A propósito de nombres ¿nos damos cuenta de que los castellanos estamos perdiendo uno de nuestros signos de identidad?. Antaño cuando se escuchaba en la radio al locutor preguntando al radiooyente que entraba en antena cuál era su nombre y éste respondía por ej.: Eutiquio, el locutor respondía "Vd. debe ser castellano". Y es que en ninguna otra región había tal variedad de nombres. En otros lugares estaba el patrón o patrona de la ciudad que se repetía hasta la saciedad, los nombres de los padres se hacían dinastía, los lugares de culto, etc.. Situémonos en Romanillos, el nombre del patrón, San Andrés, no recuerdo a nadie que lo llevara, no sé si por no hacerle de menos, de la familia el nombre que quizás se heredaba era el de los abuelos ¿y para qué repetirse si estaba el rico santoral con una variedad donde escoger para cada día del año en que el niño naciera?. Así se daban nombres tan originales como: Teófila, Teodoro, Eulogio, Longinos, Hermenegildo, Leovigildo, Leonarda, etc. y es que, en mi opinión, es la persona la que da belleza al nombre y no al revés.
En cuanto a gentilicios, tengo en la memoria un libro que mejor olvidarlo, pues la autora se lució al dar un mote a los nacidos en Romanillos y además equivocado. Creo que estos pueblos son tan pequeños que no alcanzan la entidad suficiente para tener un nombre que designe al colectivo, por eso se dice fulano es de Romanillos, de Bañuelos, de Miedes, etc., y a mucha honra ¿o no?.
Un saludo
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