Si hubiera una hora triste donde todos los hombres se hundieran en la melancolia, cualquier huracán o
tormenta podría exterminarlos, como extermina el trueno, en un instante, la paz de los espacios. Pero la tristeza se va posando en cada uno, a cada instante, de manera irregular y caprichosa, y lo que podría ser fatídico genocidio se queda en letanía eterna de
lluvia, Regina tristitiae, ora-pro-nobis, y primero les toca a unos, que se quedan flotando en el aire, mohínos o huecos (como los
nidos de
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