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Mensajes de TURON (Asturias) enviados por José Mel Z..L.:

Mauricia Costales era más bien feliz, a pesar del juramento.
-MirA, Jacobo. Mis quereres andan por otros caminos. Además, estoy casada con una lápida de granito del cementerio.
En los diez años que habían pasado hubo de rechazar varias ofertas de matrimonio de audaces arrieros lascivos y de algún vecino desmemoriado. La última insinuación, aún reciente, había sido la del sobrino del maestro, Juan Jacobo Varela, especialista en asonadas y revueltas contra la Monarquía y el Directorio Militar, miembro activo de la joven y clandestina Federación Anarquista Ibérica, poeta de rima libre y virtuoso del violín. Juan Jacobo Varela, que gastaba mirar profundo y chaleco de vellorín, ... (ver texto completo)
Mauricia Costales olvidó prontp a Orestes Tablón, pero no pudo olvidar su promesa de viudez perpetua. Era como una escrófula insanable que formaba parte de su vida cotidiana, al igual que el olor del aguardiente, las meadas de su hija Veredigna (que Dios quiso que fuera hembra) o las verrugas de su tío León.
Un vómito final sacudió el cuerpo de Orestes, quien aún alcanzó a suplicar que no retrasaran mucho los funerales.
Esta era la beata, que se restregaba la papada y ardía de mistica emoción ante el tamaño del juramento.
-Dios lo oiga y el pecado sea sordo.
María Felicia hizo la señal de la cruz y el cura Lubencio pensó en lo desagradecidos que son algunos moribundos, que se aprovechan de su remordimiento final para sujetar a los vivos a su recuerdo con promesas abusivas, como si los demás tuvieran la culpa de su infortunio.
-Si lo haces ten por seguro que saldré de la tumba para ajustarte las cuentas.
-Por Dios y la Cruz Sagrada te lo juro, Orestes.
Si te he dejado preñada le pones al hijo mi nombre y si fuera hembra, Dios no lo quiera, la bautizas con el nombre de mi santa madre Veredigna. No te olvides de mandar a alguien a sallar el maíz, riega los sementeros del huerto si aprieta el calor y nunca bautices el vino pues espanta a los arrieros y pone mohínos a los mineros. Que sobre la tumba me coloquen una lápida ligera. Por último, Mauricia, júrame ante los presentes que jamás volverás a casarte.
Al infausto Orestes Tablón, mientras agonizaba, más que el dolor de las tripas, que era agudo, se le advertía en los ojos la contrariedad por la muerte extemporánea. Antes de morir acertó a decirle a su mujer, en presencia del cura Lubencio y de su tía María Felicia, unas palabras que hicieron estremecerse al cielo, que se apagaba también, poco a poco, mientras la luna se preparaba para engalanar las copas de los carbizos con su hálito de ligera bruma.
Al ingente Orestes le sentó mal tanta agua fresca de golpe después de tanta aridez y, justo por Santa Marina virgen, expiró, víctima de un cólico miserere, vomitando inmundicia (que hay que ver lo que algunos esconden dentro). Dejó a la joven Mauricia viuda y preñada y con los retales de etamina aún sin sacar de las alforjas.
Se celebró el himeneo el día de la Trinidad, en la Ermita de San Roque, con rosas blancas exornando los reclinatorios y música de gaita durante la consagración.
-Ha dicho de plata.
- ¿Y no vale de barro?
-En tierras de urogallos abundan siempre las buenas mujeres.
-No hay moza más fina desde los Montes del Infierno hasta el Pico de María Santinos. Te lo dice Juan Villamanin. No tiene más familia que un tío viudo y algo verrugoso, pacífico y poco hablador, de quien dicen que cuenta muy bien las estrellas. Sus únicas condiciones son: que su tio venga con ella, que los colchones de la casa sean de lana vareada y un lebrillo de plata para lavarse los pies.
-En tierras de urogallos abundan siempre las buenas mujeres.
Orestes Tablón, que era recio e ingente como una roca de mar, encontró mujer a los pocos meses por medio del arriero Juan Villamanín, en el concejo lindante por el Este, allí donde abundan los tojos, robles, piornos y abedules y donde innumerables rocas calizas salpican de blanco un paisaje fatigado de verde.
Orestes Tablón retejaba la Posada, una de esas pocas tardes de julio en que la calina reseca los huesos y en los sobacos se forma un sudoral hirviente, cuando le entró la sed y bajó a la bodega en busca del barril. Al elevarlo sobre la cabeza y sentir el chorro fresco acariciar su garganta reseca pensó que quizá la compañia de una mujer fuera tan grata y necesarea como esos tragos de agua fría que ablandan el calor. Y, como quien no se atreve no vence y quien tarde se determina jamas se arrepiente, ... (ver texto completo)
Mauricia Costales de Caso vino al pueblo a casarse con Orestes Tablón, dueño de la Posada, de un huerto arrogante y de un buen trozo de vega sembrado de maiz.
-Dejame, mujer, que a nadie perjudico con ello.
-De nada te sirven los apósitos de berza salada ni los filos de rojo mientras sigas con esa extraña manía de contar estrellas.
Al tío León Costales se le había llenado el cuerpo de verrugas de tanto contar estrellas. Nadie lo ponía en duda.
-Supongo que para tapetes y cortinas y hasta puede que alcance para unas faldas.
- ¿Para que son tantos trapos, sobrina?
Con Maura llegó su tío León Costales, con el cuerpo sembrado de verrugas que ataba con los filamentos rosados de los tojos y untaba con leche de higo. Trajeron con ellos un burro llamado Valentín (que no es nombre de burro, pero eso hay que decírselo a quien lo haya bautizado), cargado de alforjas repletas de trebejos y retales de etamina, terciopelos y estameña.
Mauricia Costales de Caso habia llegado a Peñafonte una Pascua de Pentecostés, cuando el cielo chorreaba corrientes de luz y oréganos y malvas llenaban los campos de rojo y lila.
Se cantaban algunas canciones y Mauricia Costales iba y venía con la botella en la mano, embausada en su negocio (que mantener casa no lo sabe sino quien lo pasa, y más son los dias que las morcillas. Sus contornos apretados se contoneaban con pericia de mujer sabia y provocaban miradas candentes en jóvenes y viejos. Todos deseaban a Maura a la vez y de la misma forma, y es que la posadera hacía mudo el refrán y, en su caso, hermosura y sal sí cabían juntos en el mismo costal.
Efrén Alonso, además de leer con entusiasmo y facundia, tenía una letra inglesa que daba envidia ver y andaba con ganas de enseñársela a Digna Emerita, la hija mayor de Plácido Tuñon y de Flora Antayo, hermana ésta de Úrsula Antayo, de quien ya sabemos que dormía siempre con los ojos de par en par.
A Efrén Alonso le gustaba mucho leer los periódicos de Madrid en la Posada de Maura.
Hay que leer de todo, Harolodo, para poder opinar. Además, el cura Arboleya es muy inteligente y se le ve interesado por los asuntos de los obreros, eso sí, desde su posición de católico, que ya sabemos que eso es un inconveniente a la hora de llamar a las cosas por su nombre.
Ese periódico, Rufo, no es de los nuestros.
En Peñafonte apenas se leían periódicos. Por el Ateneo solian verse: El Noroeste (del reformista republicano Oliveros), El Socialista y algunos periódicos o panfletos de la zona, como La Voz de la Hulla o Los Mineros de la Hulla, Por aquellos días circulaban por el Ateneo, de mano en mano, algunos ejemplares atrasados de Solidaridad Obrera, traidos por el sobrino del maestro, Juan Jacobo Varela, quien además de ser anarquista tocaba en su violín las Sonatas de Germiniani como los propios ángeles. A veces, Rufo, cuando bajaba a La Villa, traía algún ejemplar de El Carbayón. ... (ver texto completo)
<<Más milagros del deoctor Asuero. San Sebastian: los señores Diaza Guerrero, padres del joven Antonio, están satisfechos por la notable mejoria de su hijo, que sufria de parálisis y estaba...>>
Seguía leyendo El Sol el joven Efrén Alonso.
Hubo un momento de silencio, hasta que se rompió con fuertes aplausos.
Haroldo Fernádez Paz, además de indolente, era un sindicalista activo y pertenecía desde bien joven al Sindicato Minero. No estaba de acuerdo con la actitud condescendiente de su líder, Manuel Llaneza, para con la Dictadura, pero Rufo lo había convencido para seguir en la lucha desde dentro. Haroldo era un tanto haragán y de naturaleza pastosa, pero a la hora de defender los derechos de los mineros andaba siempre el primero.
Hola Rosas, tambien para ti un abrazo y que pases una buena noche.
Oponte a los comienzos; es tarde para acudir a las medicinas, cuando el mal, merced a las largas dilaciones, se ha arraigado.

OVIDIO.
El medico que no entiende de almas no entendera de cuerpos.

JOSE NAROSKY.
No son medicos lo que nos falta: es medicina.

MONTESQUIEU.
Casi todos los hombres mueren de sus medicinas, no de sus enfermedades.

JEAN-BATISTE POQUELIN MOLIERE.
Medicos. Hombres de suerte. Sus exitos brillan al sol... Y sus errores los cubren la tierra.

JEAN-BATISTE POQUELIN MOLIERE.
Los medicos no son para eso; su mision es recetar y cobrar; el curarse o no es cuenta del enfermo.

JEAN-BATISTE POQUELIN MOLIERE.
El medico dispone, y la naturaleza obra.

RAIMUNDO LULIO.
El medico sabe por los libros y demuestra por la experiencia.

RAIMUNDO LULIO.
La medicina es, por su naturaleza, una filosofa.

RAIMUNDO LULIO.
El medico ha de señalar lo que sobra y lo que falta.

RAIMUNDO LULIO.
El medico que mas sabe
entra con menor rigor.

FELIX LOPE DE VEGA.
La medicina actual ha olvidado la salud, ¡es una medicina de enfermedad y de muerte! No es una medicina de salud y de vida.

GHISLAINE LANCTOT.