Un arrogante gaitero,
de fino paño vestido,
como un príncipe cumplido,
cariñoso y zalamero,
entre mozos el primero
y en las ciudades sin par,
acostumbraba a cantar
allá por la mañanica:
--Con esta gaitiña mía
las mozas he de engañar.
Siempre por la villa entraba
con aires de señorio;
siempre con pujante brio
de tambor se acompasaba;
y si en la gaita soplaba,
era tan dulce el soplar
que bien hiciera en cantar
allá por la mañanica:
--Con esta gaitiña mia
las mozas he de engañar.
Todas por él alocaban,
todas por él se morian;
si cerca estaban, reian,
si estaba lejos, lloraban.
! Infelices! No pensaban
que con aquel florear
acostumbraba a cantar
allá por la mañanica:
--Con esta gaitiña mia
las mozas he de engañar.
Camino de romería,
dabajo de alguna higuera,
¡cuanta mocita soltera
<<te quiero>>, le repetia...!
Y él con gaita respondia
para a todas embaucar,
pues bien hiciera en cantar
allá por la mañanica:
--Con esta gaitiña mia
las mozas he de engañar.
Ellas loquitas bailaban
y al aldo suyo corrian,
ciegas..., ciegas, no veían
las zarzas que las cercaban;
pobres palomas buscando
luz que las iba a quemar,
porque él sabía cantar
allá por la mañanica:
--Con esta gaitiña mia
las mozas he de engañar.
En las fiestas, ¡que contento!
¡cuanta risa en las hiladas!
Toditas, enamoradas,
diéranle su pensamiento.
Y él, que de amores sediento
quiso a todas engañar,
al verlas luego llorar
cantaba en la mañanicas:
--Que no sean tan loquillas,
ni vengan a mi tocar.
... (ver texto completo)