-Mire usted, don Lubencio, que digo yo que alguna explicación habrá por parte de la
Iglesia para esta ocurrencia del
cielo de que a mí, cuando me atenaza el sueño, no se me cierren los ojos, que yo lo sé porque me lo dicen todos los que así me han visto, que fueron muchos al principio, por lo que tenia de novedad, hasta quev
Frutos les prohibío la entrada, pues se estaba convirtiendo la
casa en una caseta de
feria, y desde entonces solo son él y mi hijo Juan quienes me ven dormida, con los ojos de
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