"Desde niño sentía los clamores
de todo lo divino y lo infinito
y me daban espasmos y sudores
si alguno me nombraba "la chelito".
Y, si al ir por la
calle de
paseo,
fija en el suelo, con pudor, la vista
apreciaba el marcado contoneo
de aquellas geometrías sin aristas.
Y apretando las manos fuertemente
y sintiendo, de mi mismo, menoscabo
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