Ay Manuela ay Manuela,
desde que te vi venir,
desde que te vi venir
dije por la burra viene
dije por la burra viene
ay Manuela ay Manuela.
La burra no te la llevas,
la burra no te la llevas
ay Manuela ay Manuela
porque ahora está jarta yerbas
ay Manuela ay Manuela.
Y así dale que te pego todo el rato.
Yo, antes de ser un duendín sin cuerpo ni alma, antes de ser una cosa desalmada, también cantaba esas monótonas y repetitivas cancioncinas que nos enseñaban los veteranos de la quinta anterior, a la vez que nos decían cómo habíamos de hacer para quedar rígidos como los tablones que había debajo de los raíles en aquellos trenes-carretas en que nos transportaban empaquetados con pará en todas las estaciones, cruces de caminos de jerraura y apeaderos, en la posición de firmes.
De vez en cuando, un cachondo redomado de esos que debería haber en todas partes, introducía alguna variante en la letra y en lugar de Manuela decía Manuelo, o, ay Lolito ay Lolito..., con lo que el asunto ya cambiaba algo y, hasta en la cara de los romos de cacumen como yo, se dibujaba una leve (y enegmática) mueca, que quería ser una sonrisa.
Servía para relajar la tensión y hasta los ejercicios combinados con armas en orden cerrado, nos salían mejor. Con precisión teutónica, que no se qué quiere decir, pero yo lo pongo
En el campamento de Cerro Muriano, donde iban a para la mayoría de los quintos pelones de Tierra de Barros y parte de los extranjeros esos de otros sitios, había un cabo tomatero que era todo un lince para estas cosas (no, el de los purpurados de Toledo no, ese lo han traído de la quinta leche) y,
por arte de birlibirloque, ya estábamos marcando el paso con un ritmo diferente. Ni la legión tú, era capaz de seguir nuestra marcha, sobre todo después de comer el chusco con dos sardinas de bote que nos daban sobre las nueve o las diez AM (coño, que fino y moderno queda esto de AM y PM).
Pero bueno Asun, tú, como has estudiado, quizá con algún frailín, por ahí por Langreo y tal, puede ser que, cuando estuviste por los extremos del reino, no captaras del todo la idiosincrasia de los moriscos conversos o no que, a pesar de todo lo que ha llovido, sobrevivimos por este lado de las Españas.
De todas maneras, recuerdinos, desde los frescos, tupidos, floridos y perfumados valles de la falda sur de la Sierra de Gata y de máh p´bajo.
Un abrazinho.
Salud.
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