Con doce años ya empecé a dar alguna calada a algún cigarrillo de bisonte que comprábamos sueltos en algún quiosco o en alguna caramelera del Arco de la Cárcel. Solía ser un cigarrillo compartido en que las caladas se contaban para que fuese totalmente equitativa la culpabilidad por haber atravesado la barrera de lo prohibido. Solíamos sacar el humo por la nariz, toser de lo lindo cuando el humo se adentraba con más profundidad y quemarnos la boca con el humo recalentado de la alta frecuencia de
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Hola Peña, como siempre da gusto leer tus relatos, sobre el fumar, yo recuerdo hacer que fumaba con una grameta, creo que era el palo de la
flor del gamón seco, como era poroso, chupábamos y parecía que fumábamos, sin encender, claro, si te veían jugar con fuego decían que por la
noche que no se que pasaba....
El fumar de verdad en mi caso llego cuando aterrice en esta "gran ciudad", estaba de moda.... incluso recuerdo que tragaba el humo y decía, "el buen fumador que sabe fumar echa el humo después
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