Empezaba a pensar que ya no se abriría más esta ventana por donde entraba esa luz y ese aire. La luz del sol del medio día que acaricia el lomo de las casa de mi pueblo. El aire que dependiendo de la estación lleva por las calles el olor a trigales maduros, a alberca y algas donde me bañaba cuando era un niño, o de aceitunas molidas en las almazaras. Esa ventana que me permite de vez en cuando por un módico precio hacer un recorrido por las estampas que gravadas en mi mente puedo refrescarlas con ... (ver texto completo)