Dicen que la experiencia se gana con los años. Si es así Daniel era más que un oro olímpico, era como un campeón interplanetario. Estoy seguro que durante más de un siglo de vida se pueden hacer muchas cosas, aunque probablemente los que llegan comprueban que es pronto para irse porque todavía les quedan muchas cosas porn hacer. Cumplir cien años cada día es menos difícil, pero el mérito está, primero en cumplirlos, pero sobre todo en recordar que los ha vivido, algo que por lo que yo sé Daniel puedo disfrutarlo porque su cabeza no había perdido ni un mueble en los últimos años. Y si además de cumplirlos te felictan con una fiesta popular, en la que la emoción y el cariño son los principales invitados, miel sobre hojuelas. Un homenaje tan merecido como inédito en nuestro pueblo, que ya era hora de que se perdiese el desapego, la insensibilidad, la distancia y el rubor a mostrar abiertamente nuestros sentimientos. A Daniel se le recordará por muchas cosas, pero la historia de Blacos ha tenido que aummentar sus páginas para reservarle un un hueco en el capítulo de los selectos: el de ser el primero, si no me equivoco, que recibe un homenaje en su propio pueblo. Fue profeta en su tierra y aunque es fácil decirlo es muy complicado lograrlo. El mérito a simple vista puede ser el de cumplir cien años, pero detrás tienen que haber muchas cosas más. No tengo la osadía de decir que lo conocía muy bien, porque no es verdad. Pero si guardo los suficientes recuerdos como para atrreverme a decir que era un trabajador a carta cabal. Era para mi una imagen. habitual verlo sentado a la sombra en la puerta de su casa después de una dura jornada en el campo con los machos y el arado. Cuando pasaba a su lado con el botijo camino de la fuente siempre tenía una palabra agradable y una sonrisa. En aquellos tiempo yo oí más de una vez que era de los ricos del pueblo. Y recuerdo que entonces pensaba que ser rico no debía ser nada bueno si tenías que estar de sol a sol tirando de un arado, escardando o cortando el trigo con la hoz. Recuerdo mucho mejor sus charlas por las eras, en las que he participado alguna vez, con Leocadio en las que debatían los grandes temas de estado y siempre contrastaba la tranquilidad de Daniel con las formas más impulsivas de Leocadio. Y todavía tengo más fresco ese cariño reverencial con el que era recibido a la sombra de la plaza en esas tardes de fuego de verano. De vez en cuando Vitoria le sacaba un vaso de agua y se quedaba tan contento. Ya no hablaba tanto, quizás porque se acercaba a otro mundo o simplemente porque después de cien años le quedaban muy cosas por decir. Yy es que un siglo es más que sufiente para que la gente pueda adivinar hasta tu pensamiento. Era ni más ni menos que la experiencia que dan los años y hay que reconocer que los años y la vida fueron generosos con él. Espero que allá donde vaya sepan apreciar esa experiencia, les puede enseñar muchas cosas de esta vida, o de la otra, o de cualquier vida que se puede vivir en más de un siglo. Suerte y buen viaje. ... (ver texto completo)