¿Y si el español en mil palabras...? ¿o en menos?
Anda circulando por ahí, en la publicidad, un anuncio que invita a que se pierda el miedo a practicar El idioma Ingles, internacional lenguaje aprendiendo mil palabras clave que, asegura, servirán a cualquiera que se lo proponga para manejarse con cierta soltura en tal idioma.
Lo malo de esa idea minimizadora, que puede ser buena para chapurrear ese idioma y poder salir airoso en conversaciones superficiales como pedir un café, charlar sobre el tiempo o manejarse en los insultos básicos, que es lo primero “que hay que dominar en cualquier lengua que quiera conocerse,”
No es únicamente que muchos españoles estén ya conformándose con no utilizar más allá de mil palabras para comunicarse con sus semejantes, o incluso con un extraterrestre que osase venir a la tierra, sino que estamos cada día más convencidos de que si podemos tirar para delante haciendo lo mínimo, ¿para qué vamos a hacer ni una pizca más?
En el uso de la riquísima lengua de Cervantes estamos viendo que los sinónimos son una especie en peligro de extinción, que las frases de relativo hacen daño, que basta con tirar las comas al aire y conformarse con dejarlas donde caigan, y que hay palabras que sin significar nada acaba sirviendo para todo, sin entrar nunca en frente a la absoluta riqueza lingüística que manejan nuestros padres y nuestros abuelos, herederos de una ancestral tradición aún no contaminada incapaces de expresarnos con la calidad y la riqueza que debería suponerse a estas nuevas generaciones que tantas veces nos han vendido que son las mejor formadas de la historia de España.
Y ahí andamos tirando siempre a la baja, tan rica y cómodamente, tan despreocupadamente; conformándonos con reducir la política a cinco ideas, la convivencia a cuatro normas, la moral a dos conveniencias, la vida a tres esfuerzos y dos convicciones y el día a día a cien egoísmos, que ahí no vamos a andar conformándonos con poca cosa, igual que ya no nos conformamos con diez o veinte canales de televisión, que en eso no hay que tirar nunca a la baja, de ninguna manera.
El conformismo, que probado está que no es cosa buena, anda campando a sus anchas por acá y por allá,
Aprender inglés poniéndose como meta mil palabras no es malo, es magnífico; lo malo es que pudiendo continuar enriqueciendo el conocimiento nos conformásemos con ese tímido arranque.
Y aquí, no sé si lo he conseguido o no, he querido “hacer un guiño”
Y con el guiño un saludo
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