13º:- DE RONDAS Y DE OTRAS SITUACIONES. - Y FINAL
- En el terreno de las relaciones amorosas, la mujer no tomaba la iniciativa, no procedía de ella, sino que era misión y labor, salvo contadas y severamente criticadas ocasiones, preferente y exclusivamente del hombre por comportamientos, cultural y generacionalmente transmitidos y aceptados de falsa moralidad, retrógrada honestidad y puritanos decoro y decencia, usando la mujer la complicidad de terceras para concertar encuentros o transmitir deseos y consignas amorosas, lo que ha podido llevar a que muchos amores no sazonaran ni madurasen por cultivar, conservar y guardar las obligadas y convencionales apariencias, al igual que Pompeya la mujer de César, que no sólo bastaba que fuera honesta, sino que había que parecerlo. ¡Qué cosas!
-Se crearon formas y maneras recurrentes entre las parejas de manifestar su amor, expresar ternezas o hacerse reproches por la afrenta del rechazo, siendo los cantos populares buena muestra de ello y que a través de las rondas nocturnas, junto a la ventana de la pretendida amada, lanzaban sus ardientes y apasionadas declaraciones o falta de desventurada correspondencia amorosas en forma de coplas. A la mañana siguiente, el enrejado de la ventana donde la moza descansaba, aparecía engalanado de entretejidas ramas de verdes hojas en honor de la rondada, disfrutando, presa de un dulce rubor, incontrolada turbación e interna complacencia, de una noche de ensueño y fantasía por el obsequio, agasajo y muestras de amor, a los sones de cantos populares como éstos. Son extraídos de “Cantos populares españoles” recogidos y ordenados por el andaluz F. Rodríguez Marín, semejantes a las interpretadas por grupos de mozos del pueblo en sus rondas, de las cuales no he podido recordar ninguna.
“Aquí me pongo a cantar/A la sombra de la luna/Por ver si puedo alcanzar/de las tres hermanas una/La menor no tiene tiempo/La mayor pasa la edad/La del medio es la que quiero/Si su padre me la da”.
“/Sin ti no puedo vivir/Hermosa luna brillante/Dame de tu boca el sí/Que deseo ser tu amante”.
“Aunque contra mí se oponga/ Aunque sufra mil castigos/Aunque mi padre no quiera/Yo me he de casar contigo”.
“Cásate, niña, a gusto/ Y a nadie temas/yo me casé a disgusto/Y paso penas”
“Por San Juan hizo un año/ Que te quería/Más firme estoy ahora/Que el primer día”
“No sé qué demonios/Los dos tenemos/Mientras nos regañamos/Más nos queremos”
“Anoche soñaba yo/Que con mi amante dormía/Qué sueño tan relajado/Mi corazón tenía”
“Me quisiste y te quise/ Y agradecí tu fineza/Me olvidaste y te olvidé/Tú contento y yo contenta”
“Dije que no te quería/Y otra vez vuelvo a buscarte/Con el corazón partido/llorando gotas de sangre”.
-Aún tengo presente en mi recuerdo,--es uno de los que más mantengo--, oír en la lejanía, entre revueltos y rebujos de sábanas y mantas, con turbación y zozobra, desprendido de los apacibles brazos de Morfeo, la algarabía y alboroto que formaban, bien entrada la mañana, alterando el silencio monástico que envolvía la paz durmiente del pueblo, las pandas de mozos galanteando a las mozas con sus rondas, acompañados del coro de inquietos ladridos perrunos excitados e incitados por las coplas cantadas de la compañía de rondadores y parranderos.
-Antes de finalizar, traigo a la memoria, porque repentinamente así de ella me brota, unos singulares y anómalos procederes, ejemplos y paradigmas de incívicos convecinos, de alegres comadres, --y no las de Windsor de Shakespeare--, fisgonas alcahuetas y trotaconventos, correveidile callejeras y esquineras de chimes, que en su celo por mantener, como árbitros y jueces la custodia y amparo de la salud moral y ética de la comunidad y sin parar en mientes, sobrepasaban difíciles, complicados y comprometedores obstáculos propiedad de la recta convivencia ciudadana y del campo de la intimidad. Pues bien, cuando una pareja se casaba, esas virtuosas y “castas” personas, de número reducidísimo y de conocimiento general, primordialmente mujeres, mejor dicho, siempre mujeres, --no es una manifestación machista, ¡ojo!, sino una realidad--, anotaban en su calendario de pared la fecha de la boda para seguir el embarazo,--si se producía--, y si la primeriza parturienta, paría,--valga la redundancia--, antes de los nueve meses de preñez, ya tenían tema, motivo y justificación de comentario, de crítica y de juicio que se propalaba de inmediato a todos los vientos en cónclaves y aquelarres callejeros o al atardecer,--si el tiempo era propicio--, a la solana:
--“Si… ¡ya os lo decía yo!” --“ ¡A mí ésta no me la daba!” --“ ¡Esas idas y venidas, esas entradas y salidas y…. tan de noche!”
--“ ¡La mosquita muerta, como se lo tenía callado!” -- “ ¡Parece como si no hubiera roto un plato en su vida, la niña!” --“ ¡Tan modosita ella!” --“Sietemesina es la criaturita”.
-Son expresiones y comentarios oídos en algún momento y no producto de la invención ni de la fantasía, y que luego con maliciosa intención y maledicencia servía a la manera de canto para ensalzamiento de la chabacanería y vulgaridad en el trato de la intimidad. No admitían que la naturaleza o cualquier contingencia irregular en el embarazo adelantara o provocara el parto. ¡No, no! ¡qué va! Eran nueves meses y punto final. ¡Absurdo!
-Era costumbre y hábito de la vecindad,-- entre las que estaban esas “castas personas”--, visitar, bien por invitación o decisión espontánea, e interesarse por la situación posparto de la nueva madre, obsequiándola con presentes, --como dulces de variedades diferentes, tabletas de chocolate, de melocotón en almíbar, etc.--, e igualmente conocer al tierno infante deshaciéndose afectada y desmesuradamente en halagos y elogios de belleza y guapura de la criatura y buscando parecidos comparativos, nunca coincidentes, con los progenitores, abuelos, tíos y demás parentela.
-Con toda seguridad que pasajes y momentos referidos a las bodas, por otros mejor recordados y quizá importantes, se me hayan quedado, a mi pesar, dormidos profundamente vencidos por un intenso sopor amnésico, sin ánimos e indicios de despertar, mecidos, acunados y briciados en brazos del pasado y lejano tiempo. Los he descrito tal cual los iba recordando, fluyendo en mi mente, a veces desordenada y confusamente, según ahondaba en mi memoria, perezosa a mis mandatos y rebelde a mis deseos.
-En animadas, distendidas y gratas veladas familiares,--para deleite y disfrute de la concurrencia--, cuando la evocación de recuerdos domina la conversación, memorias de mayor edad pero con más frescura memorística recorren evocadoras, con inusitada realidad, acontecimientos y vivencias con abundancia de detalles de tiempo, de personas y lugares, hacen que renazcan, despejándose, cubiertos por nebulosa capa de olvido, muchos pasajes perdidos en mi recuerdo, muchos de ellos aquí contados.
-No me mueve más intención, como al principio dije, que rememorar vivencias, estilos de vida y comportamientos pasados de aquellos tiempos, sin vanas añoranzas y estériles nostalgias, para conocimiento de aquel mundo del que fuimos y formamos parte activa importante como componentes de una gran y entrañable sociedad rural, con el anhelo y deseo, por si ello fuera posible, de dar a conocer,-- desde mis impresiones y experiencias por entonces vividas--, formas de comportamientos y procederes distintos a los actuales,-- para muchos desconocidos--, y sensaciones de momentos de inquietud, alegrías, penas, miedos, juegos, costumbres, travesuras, enseñanzas, amistades, etc., a la vez que pudiera servir, sentados alrededor de una imaginaria camilla, de amigable tertulia y de relajante y fructífero asueto, aminorando la tensión que las obligaciones diarias reportan y los acuciantes problemas subyugan.
Saludos
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid (Continúa el frío) ... (ver texto completo)
- En el terreno de las relaciones amorosas, la mujer no tomaba la iniciativa, no procedía de ella, sino que era misión y labor, salvo contadas y severamente criticadas ocasiones, preferente y exclusivamente del hombre por comportamientos, cultural y generacionalmente transmitidos y aceptados de falsa moralidad, retrógrada honestidad y puritanos decoro y decencia, usando la mujer la complicidad de terceras para concertar encuentros o transmitir deseos y consignas amorosas, lo que ha podido llevar a que muchos amores no sazonaran ni madurasen por cultivar, conservar y guardar las obligadas y convencionales apariencias, al igual que Pompeya la mujer de César, que no sólo bastaba que fuera honesta, sino que había que parecerlo. ¡Qué cosas!
-Se crearon formas y maneras recurrentes entre las parejas de manifestar su amor, expresar ternezas o hacerse reproches por la afrenta del rechazo, siendo los cantos populares buena muestra de ello y que a través de las rondas nocturnas, junto a la ventana de la pretendida amada, lanzaban sus ardientes y apasionadas declaraciones o falta de desventurada correspondencia amorosas en forma de coplas. A la mañana siguiente, el enrejado de la ventana donde la moza descansaba, aparecía engalanado de entretejidas ramas de verdes hojas en honor de la rondada, disfrutando, presa de un dulce rubor, incontrolada turbación e interna complacencia, de una noche de ensueño y fantasía por el obsequio, agasajo y muestras de amor, a los sones de cantos populares como éstos. Son extraídos de “Cantos populares españoles” recogidos y ordenados por el andaluz F. Rodríguez Marín, semejantes a las interpretadas por grupos de mozos del pueblo en sus rondas, de las cuales no he podido recordar ninguna.
“Aquí me pongo a cantar/A la sombra de la luna/Por ver si puedo alcanzar/de las tres hermanas una/La menor no tiene tiempo/La mayor pasa la edad/La del medio es la que quiero/Si su padre me la da”.
“/Sin ti no puedo vivir/Hermosa luna brillante/Dame de tu boca el sí/Que deseo ser tu amante”.
“Aunque contra mí se oponga/ Aunque sufra mil castigos/Aunque mi padre no quiera/Yo me he de casar contigo”.
“Cásate, niña, a gusto/ Y a nadie temas/yo me casé a disgusto/Y paso penas”
“Por San Juan hizo un año/ Que te quería/Más firme estoy ahora/Que el primer día”
“No sé qué demonios/Los dos tenemos/Mientras nos regañamos/Más nos queremos”
“Anoche soñaba yo/Que con mi amante dormía/Qué sueño tan relajado/Mi corazón tenía”
“Me quisiste y te quise/ Y agradecí tu fineza/Me olvidaste y te olvidé/Tú contento y yo contenta”
“Dije que no te quería/Y otra vez vuelvo a buscarte/Con el corazón partido/llorando gotas de sangre”.
-Aún tengo presente en mi recuerdo,--es uno de los que más mantengo--, oír en la lejanía, entre revueltos y rebujos de sábanas y mantas, con turbación y zozobra, desprendido de los apacibles brazos de Morfeo, la algarabía y alboroto que formaban, bien entrada la mañana, alterando el silencio monástico que envolvía la paz durmiente del pueblo, las pandas de mozos galanteando a las mozas con sus rondas, acompañados del coro de inquietos ladridos perrunos excitados e incitados por las coplas cantadas de la compañía de rondadores y parranderos.
-Antes de finalizar, traigo a la memoria, porque repentinamente así de ella me brota, unos singulares y anómalos procederes, ejemplos y paradigmas de incívicos convecinos, de alegres comadres, --y no las de Windsor de Shakespeare--, fisgonas alcahuetas y trotaconventos, correveidile callejeras y esquineras de chimes, que en su celo por mantener, como árbitros y jueces la custodia y amparo de la salud moral y ética de la comunidad y sin parar en mientes, sobrepasaban difíciles, complicados y comprometedores obstáculos propiedad de la recta convivencia ciudadana y del campo de la intimidad. Pues bien, cuando una pareja se casaba, esas virtuosas y “castas” personas, de número reducidísimo y de conocimiento general, primordialmente mujeres, mejor dicho, siempre mujeres, --no es una manifestación machista, ¡ojo!, sino una realidad--, anotaban en su calendario de pared la fecha de la boda para seguir el embarazo,--si se producía--, y si la primeriza parturienta, paría,--valga la redundancia--, antes de los nueve meses de preñez, ya tenían tema, motivo y justificación de comentario, de crítica y de juicio que se propalaba de inmediato a todos los vientos en cónclaves y aquelarres callejeros o al atardecer,--si el tiempo era propicio--, a la solana:
--“Si… ¡ya os lo decía yo!” --“ ¡A mí ésta no me la daba!” --“ ¡Esas idas y venidas, esas entradas y salidas y…. tan de noche!”
--“ ¡La mosquita muerta, como se lo tenía callado!” -- “ ¡Parece como si no hubiera roto un plato en su vida, la niña!” --“ ¡Tan modosita ella!” --“Sietemesina es la criaturita”.
-Son expresiones y comentarios oídos en algún momento y no producto de la invención ni de la fantasía, y que luego con maliciosa intención y maledicencia servía a la manera de canto para ensalzamiento de la chabacanería y vulgaridad en el trato de la intimidad. No admitían que la naturaleza o cualquier contingencia irregular en el embarazo adelantara o provocara el parto. ¡No, no! ¡qué va! Eran nueves meses y punto final. ¡Absurdo!
-Era costumbre y hábito de la vecindad,-- entre las que estaban esas “castas personas”--, visitar, bien por invitación o decisión espontánea, e interesarse por la situación posparto de la nueva madre, obsequiándola con presentes, --como dulces de variedades diferentes, tabletas de chocolate, de melocotón en almíbar, etc.--, e igualmente conocer al tierno infante deshaciéndose afectada y desmesuradamente en halagos y elogios de belleza y guapura de la criatura y buscando parecidos comparativos, nunca coincidentes, con los progenitores, abuelos, tíos y demás parentela.
-Con toda seguridad que pasajes y momentos referidos a las bodas, por otros mejor recordados y quizá importantes, se me hayan quedado, a mi pesar, dormidos profundamente vencidos por un intenso sopor amnésico, sin ánimos e indicios de despertar, mecidos, acunados y briciados en brazos del pasado y lejano tiempo. Los he descrito tal cual los iba recordando, fluyendo en mi mente, a veces desordenada y confusamente, según ahondaba en mi memoria, perezosa a mis mandatos y rebelde a mis deseos.
-En animadas, distendidas y gratas veladas familiares,--para deleite y disfrute de la concurrencia--, cuando la evocación de recuerdos domina la conversación, memorias de mayor edad pero con más frescura memorística recorren evocadoras, con inusitada realidad, acontecimientos y vivencias con abundancia de detalles de tiempo, de personas y lugares, hacen que renazcan, despejándose, cubiertos por nebulosa capa de olvido, muchos pasajes perdidos en mi recuerdo, muchos de ellos aquí contados.
-No me mueve más intención, como al principio dije, que rememorar vivencias, estilos de vida y comportamientos pasados de aquellos tiempos, sin vanas añoranzas y estériles nostalgias, para conocimiento de aquel mundo del que fuimos y formamos parte activa importante como componentes de una gran y entrañable sociedad rural, con el anhelo y deseo, por si ello fuera posible, de dar a conocer,-- desde mis impresiones y experiencias por entonces vividas--, formas de comportamientos y procederes distintos a los actuales,-- para muchos desconocidos--, y sensaciones de momentos de inquietud, alegrías, penas, miedos, juegos, costumbres, travesuras, enseñanzas, amistades, etc., a la vez que pudiera servir, sentados alrededor de una imaginaria camilla, de amigable tertulia y de relajante y fructífero asueto, aminorando la tensión que las obligaciones diarias reportan y los acuciantes problemas subyugan.
Saludos
¡PAZ Y BIEN!
Paco García Sánchez.- Valladolid (Continúa el frío) ... (ver texto completo)