Hace unos días me encontré con un viejo conocido, que hacía mucho tiempo que no nos habíamos visto.
Este, muy dado a contar toda clase de anécdotas y chistes, cosa que uno siempre agradece, porque a mí por lo menos me anima y me levanta el ánimo.
Me dijo Raúl ¿sabes aquel del conde? simple y llanamente le conteste que no lo sabía; él muy amablemente empezó a contármelo: se trataba de un conde con muchas posesiones en una población del interior.
Todo el vecindario presidido por las autoridades querían agasajarle, para que soltara la guita (como se suele decir) y al paso que se deshacía de alguna de sus muchas posesiones, poder recuperar la maltrecha economía de la población.
Pa ello se hizo un concurso de ideas y ver así cual era la más brillante, para llevarla a cabo, unos decían que si hacemos esto, otros que si hacemos lo otro, que si patatín que si patatan, en esto se oyó una voz entre los vecinos diciendo que al señor conde le gustaba mucho la caza.
Pues nada le soltamos unos conejos en la finca del mediodía y así el señor conde podrá disfrutar de una de sus aficiones favoritas; de soltarlos nada dijo Periquín y su hermano Sanfronio, que el señor conde no es persona que goce de buena puntería.
Entonces dijeron los más avezados, pues les atamos a un árbol.
Una vez realizada la tarea de atar a los conejo, apareció el señor conde con su sequito, entre los que se encontraban dos de los más pelotas que habían sido contratados para la ocasión; avistando la comitiva del conde los conejos, le insinuaron al señor que procediera a disparar sobre los mismos que habían sido vistos.
Así lo hizo el conde, con tan mala fortuna en sus disparos que liberó a los animales de sus ataduras, claro está, los conejos salieron como rayos para sus madrigueras.
Oyéndose voces entre la muchedumbre que repetían, los disparos efectuados por usted señor conde han sido muy certeros, lo que pasa es que los conejos estaban mal puestos.
Saludos para todos
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