MÁS ALLÁ DE LA LIBERTAD
No es fácil ser libre. La auténtica libertad no la vive quien quiere sino quien puede. Si distinguimos bien las condiciones de cautividad en esta sociedad que nos ha tocado vivir de normas, de prohibiciones, obligaciones y privilegios, de carencias por el miedo al mañana, amenazados por guerras y locuras. Una encrucijada interminable. Más bien se trata de una utopía humana, un tanto surrealista castigada por la tiranía del poderoso, por corporaciones tan poderosas que han nacionalizado el universo para controlar al hombre. La cultura global sólo es la ley del más fuerte en un mundo sin ética ni conciencia, dirigidos por egoísmos que nos deja que soñemos con una libertad frente a la esclavitud y a la pobreza, más bien a vivir hipotecados… Servilismos y leyes obsoletas, que a veces impiden respirar bien y ejercer los anhelos humanos, aunque nos hablen de democracia en un mundo libre.
El complicado engranaje de caminar por la vida nos hace ir arrastrando los pies por un pegajoso y extraño barro de incertidumbres, yendo a trompicones, entre tantos modernismo acompañados de aparatos ortopédicos, hacia ningún sitio…
La libertad individual, tiene mucho que ver con la mala educación en medio de agudas transformaciones sociales. “Libertad de conciencia” “Concienciar” “Ideologizar” es decir, lo que depende de otros que hacen la mala redistribución... La democracia no es la libertad de poder elegir nada que ya esté predeterminado por otros con mucho poder. “Justicia y libertad” nadie se lo cree. La pedagogía del oprimido, se convierte en la práctica de la libertad.
Sólo nos queda el espíritu soñador que nos haga volar alto -como lo hacía Miguel Hernández en su prisión- para que sean los poetas los que tengan la última palabra… Quizá vivimos irremediablemente atados a un sistema tan oligárquico, tan injusto que hasta el olor de las flores ha sido robado, para que lo compremos en frascos impregnados de falsas promesas…
La injusticia de tanta miseria humana en este mundo globalizado, es el resultado es un mundo cada vez más violento que padecemos. Miseria y protesta, distintos aspectos de una misma cuestión. No hace falta mirar con lupa para ver la causa y el efecto de las conductas humana. Un espejo es suficiente. Ya digo, el bienestar y el malestar son las dos caras de la misma moneda. Hoy día se habla, se compra, se vende, se envidia, se juzga -sin condenar a los culpables- y, se mira uno las manos para saber si de verdad están libres de pecado de omisión… Todos somos un poco culpables y cómplices, consentidores de este circo mundial. A lo mejor está a punto de explotar en nuestras manos tanta falsedad como una bomba de relojería…
Difícilmente podemos quitarnos del medio a los desheredados de este mundo que vienen a la tierra prometida… Sí, por tierra, mar y aire a pedirnos pan, amor y justicia. Mientras los ricos se ríen regocijándose en sus paraísos... Los derechos humanos, de momento, sólo son una carta escrita. Ya no hay ley ciudadana que pueda tapar con una venda el cáncer social. (La desafección por tanta corrupción lo ha destrozado aún más). ¿Puede haber orden público sin bien común…? Eso tiene una raíz más allá del código penal. En una democracia consolidada, defender razones morales y de justicia hasta las últimas consecuencias es obligatorio. Si te conduce al ostracismo o a la cárcel, es una sociedad enfermiza.
La verdadera libertad es un don escaso, que pocos tienen la suerte de vivir en su lucha justa. Son los que tiran a tiempo las muletas, para tener la mente clara, para llenarse de algo más de contenido en el corazón. A la libertad auténtica no la encierra ninguna reja. El espíritu puede volar por todo el universo, hasta hacer realidad el sueño… Aunque esto parezca ilusorio, la verdad es que nuestra sociedad camina a ciegas, reprimiendo todo lo que es incapaz de vivir por comodidad y cobardía. Por eso se inventaron las prisiones, allí no se puede construir más que sueños entre miserias humanas a golpe de cerrojos, pero aun así hay quien puede meter al mundo en su celda para despreciarle, más allá de la libertad.
Jacinto Herreras Martín
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