-Pues sabras tú que el cura Lubencio nunca sale al
patio rectoral a recitar el breviario en
noche que cambie la luna, pues una vez que así lo hizo (laudate nomen Domini) se le quedó la voz ronca, como un lamento de alma en pena en noche de
lluvia, y así anduvo mucho tiempo, sin que le sirvieran de nada los gargarismos de salvia y de malvavisco, hasta que su hermana Blandina lo hizo recitar las Visperas chupando una moneda de plata, que hubo de pedir prestada a don Porfirio (que en paz descanse).