Después cada uno de nosotros nos dispusimos para el relajamiento de nuestros maltratados y cansados cuerpos, para ello, cada cual cogió los útiles que creyó conveniente para tan importante tarea. En el campamento solo se quedó el vigilante y avisador por si ocurría alguna emergencia. Estábamos todos muy tranquilos cuando el vigilante no se le ocurrió otra cosa que hacer unos ejercicios de tiro al blanco con una escopeta de perdigón, estaba muy ensimismado en dicha tarea cuando, al cargar dicha escopeta, esta se rompió por la culata quedando inservible.
Se estaba acercando la hora de preparar la comida, por lo que os reunimos al completo de la expedición y nos dedicamos a dicha faena; estábamos en dicha faena cuando tuvimos un un pequeño contratiempo, pues al sacar la carne de la fresquera, que trajo la noche anterior el mensajero, nos percatamos que no nos parecía que era muy apta para el consumo, debido a que no nos olía demasiado bien, por lo que decidimos lavarla bien una vez lavada, decidimos que, su olor ya era bueno, ya no había nada que temer con su consumo. Encendimos el fuego y pusimos en él u una sartén bien hermosa para preparar un rancho, por cierto, sería nuestra última comi8da de acampada; dicho rancho consistió en: patatas, carne, pimiento y algún que otro condimento. Durante la dura tarea de dicha preparación, refrescábamos nuestras resecas gargantas con nuestros originales "Peliplús", a la vez, también nos perfumábamos nuestros deshinchados pulmones, pues nos hacía real mente mucha, pero que mucha falta. Una vez que la comida estuvo lista para su consumo y los cacharros limpios, nos dispusimos a buscar un sitio bien resguardado del ardiente sol, este sitio se encontraba enfrente del campamento, al otro lado de la piscina, por lo que no nos quedó más remedio que trasladar a dicho lugar todo lo necesario para degustar nuestro último plato de comida de nuestra acampada, la comida fue de lo más tranquila que se pueda imaginar, después de los consabido carajillos, varios de los componentes del grupo se dispusieron a darse un chapuzón en la piscina, pero como la profundidad de dicha piscina es más bien escasa, se embadurnaros de barro en vez de bañarse; por lo que decidieron ir a bañarse de verdad en el río Henar que pasa a un par de kilómetros d4el campamento, con lo que sol quedó en el campamento el vigilante, por si las moscas, que por cierto, había muchas. Ya había pasado un buen rato, cuando se oyeron a los que habían ido a bañarse al río, se les dio la entrada y así pudieron entrar en el campamento. Estando todos juntos, empezamos a deliberar sobre el regreso a la Villa.
Continuará...
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