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Mensajes de ALMAJANO (Soria) enviados por Conde Waldstein:

EL DUERO, AL DESCENDER POR SU CAMINO

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Dedicado al señor Ignacio Riera Martínez, soriano de pro.

El Duero, al descender por su camino,
dichoso como un niño, a la mañana,
la orilla besa, el alba soberana
que enciende su reflejo mortecino. ... (ver texto completo)
EL BORRACHO IMPERTINENTE
Juguete cómico
José Ramón Muñiz Alvarez

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Cuadro primero

Personajes: Mengo, Nuño, Fermín

Paisaje de la Castilla rural con poblados al fondo y el castillo del señor feudal en lo alto de una colina.

ESCENA I

MENGO y NUÑO salen de su casa y caminan juntos por los campos, llevando los aperos tan tradicionales de la época, por lo que sabemos que son labriegos del siglo XVII.

MENGO-. Ya la aurora blanquecina
blandamente se despierta.
Del horizonte a la puerta
pliega su bella cortina.
NUÑO-. Ya se extiende la neblina
sobre el campo y el sendero.
MENGO-. Al mar va ya el marinero,
a la tierra el campesino.
Camino va del molino
como siempre el molinero.
NUÑO-. Pronto verás de regreso
a los más tiernos amantes.
Esos locos delirantes
siempre llegan al exceso.
MENGO-. Solamente por un beso
podrían perder la vida.
NUÑO-. Ya la tienen consumida
con tanto amor, digo yo:
quién de joven no soñó
con su mente consumida.
MENGO-. Pues, por decirte verdad,
bien me gusta la mañana.
Se hace reina soberana
de toda la vecindad.
NUÑO-. Comienza la claridad,
con ella la luz del día.
MENGO-. Nuevamente es alegría
la hermosura de la aldea.
Pues tanta luz la hermosea,
por más que esta hora es fría.
NUÑO-. Y eso que viene el verano,
que trae siempre sus rigores.
No me gustan los calores:
prefiero el invierno cano.
MENGO-. Más quiere el buen aldeano
Pasar algo de calor.
NUÑO-. Yo pienso que lo mejor
son los días del enero,
Cuando nieva en el sendero
y por frío es el rigor.
MENGO-. Bueno, deja de charlar,
y vamos a la faena.
Ya no está la luna llena
del cielo en su bello altar.
NUÑO-. Siento yo, con trabajar,
una muy grande pereza.
MENGO-. Siempre tu boca bosteza,
mi querido y buen labriego.
Prefiero el sueño y sosiego
al trabajo y su aspereza.
NUÑO-. Pues vamos hoy al trabajo,
que no queda más remedio.
Este es el único medio:
el trabajar a destajo.
MENGO-. Si mascullas por lo bajo
no sabré qué estás diciendo.
NUÑO-. Sólo estaba yo pidiendo
que todo nos vaya bien.
Pues que Dios te escuche, amén,
que el tiempo ya va corriendo.

ESCENA II

De pronto aparece uno corriendo. No pisa la escena, pero por el gesto de los aldeanos que están ante el decorado, sabemos que viene hacia ellos.

MENGO-. ¿No es aquel que raudo viene
Fermín el de la Pindala?
Cómo corre, como exala,
y te digo que algo tiene.
NUÑO-. Con sus gestos nos previene
de que algo malo a pasado.
MENGO-. ¿Algo malo en este lado
del suelo peninsular?
¿Pero qué pudo pasar
que se acerca tan cansado?
NUÑO-. Ahora Mismo lo sabremos,
pero déjale llegar.
Bien nos lo sabrá contar
y entonces ya lo hablaremos.
MENGO-. Me canso de que esperemos
que viene el hombre molido.
NUÑO-. Y da voces consumido
en empeño de alcanzarnos.
Pero ¿qué querrá contarnos?
y viene despavorido.
MENGO-. Tente, amigo, en la fatiga
y descansa bien, tranquilo.
Si parece que vacilo
con ver sólo su barriga.
NUÑO-. Viéndolo así, algo me obliga
a pretender ayudarle.
MENGO-. No sé que puede apurarle
Para hacer de esa manera.
Llega ya, tranquilo, espera:
Ahora podrás escucharle.

ESCENA III

FERMÍN alcanza ya a sus amigos.

FERMÍN-. No sabéis lo que ha pasado,
no sabéis lo que ha ocurrido.
Terrible es lo sucedido.
¿Quién lo hubiera imaginado?
Nadie hubiera sospechado
que ello pudiera ocurrir.
Mas os lo habré de decir,
que no es cosa de callar.
Mas dejadme respirar…
No me habré de repetir.
Pero que extraño suceso
y en qué terrible lugar.
No lo puedo imaginar.
Cielos, que es todo un exceso.
Ha sido el hado travieso
con todo lo que ha ocurrido.
NUÑO-. Pero di lo sucedido
que en ascuas aquí nos tienes.
MENGO-. Cuéntalo ya, por mil bienes.
FERMÍN-. Pues prestadme buen oído:
Se ha declarado la guerra
a los moros nuevamente,
que no es cosa sorprendente
Si es esto en lejana tierra.
En fin, que tras esa sierra
Pasan las cosas más raras.
MENGO-. Vamos a ver si te aclaras.
FERMÍN-. Que hay guerra y la morería,
cada noche, cada día,
avanza hacia nuestra aldea.
NUÑO-. Espera que me lo crea.
FERMÍN-. No es ninguna tontería.
Ayer mismo llegó al pueblo
un juglar que de Almería
viene huyendo, y él lo dijo
al cura, que tras la misa,
en la plazuela del pueblo,
no bien calada la mitra
avisó a las buenas gentes,
y, avisada la aldeanía,
unos quieren la batalla
y otros optan por la huída.
Los hombres sienten temor,
se atemorizan las niñas,
los viejos se hacen lamento,
las mujeres se santiguan.
Unos se encierran en casa.
Otros dicen que es mentira,
y yo que gran miedo tengo
me pregunto por la vida,
que no sé dónde partirme.
NUÑO-. Este cretino delira.
FERMÍN-. Qué vienen los moros, Nuño.
que vienen, por vida mía,
para quitarnos las tierras,
para segarnos la vida,
puesto que son muy herejes,
que no saben la doctrina,
los que adoran a Mahoma,
religión muy poco digna
para matar a los buenos
que somos los de Castilla.
Hay que avisar a la corte
y llamar a los marqueses
para que bien nos defiendan,
que se acerquen con sus huestes
a dar la batalla acaso,
pues que son hombres tan fieles
que manejan las espadas
y las lanzas, son valientes
y están para defendernos
cuando estas cosas suceden.
MENGO-. ¿No será que estás borracho?
Parece que a vino hueles.
FERMÍN-. Sí huelo, porque he bebido,
pero mis labios no mienten.
NUÑO-. No mienten tus labios, no,
miente todo lo que bebes,
que ya lo dijo ayer tarde
la sobrina de Celeste:
“ ¡Si bebe más que una cuba!”
FERMÍN-. De modo que no me crees.
NUÑO-. Pues no, señor, no te creo.
MENGO-. Y eres un necio imprudente
con las cosas que imaginas,
porque asustas a las gentes,
a los niños y las niñas,
a los pobres y pudientes
al trabajador y al vago,
la buena y la mala gente,
que ni nobles ni plebeyos
dicen que esté bien creerte.
FERMÍN-. Sólo he bebido dos jarras.
MENGO-. De mañana es suficiente.
FERMÍN-. Dos jarras, pero no grandes.
NUÑO-. Ve a refrescarte a la fuente
donde mana el agua clara,
que das pena hasta con verte.
Siendo Isabel y Fernando
nuestros católicos reyes,
ya no hubo moros aquí,
que los echaron sus huestes.

2010© José Ramón Muñiz Álvarez
Todos los derechos reservados por el autor. ... (ver texto completo)