestaba en los dedos de los segadores. Los labriegos de la aldea de mi madre la llamaban lerica.
Tampoco ahora confunde usted al Menéndez con el Mendel, quien por otra parte Pedro Jota se la traería al pairo.
A Gregor Mendel más podría confundírsele con Don José, esa alma bendita siamesa de la suya, por su condición de fraile agustino. Sus leyes lo son de la naturaleza, y nunca fueron de la naturaleza de las del picapleitos que usted me menciona, despertando el rincón más dormido de mi humilde intelecto.
También sé que sus caóticas mezclas lingüísticas no obedecen tampoco a las leyes del azar, que tal desorden encierra los mensajes más sabios de quien está titulado por la Universidad de la Experiencia.
Pero me afirma Pitita que es imposible que usted haya podido compartir ladillas con Zacarías, a no ser que detrás de tan sonoro nombre, en lugar de poblado mostacho, hubiese un par de esculturales domingas tersas y tibias como un consomé en una mañana destemplada.
Así que no me venga usted con milongas.
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