Andando de
camino al trabajo veo una suave luz, es el calor de una
ventana, el hogar de algún compañero que antes de salir a mi encuentro, camina casi a hurtadillas, al igual que yo hace un momento, por no despertar a las criaturas que dulcemente dormían, pues aún es de
noche y son demasiado pequeños.
Finalmente se apaga la luz y mi compañero se une a mis andaduras. Poco a poco nos vamos juntando todos en el camino hacia una oscuridad aún más profunda.
Allí dentro no hay estrellas, ni luna
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