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Mensajes de ALBARES (Guadalajara) enviados por MMC:

2.- Defender la santidad del individuo.
1.- Luchar contra el materialismo, la impiedad y la tiranía en el mundo.
Un caballero templario entiende que hay un Dios, una vida creada por El, una verdad eterna y un propósito divino. En consecuencia esta implícito que la verdadera existencia y las bases históricas de la Orden tienen por objeto:
Es estrategia, ya sabes por mis niños, ellos creen que me he acostado....
Los primeros hermanos no vivían y luchaban por interés personal, sino por un concepto, el establecimiento de la sociedad cristiana, una civilización dedicada a la gloria de Dios. La caballería de hoy intenta emular esta gran tradición en el hecho de que sus trabajos y vidas deben ser un ejemplo para otros y como una hermandad tener como objetivo llegar a construir una aristocracia del espíritu.
bueno yo sigo con mis templarios...
Ahora están cada uno en la suya, y parece que se han callado.
Pasa que la niña no quiere dormir sola, y los metí a los dos en la misma habitación, no paran de hablar y de reir, y no son horas.
jajaja, ¿los tuyos están ya acostados?
Ya estoy aquí, de nuevo, creo que ahora no hablaran más.
Hola FG, ¿que pasa con esos tus nietos y esos mis hijos? Mañana no hay quien los levante, voy a ver que hago con ellos, que están de nuevo por el pasillo....
Es muy bonita, e hizo historia, mi madre la recuerda cuando tenía unos 14 años.
Este histórico lema de los templarios impuesto a la Orden por su primer padre espiritual, San Bernardo de Claraval, sumariza en unas pocas palabras el ideal y el propósito de su existencia.
"non nobis domine,
non nobis sed nomine,
tuo da gloriam"
Yo queria continuar hablandoos de los templarios
¡Hola IR! ¿que tal Rubén y Celia? A penas te he visto. No coincidimos con los turnos.
¡Buenas noches a todos!

¿Que tal lo estais pasando los de Mondejar y Almoguera?
¡Bueno!

Y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho.

Un saludo y hasta mañana.
“No se plantan semillas de comida.
Se plantan semillas de bondades.

Traten de hacer un círculo de bondades,
éstas los rodearán y los harán crecer más y más”.
Irena Sendler
"Podría haber hecho más, y este lamento me seguirá hasta el día en que yo muera."
Siempre que se le pregunta sobre el tema, Irena dice:
No se considera una heroína.

Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones.
Irena Sendler lleva años encadenada a una silla de ruedas, debido a las lesiones que arrastra tras las torturas sufridas por la Gestapo.
“Ayuda siempre al que se está ahogando,
sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad.
Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad
que salga del corazón”
Su padre un médico, que falleció de tifus
cuando ella era todavía pequeña, le inculcó lo siguiente:
Irena tiene en su habitación cientos de fotos
con algunos de aquellos niños sobrevivientes o con hijos de ellos.
“Recuerdo tu cara …soy uno de esos niños,
te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte…”
Los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta.
Años más tarde, su historia apareció en un periódico
acompañada de fotos suyas de la época, varias
personas empezaron a llamarla para decirle:
Los reunió con sus parientes diseminados por toda Europa, pero la mayoría había perdido a sus familiares en los campos de concentración nazis.
Al finalizar la guerra, ella misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2,500 niños que colocó con familias adoptivas.
La resistencia le había sobornado porque no querían que Irena
muriese con el secreto de la ubicación de los niños.

Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados,
así que a partir de entonces, Irena continuó trabajando,
pero con una identidad falsa.
Así que fue sentenciada a muerte.
Una sentencia que nunca se cumplió,
porque camino del lugar de la ejecución,
el soldado que la llevaba, la dejó escapar.
Le rompieron los pies y las piernas
además de imponerle innumerables torturas.
Sin embargo nadie pudo romper su voluntad.
Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones
de las familias que albergaban a los niños judíos;
soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores
o a cualquiera de los niños ocultos.
En un colchón de paja de su celda,
encontró una estampa ajada de Jesucristo.
La conservó como el resultado de un azar milagroso
en aquellos duros momentos de su vida,
hasta el año 1979, en que se deshizo de élla
y se la obsequió a Juan Pablo II.
Pero un día los nazis supieron de sus actividades.

El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo
y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada.
Allí aguardó, sin que nadie lo sospechase, el pasado de 2,500 niños…
hasta que los nazis se marcharon.
Anotaba los datos en pequeños trozos de papel
y los guardaba dentro de botes de conserva
que luego enterraba bajo un manzano en el jardín de su vecino.
Entonces ideó un archivo en el que registraba
los nombres de los niños y sus nuevas identidades.
Por eso no le bastaba solamente mantener a esos niños con vida.
Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres,
su identidad, sus historias personales, sus familias.
Irena vivía los tiempos de la guerra
pensando en los tiempos de la paz.
Con su ayuda, elaboró cientos
de documentos falsos con firmas falsificadas
dándole identidades temporarias a los niños judíos.
Logró reclutar al menos una persona
de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social.
en sus manos cualquier elemento
se transformaba en una vía de escape.
cestos de basura, cajas de herramientas,
cargamentos de mercaderías,
sacos de patatas, ataúdes...
Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus,
pero pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance
para esconderlos y sacarlos de allí:
Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a más niños.
Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte.
Las madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las entendía perfectamente, pues ella misma era madre, y sabía perfectamente que, de todo el proceso que ella llevaba a cabo con los niños, el momento más duro era el de la separación.
Lo único cierto
era que los niños morirían
si permanecían en él.