Copiaste la tesis y te faltaron algunas cosas, entre otras la de poner su autor.
miércoles, 24 de julio de 2013
Personas víricas, emociones instrumentales
Hace algún tiempo (en marzo del año pasado) puse un enlace en mi página Facebook.
Era un artículo del periódico El País, que trata sobre personas víricas, o personas tóxicas en la versión del mismo tema de Fernando Stamateas.
Las personas víricas son, según Patricia Ramírez, la escritora del artículo, personas que nos contagian sus emociones negativas y nos dejan sin energía. Muchos hemos tenido a alguien así cerca, y terminas por apartarte de su influencia, de su cercanía, de su presencia y de su amistad.
Describe Patricia en el artículo varios tipos de virus humanos, víctimas continuas de todo lo que sucede, a las que todo les sale mal, o que tienen toda la mala suerte.
Otros son caraduras, criticones, tienen mala idea o, simplemente, son víricas porque lo que quieren es hacer daño.
Muchas personas mantienen una posición continua de “dolor”, son víctimas del mundo y de sus circunstancias. Algo traté en este blog cuando hablé del locus de control, de la culpa y de la responsabilidad.
Hoy quiero centrarme en las emociones, en lo que estas personas dicen sentir o sienten.
Todas las personas tenemos sentimientos, emociones, que son parte de nosotros mismos tanto como lo son los pensamientos. Sin emociones no creo que se pueda llevar una vida plena. Las emociones se entrecruzan muchas veces en el camino de la razón, y eso ni siempre es malo, ni siempre es bueno.
Somos seres vivos, seres humanos con derecho a equivocarnos y con derecho a acertar sin saber por qué.
Se han descrito seis emociones básicas, comunes a todos y cada uno de los seres humanos desde su nacimiento, a todas las razas y culturas, son alegría, sorpresa, enfado, miedo, asco y tristeza.
Junto a estas emociones básicas existe todo un catálogo de sensaciones, emociones y sentimientos desde el amor a la vergüenza, sin que estos sean extremos de ninguna línea de sentimientos.
A veces esos sentimientos son adaptativos y otras veces disfuncionales. Sentir tristeza puede ser necesario, en caso de una pérdida, para recomponerse. Sentir miedo también puede salvar nuestra vida en caso de peligro real.
Pero estar enfadado continuamente, o tener miedo del aire, puede hacer que nuestra vida sea complicada.
Las emociones no se pueden controlar cuando surgen, especialmente si son respuesta a una situación concreta, pero sí podemos decidir cuánto tiempo queremos quedarnos en esa emoción, especialmente si nos provoca dolor.
Otras veces provocamos la emoción, o el efecto visible de la emoción. Los niños lo hacen muy bien cuando lloran para conseguir algo.
En este caso las emociones son un medio para conseguir algo de los demás. Son emociones “instrumentales”, en palabras de Leslie Greenberg.
Cuando esas emociones se refuerzan, por ejemplo consiguiendo lo que nos proponíamos, pueden convertirse en una respuesta continua como forma de relación con los demás, especialmente en el caso de enfrentarnos a una dificultad.
Algunas personas víricas han convertido esa emoción instrumental en su medio de vida emocional, en su forma de relacionarse con los demás. Son las víctimas, los miedosos, los que descargan su responsabilidad en los demás, los que siempre tienen un dolor insuperable (que puede ser real, pero no insuperable), los que son más desgraciados que tú, les cuentes lo que les cuentes.
Su emoción instrumental, a base de reiteración, ha traspasado lo fingido hasta convertirse en “real”, hasta ser parte de ellos mismos.
Sufrir continuamente no tiene sentido. Por lo menos yo no se lo veo.
La desgracia viene y la emoción negativa que la acompaña quizá no pueda evitarse. Pero mantenerse en la desgracia mental, en la posición de víctima una vez superada la situación sí. Hay vida después, seguro.
Si conoces a alguien así, cuéntale que puede salir de su laberinto.
Si te has reconocido en estas líneas, no lo siento, Si escribo es para sacarte de tu zona de confort, así que, espabila.
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