Mensajes de TURON (Asturias) enviados por José Mel Z..L.:
A Ceferino también le quitaba el sueño el contorno apretado de Mauricia Costales y se volvia rigoso al verla zarandearse.
Ceferino Garcia Collado, el patiestevado hijo de la partera María Perpetua, era resignado y conformista, lo cual tenía su mérito.
-Me parece, Ceferino, que estás confundiendo el hacer cuchillos con afilarles la hoja.
-Hombre, esas cosas nunca ilusionan, pero se resigna uno. Mi madre se pasó la vida sacándole hijos al mundo, todos bien parecidos, y para uno que trae ella, pues ya veis, en casa del herrero cuchillo de palo.
- ¿Y a ti, Ceferino, no te sienta mal que te digan Malfechu?
Afuera, la noche seguía inseminando la tierra de soledad con infinita resignación. En la caballeriza, las mulas sentían el alivio del vacío sobre sus lomos y se abandonaban al sosiego de la noche con el cuerpo abohetado por el peso de las albardas
Efrén Alonso deseaba a Maura cada noche y su imagen lo hacia vibrar bajo las sábanas. Sólo el recuerdo acaramelado de Digna Emerita, con su vestido azul de los domingos, llenaba sus venas de melancolía y evitaba, por el momento, que terminara arruinando ansiedades en los labios más apetecidos de Peñafonte.
Maura sabía que Efrén terminaria cualquier noche revolcándose con ella sobre la cama de níquel.
Si, Dulce, eso es cierto. En sus ojos veo los míos, y se me tambalea la promesa cuando los tengo al alcance.
A ti, Maura, ese Efrén te humedece el cuerpo.
A Mauricia Costales de Caso le pesaba sobremanera la losa de granito de su difunto marido cuando tenía delante los ojos de amanecer de Efrén Alonso.
Mauricia Costales le hizo un quiebro de cintura a Efrén Alonso y éste mordió la luz de los candiles y se tragó, con escozor, la sugerencia.
-Eso no va a evitar que se nos apague la luna.
En las memorias de los hombres que se escalecían en la Posada de Maura las cosas iban perdiendo su nombre (como antes del principio de todos los tiempos).
Estimo que el exito de las mujeres es, de ordinario, una señal de mediocridad.
GUSTAVE FLAUBERT.
Frente a una muchedumbre, los mediocres son los mas elocuentes.
EURIPIDES.
Las verdades importunas no son populares.
ARTHUR CONAN DOYLE.
La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.
GILBERT K. CHESTERTON.
Hay ciertas cosas en las que la mediocridad es intolerable; la poesia, la musica, la pintura, la oratoria.
JEAN DE LA BRUYERE.
Siendo mediocre, pero a fuerza de saber humillarse, se alcanza todo.
PIERRE AGUSTIN DE BEUMARCHAIS.
Doctores son aquellas personas que recetan medicinas, de lo que saben poco, para curar enfermedades que no conocen en personas de las cuales no saben nada.
VOLTAIRE.
Los hombres deben a los medicos enfermedades que aquellos no conocian.
LEONARDO DE VINCI.
Preservar vivo a un hombre en medio de tantos peligros y asechando es casi tan milagroso como crearlo.
JEREMY TAYLOR.
El sueño es la unica medicina efectiva.
SOFOCLES.
Muchas buenas medicinas hay que no pueden aokicarse, por ser los enfermos mal sufridos.
JOAQUIN SETANTI.
No queda al enfermo esperanzas cuando el medico aconseja intemperancia.
LUCIO ANNEO SENECA.
Nada molesta tanto a la curacion como el cambio frecuente de medicinas.
LUCIO ANNEO SENECA.
Parte de la curacion esta en la voluntad de sanar.
LUCIO ANNEO SENECA.
No quiere el enfermo medico elocuente, sino que le sane.
LUCIO ANNEO SENECA.
Soy solamente un medico vulgar y silvestre. Todo lo que quise fue fundar un hospital. Pero los pacientes comenzaron a llegar interminablemente y hubo quienes donaron tierras y otros que quisieron aduyar, de modo que creamos una gran familia.
ALBERT SCHWEITZER.
La mejor medicina es un animo gozoso.
SALOMON.
La templanza y el trabajo son los dos verdaderos medicos del hombre: el trabajo agudiza su apetito, y la templanza le prohibe abusar de el.
JEAN JACQUES ROUSSESU.
La unica parte util de la medicina es la higiene.
JEAN JACQUES ROUSSEAU.
El fracaso de la medicina no es no curar, pues todos vamos a morir, el fracaso de la medicina es no confortar.
Solo el medico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan.
SANTIAGO RAMON Y CAJAL.
Matan los medicos y viven de matar, y la queja cae sobre la dolencia.
FRANCISCO DE QUEVEDO.
¿Quien decide cuando los medicos no estan de acuerdo?.
ALEXANDER POPE.
Donde quiera que se ama el arte de la medicina, se ama tambien a la humanidad.
PLATON.
Oponte a los comienzos; es tarde para acudir a las medicinas, cuando el mal, merced a las largas dilaciones, se ha arraigado.
OVIDIO.
Los medicos saben que la salud de una poblacion no se obtiene o mantiene con los medicamentos, que es mucho mejor, mas facil y prudente adoptar medidas preventivas para evitar enfermedades.
ROBERT OWEN.
-Eso no va a evitar que se nos apague la luna.
-Ya viene, por el camino de los valles, la luz eléctrica.
-Parece como si el tiempo se hundiera debajo de Peñafonte. Quizá estemos todos demasiado cerca de la tierra en este pueblo. Nos vamos desollando irremisiblemente entre resquemores y desalientos.
El pensamiento de Alarico andaba desperdigado, desatinado, lo cual no seria grave (pues a todos nos ocurre alguna vez) si, en su caso, no hubiera tanta correspondencia, y tan inmediata, entre la idea y el acto. (Que hay vidas que al no ser de carne no se las oye sangrar.)
No sabemos por qué al tonto Alarico, que tan bien le acariciaba los pechos a la viuda Dulce, le gustaba tanto martirizar sapos y por qué además, prefería hacerlo en el huerto de Mauricia Costales.
Alrededor de la Posada el rocío de la noche fecundaba los huertos. El tonto Alarico sacaba del saco los escuerzos y los iba sapiando, poco a poco, uno a uno (regocijo en los ojos), desbaratándole guiños a la luna, temblando las sombras, sepultando las dudas bajo el hervor de la raíces. Había reflejos de sueños sobre los charcales del huerto.
-La verdad es que solo, lo que se dice solo, nunca lo estuve. Están los frutales, que nunca paran de crecer, que si a aquel manzano le sobran unas ramas, que si a este peral le ataca la filoxera. Y por las noches siempre hay un cuclillo que te avisa de algo o alguna coruxa que te anuncia los sueños. Todo acompaña. Y no digamos la lluvia, cuya compañia, a veces, de hacerse tan eterna, ofende. Hay muchas formas, Maura, de espantar la soledad.
-Ya no volverá a estar solo, Tomás.
Tomás Chanzaina le contaba a Mauricia lo de su hija Amelia y ella, mientras, le llenaba el vaso de aguardiente. En verdad eran hermosos los ojos de la posadera, dilatados y elocuentes, como un día despejado, chispeantes como el carbón herido bajo el fuego rutilante. Hermosos ojos siempre enamorados.