¡Vaya moza!
Los manojos tenían el tamaño que, más o menos, hubiese indicado el amo, pero también dependía de la longitud de la garañuela (grañuela). Así denominaba al puñadín de pajas de una gavilla que se cogían, se igualaban por la espiga, para utilizarla como atadura de los manojos, tras dar vuelta y media, y echar dos o tres llaves con su propia paja de la zona del corte (touza). Esta parte, servía para facilitar su manejo asiéndolo por ella y poniendo el otro brazo por debajo del manojo.
Terminada la siega y tras estar unos días al sol, los manojos se agrupaban en morenas, cada una tenían veinte y se apuntaba el número de morenas de cada tierra y los picos.
Comenzaba el acarreo poniendo cambiando al carro las pernillas de la hierba por las del pan, los arropos y las estranguaderas seguían.
En cada carro se cargaban sesenta manojos, teniendo en cuenta otras circunstancias podían alterarse los viajes, que había que dar, pero no la medida.
Se comenzaba a construir la fejina, para ello se tomaba en consideración el número de carros y la fuerza de la persona que tenía que dar los manojos para construirla. Una medida normal era dos carros para el culo (base) y diez o doce de vuelo.
Se ponía un manojo de pie en el centro y, a partir de ahí, se iban poniendo en rededor con una ligera inclinación todos los que precisara la base. Después se iba levantando poniendo capas entrelazadas espiga con el culo del manojo, pero por la parte exterior siempre la touza, que se espetaba, ligeramente, en la del manojo de abajo.
Cada circulo iba teniendo menos diámetro hasta terminar poniendo en la cumbre tres o seis manojos, atados entre sí, y con las espigas para el mismo lado.
Todos los años cuando se acaba de acarretar era habitual el comentario: El tío … … ¡vaya moza! que ha hecho este año, anda que fulano no se ha quedado atrás.
Por mucho que llueva, en una fejina bien hecha, no entra ni gota de agua.
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