(CONTINUACIÓN 2)
El “triunfalismo” de nuestros mandamases económicos se centraba en que el paro había bajado en 8,4 mil personas en el trimestre y en 69 mil a lo largo de 2013. Todos obviaron que, sin embargo, el empleo había descendido en 65 mil ocupados y en casi 200 mil en los mismos periodos citados. A ninguno se le ocurrió citar que la bajada del paro se debe a la retirada de los parados que estaban buscando empleo y que “desanimados” por las nulas perspectivas de encontrarlo, pasan a la inactividad y salen del cómputo como parados. Como corroboran las cifras de la población activa, fueron 73,4 mil los activos desaparecidos en el trimestre y 270 mil en el año completo. Igualmente, se olvidaron destacar que la tasa de paro volvió a subir para situarse por encima del 26% (esto quiere decir que de cada 100 activos 26 continúan estando parados).
Para mayor gravedad, el empleo no cayó más gracias a los puestos de trabajo que se crean en la campaña de la aceituna y que son totalmente coyunturales como todos sabemos (los jiennenses mejor que nadie). Así, mientras que en la Agricultura (por la razón citada) se crearon 85,2 mil empleos, el sector Servicios destruyó 109 mil, la Construcción 35,2 mil y la Industria 6 mil. El análisis de los datos pone de manifiesto que el proceso de destrucción de empleo continúa (véase la prensa de estos días con los despidos anunciados en Coca-Cola y el Banco de Santander, empresas que tienen en común el hecho de estar registrando sustanciosos beneficios) tanto en la Industria como en la Construcción. En ambos sectores no para la hemorragia de ocupados con dos notables agravantes: por primera vez desde que se inició la crisis la Industria destruye en un año más empleos que la Construcción y, a su vez, esta baja por primera vez en 25 años del millón de ocupados (978,4 mil). Este hecho, se plasma de la siguiente manera: la Industria perdió 109,3 mil puestos de trabajo en 2013 y la construcción 95,5 mil. En este último sector la crisis se ha llevado por delante 1,7 millones de trabajadores.
Igualmente, los trabajadores del Sector Público (médicos, maestros, asistentes sociales, policías, militares, funcionarios, etc.) continúan sufriendo el duro ajuste del gasto público que tiene reflejo en la disminución de sus efectivos: en los dos últimos años ha descendido en más de 350 mil personas su nivel de empleo.
Todos estaremos de acuerdo en que los datos económicos son mucho más comprensibles si hacemos algún tipo de comparación entre ellos. Vamos a ello:
Desde finales de 2011, es decir, a partir de que el nuevo Equipo de Gobierno se hizo cargo del Poder, el número total de ocupados ha descendido en más de un millón (-1.049,3 mil). Por sectores económicos se desglosa así: -17,5 mil en Agricultura, -252,1 mil en Industria, -298,5 mil en Construcción y -481,2 mil en Servicios. El nivel de la ocupación a finales de año se situaba en 16.758, 2 mil que supone retroceder a niveles del año 2002. Por otro lado, es interesante analizar el cambio tan drástico que arroja el nuevo perfil de los ocupados.
Sobre esta nuevo “diagrama” del empleo, que se viene observando en los dos últimos años, tiene bastante que ver la famosa Ley de Reforma Laboral aprobada en febrero de 2012. Casi todos los analistas del mercado de trabajo (¡claro!, a excepción de los “palmeros” oficiales) están de acuerdo en una cosa: dicha Reforma (nociva para los trabajadores en diversos aspectos), ha supuesto un cambio brutal en el régimen disciplinario de los empleadores sobre los empleados y su mejor “arma” ha sido la facilitación del despido a través de su abaratamiento. Esto ha facilitado la renovación de las plantillas sustituyendo trabajadores fijos por temporales y contratos de jornada completa por otros a tiempo parcial. Este cambio implica el consiguiente descenso de los salarios y un deterioro considerable en sus relaciones laborales (jornada, vacaciones, antigüedad, poder de negociación, etc, etc). La contemplación de las cifras es la mejor manera de la demostración de estas afirmaciones.
Atendiendo a la modalidad de contrato, en estos dos años transcurridos, frente a la desaparición de 673,9 mil asalariados de contrato fijo, los temporales lo han hecho en 417,9 mil (220 mil menos) y, si estudiamos el empleo según el tipo de jornada, podemos comprobar cómo los ocupados a jornada completa han minorado en 1.239,9 mil frente al aumento de 289,6 mil experimentado por los de jornada a tiempo parcial. Es decir, las empresas han hecho sus ajustes de plantillas cebándose en los trabajadores indefinidos y con jornada a tiempo completo. Cabe añadir, que la tasa de temporalidad se mantiene rozando el 25% (una cuarta parte de los asalariados son temporales) y que el porcentaje de ocupados a tiempo parcial se ha incrementado en 2,5 puntos desde finales de 2011 hasta el 16,3% actual. Por otro lado, la jornada de trabajo semanal ha aumentado hasta las 34,7 horas en este trimestre frente a las 34,1 de 2012. Si el empleo a tiempo parcial implica (teóricamente) una jornada laboral mucho más reducida, no es descabellado pensar que tal vez se esté dando un abuso por parte de los empresarios, obligando a estos trabajadores a realizar jornadas por encima de lo legalmente establecido danto lugar a esta situación.
De lo que no hay ninguna duda, es que el deterioro de la calidad del empleo no lo puede negar ni San Pedro, considerado el maestro de las negaciones. Ojalá tenga razón Rafael Sánchez Ferlosio (el autor de “El Jarama” y Premio Nadal en 1955) cuando decía: “El más alto precio que hay que pagar por el mañana es el presente”.
Comencé citando las cifras del paro y la “bondad” (¿quizás oculta?) del dato que recogía una “excepcional” caída de 8 mil desempleados situando su cifra en 5,9 millones de personas. Sin embargo, vuelvo a insistir, esta cifra hay que ponerla en “cuarentena” por dos razones fundamentales: el descenso del paro no ha sido suficiente para que se viera reflejado en un aumento del empleo y tampoco ha conllevado un descenso en la tasa de paro, ya hemos visto que ha sido al contrario.
Igualmente, seguimos constatando cómo los efectos “maléficos” del desempleo se siguen concentrando en los mismos colectivos de siempre: los jóvenes, los mayores de 50 años donde están concentrados los parados que llevan buscando trabajo más de un año (paro de larga duración) y las mujeres. Es ilustrativo de estas situaciones el hecho de que la tasa de paro entre los jóvenes sobrepasa el 55% y entre ellos hay más de un millón de licenciados desempleados (1,3 millones), que los parados de larga duración ya suponen casi el 61% del total de parados y que la tasa de paro femenina alcanza prácticamente el 27%.
Ya sabemos que el refranero español dice que “todas las comparaciones son odiosas”, pero, al igual que hacíamos con los datos de empleo, si hacemos lo mismo (y para el mismo periodo de los dos últimos años) con los del paro, se llega a los siguientes resultados:
Desde el inicio de la actual legislatura el paro se ha incrementado en 622,7 mil personas de las cuales más de 379 mil eran mujeres. La tasa de paro se ha incrementado en 3,2 puntos pasando del 22,8 al 26%. El porcentaje de parados de larga duración sobre el total del colectivo de desempleados ha subido del 50 al 61%. La situación no ha empeorado aun más porque el número total de personas activas ha descendido en 425 mil.
No quisiera dejar en el olvido algunos datos sobre la situación de los hogares españoles que también ofrece la citada EPA. Por ejemplo, desde el inicio de la crisis, el número de hogares familiares ha descendido por primera vez en un año (concretamente 2013 cerró con 1.800 hogares menos que 2012). A finales de 2013 en España había 17.404.200 hogares frente a los 17.406.000 de 2012. El principal motivo de la pérdida de hogares es que muchos ciudadanos (tanto extranjeros como nacionales) han abandonado España ante la falta de oportunidades laborales. Sin embargo, no se puede dejar de lado la involución que están sufriendo las familias españolas con motivo de situaciones más o menos complicadas: personas que ante la falta de recursos se ven obligados a volver a casa de sus padres, gente que tiene que compartir piso a la fuerza porque no le llega para pagar el alquiler o la hipoteca y algunas otras más. En definitiva, reagrupaciones familiares que se han producido como el único medio para hacer frente a contextos difíciles.
Es desalentador saber que en 1,83 millones de hogares todos sus miembros activos siguen parados. Igualmente, que se ha duplicado el número de familias que subsisten con la pensión de los abuelos y que ya son 3,5 millones de hogares en dónde la persona de referencia es un jubilado que ha tenido que gastar un 33% más para poder atender a su familia. No es menos preocupante que casi 700 mil hogares carecen de cualquier tipo de ingreso y que cuatro de cada diez sobreviven a base de prestaciones y ayudas públicas. Utilizando como fuente la Memoria de Cáritas Española (referente a 2012) se puede constatar como la pobreza severa (término que se aplica a personas con ingresos inferiores a 307 euros al mes) ya afectaba a tres millones de españoles y que más de 12 millones viven en situación de pobreza y exclusión social.
Estos son los datos aunque en nuestros actuales dirigentes parece que están haciendo suya la célebre máxima de un conocido estadístico: ¡Si los datos no nos acompañan, peor para los datos!. Son los mismos que recitan entre labios esta estrofa de una canción de Bob Dylan: ¡Voy a pagar con sangre, pero no será con la mía!.
(SIGUE)
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