Frutos Carralon, hombre pacato y de poco hablar, superviviente de cuatro desprendimientos, encabezaba el grupo de mineros que subia hacia Cueto Moran.
A su espalda, el indolente Haroldo Fernandez Paz, grande como un desconsuelo, saboreaba aun el beso en la frente de Maria Gloria. A Haroldo le reconfortaba sobre manera el beso que cada mañana, antes de partir, le dejaba en la frente su esposa Maria Gloria. Lo reconfortaba incluso mas que cantarle las cuarenta al arriero Juan Villamanin.
Al lado
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A Adrian le gustaba mucho la viuda Dulce, pero se le hacia demasiado inalcanzable. El era el hijo de la mujer mas pobre de Peñafonte y ella la hermosa viuda de don Lazaro Alonso. (Hay sueños que solo sirven para apurar el tiempo).
Juan Damasaceno, imperterrita expresion, mirada siempre inmovil, intentaba conjurar su preterito imperfecto. (Hay pensamientos que son como telas de araña y hombres a quienes pesan sus recuerdos de forma desatinada, quiza porque no encuentran ordenados todos los eslabones de la cadena, pues cadenas son las vidas de los hombres, para unos simples brejuquillos que llevan con indiferencia, para otros calamiyeras que soportan con resignacion ejemplar y para algunos, como Juan Damasceno, estrenques penosos que provocan la constante rebelion contra uno mismo).
- ¿Que tal paso Clara la noche?
- Tosiendo mucho.
Rufo Fernandez llevaba la mina en las cuencas de los ojos. Brillaban con el rocio sus cicatrices azules. El aire frio le entraba por la nariz, se cristalizaba y le goteaba por los arcos de las aletas agrietandole los labios.
Rufo Fernandez, ademas de en sus ojos, tambien llevaba la mina en sus pulmones.
Se apartaron del camino de Riofarta y tomaron un sendero estrecho, que cruzaba las frondas de Cueto Moran.
Ante ellos se alzaba, sobre las matas de los ligustros, los eucaliptos erguidos hacia un cielo que empezaba ya a clarear.
El barro recibia sus pasos y los enterraba despues. Aquellos hombres iban esparciendo sus huellas siempre por los mismos leganales.
Pronto aparecieron los prados llamados de Rocellanos. La explotacion del carbon de toda aquella zona habia sido cedida por Lazaro Alonso al marques de Comillas. Desde la muerte de Lazaro, su viuda, Dulce Nombre de Maria, recibia los arriendos de la Compañia de Minas del Norte.
A las siete de la mañana todos los picadores, paleros y vagoneros debian estar en sus puestos de trabajo. Siete horas y media de fatigas. No contaba el tiempo desde la bocamina hasta el tajo. Desde Casares y Pedregal algo mas. De Santibañez, a dos horas de camino, venian pocos.
En San Roque habia dos bocaminas (la Nueva y la Vieja o de los Raposos). Cada una constaba de la galeria principal, que descendia en suave pendiente, y varias galerias transversales, algunas de las cuales comunicaban la Mina Nueva con la Mina Vieja. Esta ultima tenia galerias hasta de un kilometro.
Todo era como un bostezo amargo de la tierra verde.
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