Anda Pedro no exageres; tirando de Wikipedia para estar más seguro, no creo padezcas un trastorno metal tan poco frecuente.
Creo eres mas bien un contestario peleado con gran parte de la sociedad, de ahí tu sarcasmo, que si no se entiende desde un punto de vista amplio e imparcial, puede resultar agresivo y a veces irreverente. En fin amigo Pedro; como me defino tolerante irreversible, te respeto y aprecio tal cual eres y me quedo con tu parte buena.
Un abrazo y para temas màs personales, si prefieres
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Creo, Tomás, que no lo has pillado. Como no es algo íntimamente personal, te lo aclaro desde aquí: Yo no tengo una parte buena y una mala, no más que las que puedas tener tú o cualquiera. Es decir, no soy el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. De hecho, mi existencia discurre al albur de los tiempos como todas las demás: Comparto mi vida con una mujer desde hace 24 años y a la que llevo 11 justos. Ella me quiere, me cuida y me calma, algo que, por supuesto, es recíproco; tengo dos hijos maravillosos que hasta ahora cumplen con sus estudios y la honradez que les exijo, sobre todo el mayor, porque el otro es todavía pequeño. Tengo, de momento, la suerte de trabajar en lo que me gusta; y el ocio, gracias a las acreditaciones de prensa, me sale gratis. Ya sabes, cines, conciertos y teatros, aunque esta última expresión no me emociona.
Otra cosa es que sueñe, que como diría Michell Houellebecq, otro de mis escritores favoritos, con la posibilidad de una isla, y me sitúe fuera del perímetro fijado por el establishment y la opinión popular. Me fío más de mi catadura moral y mis valores sociales que de todos esos que bajo la manta de la democracia y el fantasma de la libertad se atreven a darnos lecciones de ética mientras dan rienda suelta a todo tipo de desmanes y corruptelas.
Si eso es ser contestario, lo soy en grado sumo. Es por eso que me considero un outsider. En el mundo que yo heredé sólo había tres salidas: ser un inadaptado, un trepa político o un aventurero profesional. Las aventuras siempre las he vivido a través del cine y los libros, la política siempre la he considerado el arte de la mentira (ningún político podrá ser nunca un referente para mí), de modo que me convertí en un sarcástico inadaptado.
Pero hay muchos como yo, de hecho, con todas las personas con las que mantengo una relación de amistad debido a mis actividades, tanto aquí como en Barcelona, se sienten muy cercanas a mis pensamientos y mis gustos.
No soy un visionario, amigo Tomás, ni sufro más trastorno que aquel que me produce vivir entre los escombros de una nación. Sólo que, la absoluta lucidez, la seguridad del sonámbulo, hace que algunos suframos más que el resto.
Un abrazo
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