La guerra tardó en convertirse en parte de la vida cotidiana de los españoles hasta que pudiera hablarse de frentes, de movimientos de tropas, de reclutamiento. José Luis Rodríguez Viñals tenía 16 años aquel 18 de julio. Pasaba el verano en un cortijo cerca de Montemolín, al sur de Badajoz. Preparaba el último curso de bachillerato con un párroco de Zafra. Le habría gustado ser médico. Recuerda una mañana con cortes de luz: “Sería mi madre quien puso la radio, recuerdo que se trataba de una de la ... (ver texto completo)