Durante cuatro o cinco años, en la etapa de mi adolescencia, hasta que marché a la ciudad buscando otro modo de vida, como ya he señalado en alguna de mis participaciones, colaboré con mi padre en el honrado oficio de labrador; mejor dicho, de labrador “de medio pelo”, de esos que, sin hacienda propia, nos dedicábamos a cultivar a “medias”las tierras de otra persona- medialero-. Y como, a temporadas, para cultivarlas era suficiente el trabajo de mi padre, yo, al igual que la mayor parte de los jóvenes, ayudábamos a la economía doméstica con algún que otro jornal.
De aquellos años tengo muy buenos recuerdos, como corresponden a esa edad, y nunca me avergoncé de mi humilde origen ni mis trabajos eventuales. Por aquellos años se realizó la repoblación forestal en Deza, se plantaron miles de pinos desde el mojón de Miñana al de Cihuela. Primero llegaron unos enormes bueyes que tiraban de los bravanes por aquellas laderas, inaccesibles para las mulas, labrando unos profundos surcos en horizontal, como terrazas; después, dirigidos por los capataces José el de la Bodeguilla y el tío Victoriano, bajo el mando del forestal Sr Vega, dos nutridas brigadas de jornaleros, provistos de unas azadas estrechas, hacíamos un hoyo y plantábamos un pequeño pino colocando tres piedrecitas a su alrededor para protegerlo. El jornal era bueno para entonces: doce duros- treinta y cinco céntimos de euro-, y si llovía y no trabajábamos el día entero, solo medio jornal. Cuando paso por el Camino de Almanzorre y veo aquel enorme bosque en que se han convertido aquellos pequeños pinos, siento una especie de orgullo recordando mi aportación, al mismo tiempo que medito acerca de lo efímero del tiempo.
Y digo que no me avergüenzo de aquellos humildes trabajos, aunque hay quienes no quieren recordarlos e incluso los niegan. En una ocasión, una moza que había emigrado a la ciudad, volvió al pueblo para presentar a su novio a la familia. Al ser saludada por un amigo, éste, quizás indiscreto, le preguntó si recordaba aquellos días en que cavaban remolacha en la Vega Bajera, a lo que ella contestó desabridamente negando que hubiera realizado aquella clase de trabajos.
Opino que cualquier trabajo engrandece al hombre cuando el mismo se fundamenta en la honestidad.
Un saludo
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