Os dejo esta oda tan divertida para exaltar patatas.
ODA A LAS PATATAS
No las lides
pretendo
celebrar de Austerlitz y de Lepanto,
ni de Roma el estruendo;
yo que de eso no entiendo
la gloria y prez de las patatas canto
Y no en contrario pugne
esa que grey se nombra de Castilla,
no espero que me impugne,
ni creo le repugne
lo que ha venido a ser su comidilla.
Porque alusión recela
dirá más de un señor que no las cata;
yo digo que no cuela,
que lo cuente a su abuela
porque a mí no me meten la patata.
Bien haya a los que hallaron
de América el rincón, pingüe tesoro,
que audaces explotaron,
y al regresar surcaron
olas de plata y borbollones de oro.
Bien haya a los que hicieron
romería tan larga, viento en popa,
y en la región que hendieron
la mina descubrieron
que de patatas inundó la Europa.
Pues dionos más consuelo
(dice un autor) que el oro y que la plata,
quien con humano celo
al europeo suelo
la mina trasplantó de la patata.
Del hambre al fiero estrago
las masca el rico, el rey ¿quién dijo miedo?
y en su elocuente amago
igualan al monago
con el mismo arzobispo de Toledo.
¡Oh! Sin su prodigiosa
y alta influencia que a pintar no acierto,
en esta era famosa
fuera una misma cosa
quedar cesante y repicar a muerto.
Sabroso, no es lisonja,
y fruto el más barato del mercado,
el estómago esponja
del ex fraile, la monja,
la huérfana, la viuda, el retirado.
Y es tal su baratura
que todo bicho en ella echa bravatas,
diciendo a quien se apura:
«No hay miedo, criatura,
venga a mi choza y comerá patatas.
Por la voz acabada
en eira como Ojeira, Beira y Neira,
Galicia es señalada;
pero es más celebrada
por la gaita chillona y la muñeira.
Nombre la Mancha alcanza
entre ciertas y ciertas maravillas
por su héroe Sancho Panza,
y la española danza
que llamamos manchegas seguidillas.
Mas también fama y mucha
les da su patatar, respondo a ciegas,
o decida en la lucha
La Ojeda que tanto escucha:
¡A dos cuartos manchegas y gallegas!
Igual, bien comparadas,
a las mujeres son, doy datos fijos:
pálidas o encarnadas,
panzudas o estrujadas,
doncellas la mitad y otras con hijos.
Nadie hay que más insista
en ser cual yo tan partidario de ellas,
la causa está a la vista;
probable es que consista
en que me saben bien estas y aquellas.
Plantas las dos del suelo
que al ardiente apetito desafían,
guardan con denso velo
un corazón de hielo,
pero entrando en calor tarde se enfrían.
Furioso las envisto
fritas, asadas, con arroz, calientes,
ya guisadas, ya en pisto,
pero en tortilla ¡ay Cristo!
me hacen de gusto tiritar los dientes.
Si llega a mis oídos
el son de la sartén sobre la hornilla,
parezco a los partidos
que en viéndose vencidos
desean que se vuelva la tortilla.
Tanto al amor convida
hoy la patata, que decirse debe
con el alma y la vida,
que es la flor escogida
de este pensil del siglo diez y nueve.
Por eso conociendo
su privilegio, su valor y encanto,
yo que jamás me prendo
de cosas que no entiendo,
la gloria y prez de las patatas canto.
Autor:
Juan Martínez Villegas
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