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Mensajes de TURON (Asturias) enviados por José Mel Z..L.:

Caminaba ligero, sin arrastrar las madreñas que le hiciera en vida el padre de Julia Odalisco, Fidel Odalisco (que su castigo tenga por su acción vituperable). Presto llegó ante el portón del patio de Lázaro Alonso, abierto o cerrado ahora por capricho o necesidad de su viuda Dulce, muerto él de una manera tonta, en un descuido del cielo, o suyo propio, por no sujetar bien las bridas de su caballo por el camino pedregoso del cementerio (que la desgracia es juez que no admite regalos ni rectifica ... (ver texto completo)
Irreconocible, en fin, iba el viejo Tomás con la carta de su hija entre las manos, radiante, con el brillo de la exaltación luciendo en sus ojos incoloros.
Por el camino que iba desde la fuente hasta el caserón de la viuda Dulce Nombre de Maria, no caminaba la Huestia sino el viejo Tomás Chanzaina, que si de Huestia siempre tuvo aspecto (por sus barbas y su mirada inescrutable, sobre todo desde la muerte de su esposa Emelinda, en el incendio de la Peña del Cuervo, y aún más desde que su hija Amelia se encerrara en el Convento) no era ése ahora su coranvobis, sino que más bien el matiz de su figura semejaba el de un hombre emocionado y feliz.
Allá por el extremo oriente del pueblo, sobre los carrascos del cementerio, crujía ya la noche. Por los resquicios de los alares se colaban las leyendas. Los duendes (siempre hay duendes en las noches de los pueblos húmedos) se remejían con el musgo de los riscos o arrastraban melancolías por venajes y fontanales. Sudaban conformidad los pegollos de los hórreos y decia la abuela Angustias que la Huestia (a quien ya nadie prestaba atención) merodeaba acechante por los senderos deshabitados.
Se acercaba el día de San Juan (ya se esfumaba el día de Santa Marina) y el mundo del encanto y las quimeras se extendía por labrados, fuentes y helechales, y sus murmullos rugían en la oscuridad perturbando la gelidez de la brisa y el calor de los alientos, abochornando el ordinario discurrir de las cosas y obligando a Peñafonte a encogerse sobre sí mismo.
Tampoco madie escuchaba los gritos en latín del cura Lubencio, que andaba con el hisopo espantando los espectros del huerto rectoral. Nadie, salvo se hermana Blandina (perita coelestiun prodigiorun mulier), que ya andaba poniendo candelas a San Egido, intercesor en casos de locura y temores nocturnos.
CUATRO...

Resbalaba la tarde por los cantizales del arroyo. Una brisa fresca alborotaba la niebla que huía de los callejones humedeciendo las piedras y los poyales, brillantes unos por el uso diario (como el de la beata Maria Felicia que se pasaba la tarde sentada a la puerta esfoyando letanias al lado de los geranios o compartiendo murrias propias o dislates ajenos con su contemporánea Blandina San Juan) y desamparados otros cercados de árnicas y ortigas (como el de la casa de Julia Odalisca, ... (ver texto completo)
No hay cuesta, por pedregosa que sea, que no puedan subirla dos juntos.

HENRIK JOHAN IBSEN.
El matrimonio, como los injertos, prende bien o prende mal.

VICTOR HUGO.
El amor abre el parentesis, el matrimonio lo cierra.

VICTOR HUGO.
El que se casa hace bien, y el que no se casa hace mejor.

JAMES HOWELL.
¿Para que sirve en el matrimonio la inteligencia de una mujer? Para hacer pasar a su marido por necio.

ALFRED D´ HOUDETOT.
Todo hombre sabio ama a la esposa que ha elegido.

HOMERO.
Los maridos que no tienen mujer gruñona, viven en la gloria.

JOHN HEYWOOD.
Procura cuando puedas casarte con una mujer que viva cercana a tu casa.

HESFODO.
El matrimonio es una serie de argumentos desesperados de gente que se siente con pasion.

KATHERINE HEPBURN.
Una mujer debe dar gracias a Dios de que su marido tenga algunos defectos. Un marido intachable es un peligroso observador.

LORD HALIFAX.
Si alguno os quiere robar la esposa, la mejor forma de vengarse de el es dejar que se la lleve.

SACHA GUTTRY.
Si la mujer fuera buena, Dios tendria una.

SACHA GUTTRY.
El secreto de un matrimonio feliz es perdonarse mutuamente el haberse casado.

SACHA GUTTRY.
El matrimonio es una gran institucion para quienes admiran las instituciones.

GRAHAM GREENE.
El matrimonio, como el dinero, todavia esta con nosotros, y, como el dinero, se devalua progresivamente.

ROBERT GRAVES.
El amor es algo ideal; el matrimonio, una cosa real; la confusion de lo real con lo ideal jamas queda impune.

JOHANN WOLFGANG VON GOETHE.
Lo mas proximo a la felicidad de no tener mujer, el tener una mujer buena.

THOMAS FULLER.
En el matrimonio feliz no hay lugar para la neurosis.

SIGNUND FREUD.
Donde se celebra un matrimonio sin amor, habra amor sin matrimonio.

BENJAMIN FRANKLIN.
Ten tus ojos bien abiertos antes del matrimonio.

BEMJAMIN FRANKLIN.
En todo matrimonio hay, por lo menos, un necio.

HENRY FIELDING.
La felicedad se encuentra del lado de las buenas mujeres. Lo importante es saber dar con ella y en ser al mismo tiempo un hombre de bien. Doble y temerosa condicion.

GUSTAVE FLAUBERT.
Tampoco madie escuchaba los gritos en latín del cura Lubencio, que andaba con el hisopo espantando los espectros del huerto rectoral. Nadie, salvo se hermana Blandina (perita coelestiun prodigiorun mulier), que ya andaba poniendo candelas a San Egido, intercesor en casos de locura y temores nocturnos.
Nadie escuchaba, ahogada entre la lluvia, la musica de violín del sobrino del maestro, Juan Jacobo Varela Caparina, que dibujaba en el aire una melodia rusa. Nadie, salvo su prima Felícitas, que se abrasaba en su febril deseo, perdida en un mundo de imágenes inconfesables.
Afuera, bajo los blandos fangales, se iban enterrando las leyendas y, tras las tapias de hiedra, se ejecutaban a sí mismos, sin piedad, una multitud innúmera de sentimientos.
Juan y Clara se acariciaron despacio, casi sin querer, en silencio, ahogados en un instante vacío y sin apenas reconocerse.
Durante toda la noche la lluvia siguió cayendo sobre Peñafonte, estoico de monotonia, con extravagante delirio.
Subieron a la habitación, después de apagar la lumbre.
-Vamos arriba.
-No te entiendo.
-El olor de la culpa es algo especial para mí, siempre lo fue.
- ¿Qué tiene que ver?
-Lo sé, siempre lo sé por el olor de mi piel.
-No, no digas eso.
-Me siento culpable.
Juan aposentaba en sus ojos toda la angustia y vacilación de una tarde de borrina en los bosques espesos de Cueres, lo cual le recordaba a Clara, una vez más en el rumbo de la noche, la distancia entre los reflejos del cielo, (que enviscan los ojos y adormecen el alma) y el vibrar de una tierra repleta de grietas amenazantes.
Mientras Clara lloraba, Juan sentía cómo se le iban gastando las intenciones y asi se lo decia a ella, que le escuchaba sin entenderle.
- ¡Juan!
De nuevo el destino golpeaba la voluntad de aquel hombre, extraviado desde su infancia en una búsqueda inútil, como tantos otros desde que al hombre le nacieron las voluntades, que no las tuvo siempre, aunque nadie sabe bien cómo ni en qué momento le germinaron, debió de ser antes de que se desplazara la lluvia, antes de que los instantes se fueran juntando para formar los dias, antes de que los sueños se amontonaran para formar la noche, incluso antes de que nacieran los duendes, que son voluntades ... (ver texto completo)
- ¡Juan!
- ¡Maldito sea Dios!
Juan se mordió los labios. Se alborotó el nido de avispas en su cabeza y se agarrotaron sus venas de impotencia. Golpeó violentamente al gato, que merodeaba de nuevo junto al fuego, y el animal saltó por los aires escupiendo miaguidos y fue a estrellarse en la alacena provocando un estruendo que llenó la sala de ruidos.
-Estabas... borracho y, además, todo fue muy deprisa.
- ¡Y no viniste a llamarme!
-Venía mal la cría... ya sabes.
- ¿Qué?