No hay sonido más puro y melódico en una atmósfera rural, que el gorgeo gracioso de unos pájaros brincando de rama en rama, o el vuelo ronco de los abejorros en los días calurosos del verano, o el repiqueteo de la lluvia sobre los tejados inclinados de los cortijos, y sobre la faz florecida del campo, en días cargados de una rara melancolía, de igual modo que nos recrea la vista las sobrecogedoras puestas de sol, con sus rojos, grises y amarillos, cuando está finando el día. Al caer la noche, con ... (ver texto completo)