REFLEXIONES DESENFADADAS DE UN VIEJO CHICANO (6)
Son hermosas las hojas del acebo, con su verde intenso y de un blanco inmaculado eran sus rectas y tiernas ramas, una vez devorada su corteza por los dientes de roedor de los conejos. Mis tiempos de escolar lo atestiguan, cuando nuestro maestro se servía de ellas para poner coto a nuestras travesuras de colegiales.
Eran otros tiempos en que los rapaces teníamos otra fibra y, seguramente por eso, los métodos de nuestro maestro no se consideraban maltrato infantil. Hasta los padres hacían suya aquella máxima de "la letra con sangre entra".
En la fauna del valle, aparte el ganado doméstico, abundaban lobos, zorros, liebres, garduñas, tejones y en número escaso se pueden citar al corzo y al jabalí, no mencionando otras especies menos importantes y más comunes en otras zonas del pais. Cabe destacar que ni en nuestro valle, ni en los otros dos de la alta Omaña, nunca se ha constatado la presencia del conejo silvestre, no sé si por culpa de pertinaz mixomatosis o porque hasta este roedor desdeña nuestra tierra. Al citar al lobo, preciso es detenerse un momento con este gran depredador, que "no llena los ojos antes que la panza". Es animal que mata y mata antes de comenzar a devorar sus presas. Por otra parte es difícil imaginarse el estremecimiento que produce oir su aullido nocturno en las proximidades de los pueblos, especialmente cuando coincide con esas lóbregas noches invernales en las que la nieve es arremolinada por el viento que parece acompasar su silbido con el inquietante grito de la fiera.
En el mundo volátil, planeaban en el cielo "chicano", águilas y milanos, abundaba la perdiz roja y su congénere de menor tamaño y habitando en las alturas, conocida como la perdiz pardina. Un pájaro característico era una especie de cuervo pequeño, conocido como "chouva", amante también de las alturas, de las que descendía para prevenir a los lugareños de que se acercaba la nevada. La ya citada cabra llouca, el cuco, el pájaro carpintero y una variada gama de pajarillos, alguno muy hernioso como el conocido como lavandera, por su permanente sobrevolar los ríos en busca de insectos acuáticos. Esta colonia de pájaros propiciaba el lúdico entretenimiento que con bárbara fruición practicaban los rapaces: baltar los neales (destruir los nidos).
Aunque mamífero, en el mundo alado no faltaba el murciélago, considerado como pájaro de mal agüero. E interrumpiendo el discurso lógico de este relato, a estas alturas del siglo XXI, puede resultar extraño la práctica no infrecuente, al menos hasta la mitad del siglo anterior, consistente en comer los humanos la carne de las ovejas "toscas" (locas). Estas ovejas padecían una enfermedad, que según los lugareños era producida por un "bicho" que anidaba en sus cerebros. Se detectaba la enfermedad porque la oveja pastaba en un reducido espacio alrededor del cual giraba sin cesar. En más de una juerga de los mozos, se les cortaba la cabeza y se comía sin mas preocupación. ¿Sería el “bichito” esa extraña proteína conocida como prion, que en fechas recientes llevó la enfermedad de las vacas locas a que estas muriesen y por contagio causaran la muerte también a los humanos?
Puede ser que los del Ozeo fuésemos gentes de poco alcance, que según se decía era el antídoto de la locura.
¿Qué decir de la extraordinaria calidad de las truchas del Ozeo? Era la única población piscícola del rio y de alguno de sus arroyos afluentes, acompañada alguna vez por la nutria. La exquisitez de la trucha del Ozeo, era conocida internacionalmente, como tuve ocasión de comprobar en 1962, leyendo una prestigiosa guía turística francesa. Pero el Ozeo y afluentes era pródigo en esa especie tan común como es la rana, que si merece aquí mención es por la inexplicable ausencia de ella en el repertorio gastronómico de la zona.
Decir que abundan culebra, lagarlos y lagartijas, no es añadir particularidad alguna; si lo es la existencia menos común de la sacavera (salamandra) que por tener un cierto parecido con la lagartija, las gentes creían que pertenecían a la misma familia de pequeños reptiles. Alguien versado en la materia, me saco de tan craso error, creo recordar que me informó de que la sacavera era un batracio urodelo en cuya piel segregaba un ¿alcaloide? Veneno, poco peligroso para el hombre y para la mujer, claro, que gustaba de los ambientes húmedos y de la nocturnidad.
Esta información me liberó del miedo al animal que se expresaba con el dicho aquel ”mordedura de sacavera, saca pan y cera”. El pan se supone, para las plañideras y la cera para los cirios que alumbraban el ataúd del envenenado. Mas se justificaba la mordedura de la víbora que también contaba con su refrán: “Mordedura de víbora, toca las campanas y llora”. Ignoro como el mordido podía tocar las campanas, a muerto, por supuesto y mucho menos llorar después de "estirar la pata y regañar el diente", también singular sinónimo de muerte. Y en las fúnebres creencias destacaba el odiado escorpión que asimismo contaba con su leyenda: "mordedura de escorpión, busca pala y azadón".
Debe tenerse en cuenta que en los camposantos "chícanos", como en tantos otros, no existían nichos ni mausoleos, ¿también manejaba el azadón el muerto?
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