Mensajes de TURON (Asturias) enviados por José Mel Z..L.:
-Está sonando el violín del sobrino del maestro.
María Gloria tumbó unos sacos sobre la hierba, sobre la hierba se tumbó ella y sobre ella el diligente Laureano Bayón, quien llevaba rocío en las cejas y sefoco de amor entre las piernas.
Discurre esta narración por la noche de Peñafonte. Había brisa y rocío de luna. La niebla se había esfumado, pero seguía el cielo vacío de estrellas. En los recodos de los fogones o bajo el manto de la hojarasca, los duendes engendraban las leyendas.
-Que no, mujer. ¿No quedamos en que habían sido los higos que se te antojaron la noche de carnaval?
-Digo, Laureano, que si la hoja de la higuera en el centro de la frente no será una revelación.
María Gloria sufrió de insonio desde el nacimiento de los mellizos, Roberto Belarmino y Eliseo a pesar de las infusiones de lúpulo y de los baños de valeriana que siempre le recomendaba María Perpetua. Se pasabe las noches cavilando sobre la paternidad de sus hijos y al despuntar el alba terminaba como al principio. Ultimamente parecía decidida a asegurar que Eliseo era hijo de Laureano y Belarmo de Haroldo, pero algo le decía que eso iba contra la lógica natural.
-Vete tú a saber, Constantina, vete tú a saber.
-Ésos dicen que murieron hinchados de sólo comer papillas de harina de maíz.
-Quizás, Laureano, si me bañara con agua de la fuente de Llama Rubia podria darte un hijo.
-No importa, mujer, si luego la mayoría se mueren de la tos ferina o de garrotillo o de nada, como los primos de Práxedes, Salvador y Constante.
Quienes no meditan ni han aprendido a estar solos, viven en prision consigo mismos y tal vez tambien con otros.
THOMAS BROWNE.
El filosofo es un hombre que no quiere creer lo que ve; porque esta demasiado ocupado en meditar sobre lo que no ve.
BERNARD LE BOVIER FONTENELLE.
La meditacion es el ojo del alma.
JAQUES BENIGNE BOSSUET.
Los ensayon son meditaciones dispersas.
FRANCIS BACON.
Los grandes entendidos discuten ideas: los mediocres discuten acontecimientos; y los pequeños, personas.
EDMUND WILSON.
Una gravedad continua no es mas que la mascara de la mediocridad.
VOLTAIRE.
Es un gran signo de mediocridad alabar siempre de manera moderada.
LUC C. DE VAUVENARGUES.
Lo mas grande va sin reparo con lo mas pequeño. Lo mediocre va solo.
RABINDRANATH TAGORE.
Una de las mayores pruebas de mediocridad es no acertar a reconocer la superioridad de otros.
JEAN BAPTISTE SAY.
Los espiritus mediocres condenan ordinariamente cuanto se halla fuera de su alcance.
FRANCOIS DE LA ROCHEFOUCAULD.
Los axiomas son obra de las personas inteligentes que han trabajado para uso de los espiritus mediocres o perezosos.
ANTOINE RIVAROL.
La mediocridad, dondequiera es alabada.
FRAMCOIS RABELAIS.
Cuando uno esta dotado de mucho sentido comun y de muy buenos sentimientos, nunca es mediocre.
JOSEPH JOUBERT.
Salir de lo mediano es salir de la humanidad.
BLAISE PASCAL.
El talento extremado suele acusarse de locura, como la carencia extremada del mismo.
BLAISE PASCAL.
Solo conviene la mediocridad. Esto lo ha establecido la pluralidad, y muerde a cualquiera que se escapa de ella por alguna parte.
BLAISE PASCAL.
Lo que hace magnificos a los pueblos no es principalmente la altura de sus hombres grandes, sino la de sus innumerables mediocres.
JOSE ORTEGA Y GASSET.
Los seres mas mediocres pueden ser grandes solo por lo que destruyen.
ANDRE MAUROIS.
Solo una persona mediocre esta siempre en su mejor momento.
WILLIAM SOMERSET MAUGHAM.
Los hay buenos, algunos mediocres y malos los mas.
MARCIAL.
El artista es mediocre cuando razona en vez de sentir.
GUSTAVE LE BON.
La mediocridad es lo excelente para los mediocres.
JOSEPH JOUBERT.
La mediocridad podra definirse como una ausencia de caracteristicas personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad.
JOSE INGENIEROS.
Donde hay mas que astucia, forzosamente hay mezquindad; astucia equivale a mediocridad.
VICTOR HUGO.
Una debil fragancia de genio en una persona medianamente ordinaria, es detestable.
OLIVER W. HOLMES.
En esta vida algunos hombres nacen mediocres, otros logran mediocridad y a otros la mediocridad les cae encima.
JOSEPH HELLER.
Estimo que el exito de las mujeres es, de ordinario, una señal de mediocridad.
GUSTAVE FLAUBERT.
Los hombres mediocres, que no saben que hacer con su vida, suelen desear el tener otra vida mas infinitamente larga.
ANATOLE FRANCE.
Laureano Bayón (carpintero, tapicero, ebanista y tallador de arcas y escaños) habia entrado aquel día lluvioso del año seis en la casa de la timorata María Gloria para ponerle tapices de cretona a unas sillas antiguas. Ella estaba recogiendo unos granos de maíz desparramados por el suelo. A Laureano se le abotargó el crebro y se le encendieron las intenciones al observar aquel cuerpo inclinado, rebasando con voluptuosa arrogancia el remate de sus propias curvas, estrangulando líneas trazadas con ... (ver texto completo)
-Quizás, Laureano, si me bañara con agua de la fuente de Llama Rubia podria darte un hijo.
Laureano Bayón (carpintero, tapicero, ebanista y tallador de arcas y escaños) habia entrado aquel día lluvioso del año seis en la casa de la timorata María Gloria para ponerle tapices de cretona a unas sillas antiguas. Ella estaba recogiendo unos granos de maíz desparramados por el suelo. A Laureano se le abotargó el crebro y se le encendieron las intenciones al observar aquel cuerpo inclinado, rebasando con voluptuosa arrogancia el remate de sus propias curvas, estrangulando líneas trazadas con ... (ver texto completo)
Miró hacia la casa. En la habitación de Clara había gente. A través de los cristales adivino el perfil de don Jacinto.
Al final del Camino de las Moras, en el pajar de la casa, el carpintero Laureano Bayón y la afable María Gloria, le ponian los cuernos al hombre más grande de Peñafonte, que en aquel momento jugaba al tute en la Posada de Maura. Y esto lo venian haciendo desde el dia de La Huelgona, hacia ya más de veintitrés años, cuando Haroldo y otros mineros bajaron a unirse a la revuelta de los trabajadores de Fábrica contra el Gabinete Negro. (Esto son cosas que ocurren a menudo, que cuando la ocasión llega ... (ver texto completo)
Miró hacia la casa. En la habitación de Clara había gente. A través de los cristales adivino el perfil de don Jacinto.
Juan solto la cabeza bajo el chorro de la fuente y sintió un gélido latigazo atravesarle las sienes.
El destello verdoso de los cocos, surgido de los recodos de piedra, por ente las matas de artales, flameaba en la inquieta oscuridad creando mágicos espacios blancos donde se fundían rojas miradas de alcohol con plateados rayos de luna.
Juan Damasceno, el reciente marido de Clara, el padre del retoño que crecia en las entrañas de Dulce Nombre (que esto lo sabemos nosotros pero no él), el Hospiciano, el minero que sabia latín (y a ver para qué te sirve), el Matamoros valiente que había luchado contra las huestes de Abd-el-Krin, el hombre con paso de niebla y sin ninguna estrella a la vista, mientras caminaba despacio hacia la fuente, sentía el peso de la culpa gravitar sobre su conciencia y no flotaba ya en su ánimo la tristeza sino ... (ver texto completo)
Todavía iba Juan Damasceno, con los ojos aborrachados, por el Camino de la Fuente hacia su casa (que el tiempo, a veces, corre menos de lo que a primera vista parece y hasta es capaz, si es preciso, de estarse quieto).
-Y bajo la sombra de esta higuera jugaban a los cabianes y a zurriágame la melunga los hijois del cura Belarmino, antes de que fuera excomulgado.
-Y con higos agostados de esta higuera se curan la tos y el estreñimiento los rocineros de mal asiento.
-Con leche de esta higuera curaba sus verrugas el padre de Humbertina del Valle, antes de partir para la guerra de Cuba, y ahora lo hace el tío de Maura, León Costales.
La higuera centenaria, La Higuerona, extendia sus hojas acorazonadas, como manos abiertas, desde el arroyo hasta la plaza, por encima de la Ermita.
La brisa removia el musgo de los cascajales del arroyo. Rabiones menudos sal modiaban ancestrales tonadas serenas.
Unos pasos más al norte de la Posada, junto a la higuera centenaria, se alzaba, encogida y vetusta, la Ermita de San Roque. En su interior ardían las candelarias.