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Mensajes de TURON (Asturias) enviados por José Mel Z..L.:

Para la mayoria de nosotros, la vida verdadera es la vida que no llevamos.

OSCAR WILDE.
¿Que es la mayoria? La mayoria es un absurdo: la inteligencia ha sido siempre de los pocos.

JOHANN CHRISTOPH FRIEDRICH VON SCHILLER.
Debe valorarse la opinion de los estupidos: estan en mayoria.

LEON TOLSTOI.
La mayoria es lo mas fuerte. Coloca a diez filosofos de un lado y a once bobos en el otro; los tontos ganaran.

CLAUDE TILLIER.
Cualquier hombre que tenga mas razon que su projimo ya constituye una mayoria de uno.

HENRY DAVID THORERAU.
La mayoria de las personas son como alfileres: sus cabezas no son lo mas importante.

JONATHAN SWIET.
Se fue con la mayoria.

PETRONIO.
Para la mayoria de la gente, dudar de una cosa es simplemente creer ciegamente en otra.

GEORG CHRISTOPH LICHTENBERG.
Es mi principio que la voluntad de la mayoria simpre debe prevalecer.

THOMAS JEFFERSON.
Una minoria puede tener la razon; una mayoria siempre esta equivocada.

HEINRIK JOHANN IBSEN.
La mayoria de los hombres son buenos solo mientras tienen por buenos a los demas; no quieren dar, sino unicamente saldar una deuda.

FRIEDRICH HEBBEL.
La mayoria de las personas prefieren confesar los pecados de los demas.

GRAHAM GREENE.
La mayoria de las cosas humanas son duales.

ALCMEON DE CROTONA.
Uno con la ley es mayoria.

CALVIN COODLIGE.
Para la mayoria de los hombres, la experiencia es como las luces de popa de un barco, que ilumina solo el camino que queda a la espalda.

SAMUEL DE TAYLOR COLERIDGE.
Los derechos humanos son un repertorio de elementos normativos que se han sustraido al juego de las mayorias.

BENEDICTO XVI.
Buscar la unanimidad por la violencia es labor baldia.

PIO BAROJA.
Bigamia es tener una mujer de mas; monogamia... lo mismo.

OSCAR WILDE.
Voz del pueblo, voz de Dios.

ADAGIO LATINO.
Seguía la luna ahuyentando la niebla.
-Llegara un día en que las arañas urdirán sus telas sobre las memorias de las gentes y entonces habrá quien conozca por fin el sosiego, aunque también habrá (que la esencia de la vida son las contradicciones) quien, vacío de recuerdos, se ahogue en los días sin sustento ni encomienda.
Tomás comenzó a relatar historias del fraile Marcelino, un curioso personaje que antes de tomar los hábitos había llevado una vida de vicio muy intensa. Juan, poco a poco, parecía ir recuperando la sonrisa. A medida que avanzaba la noche las sienes se le iban abotagando y su corazón vacilaba sobre una imagen de lluvia, ebrio siempre de impotencias.
-Cuando Clara se ponga buena vais a venir a casa a probar un licor de manzana que me enseño a hacer un fraile llamado Marcelino.
Tomás guardo la carta de su hija Amelia, pues preferencia tienen, en circunstancias de compadrazgo, penas sobre alegrías, congojas sobre contentos.
Juan siguió escupiendo la vivencia de su culpa (como un remanso que se convierte en torrente cuando al fin encuentra una salida).
-Mojaduras hemos pillado todos y aqui estamos. No te tortures, Juan, inútilmente, que el mal suele llegar por otros caminos.
Juan, entonces, le relató al viejo Tomás Chanzaina el episodio de la noche de bodas. Lo hizo despacio, sintiendo en cada golpe de voz una fuerte opresión en el centro del estómago, pero a la vez un alivio inesperado. (Con el sufrimiento se debe endurecer el nudo céntrico del alma, aumentar incluso de tamaño, como el hueso de una cereza, pero, a la vez, la envoltura se va tornando más frágil, más quebradiza).
- ¿Qué dices, hijo?
- ¿Sabe, Tomás? Clara está asi por mi culpa.
Tomás Chanzaina preguntó a Juan Damasceno por Clara Luz y éste metió sus ojos en el vaso de aguadiente. El viejo truchimán intuyó entonces que teía ante él una vida atormentada, porque su olfato prodigioso olisqueó la peste de azufre que deja el alma en el aire al contraerse (que toda inquietud en los sentimientos provoca la correspondiente alteración de los humores del cuerpo) y encogida quedó la voluntad de Juan al llegar hasta él la imagen de su esposa, enferma de los pulmones, nadie en Peñafonte ... (ver texto completo)
El arriero Juan Villamanín saboreaba el vino de dos orejas, acarreado por él mismo desde Tierra de Campos, después de haber fallado, inxplicfablemente, los bastos.
-Este vino enciende las ideas.
Horaldo era indolente, haragán y cornudo, pero buena persona, y jugaba bien al tute, sobre todo cuando hacia pareja con Frutos Carralón, desazonado siempre, incluso con las de ganar en la mano.
Al indolente Horaldo, padre incierto de los mellizos Roberto Belarmino y Eliseo, los de la hoja de higuera en medio de la frente (quienes andaban también por allí charlando con Ceferino García Collado), al haragan Horaldo, decimos (que las frases se arrebujan a la menor incuria), cuando cantaba las cuarenta se le encendían los párpados y se le escurría la baba por los pliegues del mentón. También se le escurría la baba cuando María Gloria lo besaba en la frente, todas las mañanas laborables, antes ... (ver texto completo)
Horaldo Fernández era grande y quieto, como la sombra de un ciprés al final de la siesta.
-El mediodía de San Juan.
En la mesa que había más cerca de la puerta, Horaldo Fernández Paz, Frutos Carralón y los arrieros Juan Villamanín y su ayudante (que hacian noche en la Posada) jugaban al tute de cuatro y mojaban los labios, de triunfo en triunfo, con vino de dos orejas.
-El mediodía de San Juan.
- ¿Y cuando llega su hija?
Era un buen aguardiente el que esta vez había traído el arriero Villamanín.
-Bueno, eso es diferente.
-La vida es pura contradicción. Tampoco a mi me cuadra que tú, con todo lo que sabes y con esa forma elocuente y segura que tienes de hablar, estés picando carbón en la mina de San Roque.
-Lo cierto es que nunca me cuadró que alguien que ponía tanta ilusión en todo acabara en un convento.
-No lo sé.
-Seguro que seguirá igual.
-Estaba llena de vida, en eso salía a Emelinda.
-Claro, siempre me embobó el entusiasmo que ponía en todos los juegos. Todos disfrutábamos mucho cuando hacia de madre en zurriágame la melunga.
-Cosas de curas. ¿Te acuerdas algo de Amelia?
-Pues, más o menos, que lo de Amelia habia sucedido contra su esperanza, pero muy en conformidad con su deseo.
- ¿Y qué quiere decir eso?
-Cuando usted se fue con su hija me dijo: Juan, apunta estas palabras de Cicerón para traducierlas, Illud ccidit praeter optatun meun, sed valde ex voluntate.
-Lo se. Yo fui detrás de ella a suplicarle al cura una última tercería en el asunto. Pero él, claro está, no podía oponerse a la voluntad de Dios.