Han pasado muchos años pero lo recuerdo como si fuera ayer. Yo era muy joven, y creía en la ilusión de que la inteligencia humana es capaz de todo. Y por eso me entregué al estudio sin medida. No bastándome la lectura de multitud de libros, pasaba la mitad de la noche meditando sobre las cuestiones más abstrusas. Una fortísima neurastenia me obligó a abandonar, e incluso a dejar la ciudad, llena de tentaciones para un cerebro agotado como el mío, y a refugiarme en una remota campiña de la Umbría. ... (ver texto completo)