Mensajes de TURON (Asturias) enviados por José Mel Z..L.:
Cuanto mas cercana a la verdad, mejor sera la mentira, y la misma verdad, cuando puede utilizarse, es la mejor mentira.
ISAAC ASINOV.
El castigo del embustero es no ser creido aun cuando diga la verdad.
ARISTOTELES.
Los mentirosos estan siempre dispuestos a jurar.
VITTORIO ALPIERI.
Quien quiere mentir engaña, y el que quiere engañar, miente.
MATEO ALEMAN.
La mente conmueve las montañas.
VIRGILIO.
Una mentira no tendria sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa.
ALFRED ADLER.
Hola tocayu, ¿ondes andais que nun se vos ve el pelo?
-Ven que te seque y te caliente un poco.
-Si no tengo frio, mujer, si no tengo frio.
-Ven que te seque y te caliente un poco.
-De por ahi, mujer, de por ahi.
- ¿De donde vienes, Laureano, con lo que llueve?
Constantina, a pesar de los achaques, siempre habia alimentado saludables esperanzas y se ilusionaba enseguida con cualquier cosa. Ilusionada andaba entonces escuchando el violin y observando el orbayu, mientras tomaba, sorbo a sorbo, la infusion de agrimonia y cardo santo y esperaba (ignorante ella) a su marido, quien retozando andaba entre la hierba con la mujer de Haroldo. (Hay a quien se le escalecen los sentimientos sin menester de violines).
A la mujer del carpintero Laureano (el amante infatigable de la afable Maria Gloria), desde que habia nacido, en años de mucha hambre, todo hay que decirlo, siempre le habian pronosticado pocos años de vida. Constantina, no obstante, enclenque y amarillenta, siguio creciendo y viviendo, mientras otros niños, mucho mas saludables, se fueron quedando atras, como Salvador y Constante (los primos de Praxedes Moro), y hasta consiguio la condenada hacer una buena boda con el carpintero de Peñafonte.
Muy cerca de Maria Perpetua, Constantina del Pino, tisica de cuerpo y alma, tambien atendia a los sollozos del violin.
A la partera le gustaba mucho soñar cosas imposibles mientras clasificaba las hierbas en tarros de cristal. El violin le hacia los sueños mas blandos y duraderos.
La partera, mientras se dajaba arrebatar por aquella acordanza celeste, clasificaba agrimonias, artemisas, hierbas locas, espliegos, alcarabeas, laureles, barros de agua y otras hierbas de las muchas que abundaban por la Campa de la Parra, en los castañedos de Cueres, por el camino de Riofarta o alli mismo, junto al arroyo, entre cambroneras y acantos.
Tambien a oidos de la partera Maria Perpetua llegaba la dulce melodia del violin.
Hasta la lluvia enmudecia temerosa de estropear el encantro. La lluvia se hacia orpin cuando queria callar. Aquella noche, mientras sonaba el violin, la lluvia callaba, pero no cesaba, y seguia cubriendo casas y campos, huertos y bosques, con su taciturno manto de lagrimas. Parecia estar purificando el cielo algun pecado inavitable a base de escupir remordimientos sobre la tierra sufrida.
La musica del violin llegaba totalmente nitida a las casas que se han descrito (que no era la descripcion baldia). Quien mas cerca la escuchaba era Digna Emerita, que alli estaba, asomada a la ventana de su cuarto, soportando las salpicaduras del agua en el alfeizar, embriagada por aquellos compases sutiles, viajando con ellos por entre la llouvia, soñando quizas con besos encendidos (que si Efren Alonso hubiera sabido por donde andaba, en aquel instante, revoloteando el recuerdo de su estampa, a ... (ver texto completo)
El edificio de la Escuela tenia tres plantas. Abajo estaban la aulas, en el segundo piso la vivienda y arriba la azotea, donde dormia y tocaba el violin Juan Jacobo Varela.
Al norte de este grupo de casas, con un camino ancho y pedregoso en medio, estaban la huerta, la cuadra y la casa de Clara Luz y Juan Damasceno.
Algo mas al nordeste de la Escuela habia un grupo de cuatro casas, unidas entre si por tabiques medianeros. Una era de Laureano Bayon y su achacosa mujer, Constantina del Pino. En la siguiente tenia el carpintero su taller. Luego venia la casa de la partera Maria Perpetua, salpicada de geranios. En la ultima de las cuatro vivia una familia de castellanos, recien llegados al trabajo de las minas.
El edificio de la Escuela andaba por el poniente de Peñafonte, entre las huertas de maiz y unas cuadras que rodeaban, por detras, la casa de Placido Tuñon, el padre de Digna Emerita.
-Me dices unas cosas, Jacobo, que me ponen la carne de gallina.
-Asi como la luna y las estrellas, cuando amanece, aunque parece que nos abandonan siguen estando en el cielo, asi tus ojos, Mauricia, en tu ausencia, siguen alimentando mi amor con su mirada azul de aurora omnipresente.
Juan Jacobo, ademas de tocar el violin por las noches, predicaba el anarquismo entre los obreros o se inventaba amores imposibles, como el que decia sentir por la posadera Mauricia Costales.
A Juan Jacobo Varela Caparina, en la Facultad de Letras, lo apodaban Mariposa (no sabemos si por el significado de su segundo apellido o por su afan de vuelo).
La musica del violin se enhilaba con las rafagas de lluvia y se formaban hebras de melancolia, envidia de las xanas, que ni sus cadejos de oro tendidos sobre el amanecer serian capaces de crear tanta armonia.
-Pues lo enseño su madre, la cuñada de un servidor, quien, a su vez, practicamente nacio aprendida.
-Pues debe de ser gente muy rara. ¿Y quien lo enseño a tocar el violin?
- ¡No, que va! Son partituras de gente importante.
- ¿Y este sobrino tuyo se inventa la musica que toca?.
Aquella noche, anegada de lluvia, el sobrino del maestro tocaba La ensoñadora noch, romanza del ruso Musorgski, su preferido.
Para las gentes de Peñafonte aquello era simplemente musica de violin, la musica del sobrino del maestro. (Lo de las obras y los autores se pone aqui por si alguien quisiera hacerse una idea de como aquello sonaba.)
Juan Jacobo, militante travieso de la reciente Federacion Anarquista Iberica, lo mismo tocaba los Caprichos, de Nicolo Paganini, que las Fantasias sobre la opera de Carmen, de Pablo de Sarasate. Juan Jacobo, segun su tio Conrado, interpretaba muy bien, especialmente bien, las sonatas para violin, de Geminiani.
Juan Jacobo Varela Caparina, por las noches, se subia al balcon de la azotea, se sentaba en una silla y desbarataba el discurrir uniforme de las horas a base de tocar el violin como los propios angeles.
Y Eliseo se rasco la hoja de higuera pensando que muchos poetas se habian muerto de hambre y no encontro sino clara relacion dondesu amigo habia visto desacuerdo.
-Eso es otra cosa, Eliseo. No confundas los versos con las ganas de comer.
- ¿Y Digna Emerita?
-Claro que no. Voy a entrar por la ventana del huerto. No quiero pasar una noche mas en blanco, que hay que ver como se encabrita el cuerpo con algunos pensamientos.