Manuela y José han discutido mucho, al punto que dejan de dirigirse la palabra. Al acostarse, como no se hablan, José escribe un
mensaje: «Manuela, despiértame a las siete», y se lo deja en su mesita de
noche. A la mañana siguiente, José se despierta, mira el
reloj y se da cuenta que son las diez. Desesperado y con rabia, busca a Manuela para insultarla por no llamarlo a la hora pedida, cuando ve una esquela en su mesita de noche, que dice: «José, levántate, ya son las siete de la mañana».