Luz ahora: 0,13028 €/kWh
        

Mensajes de TURON (Asturias) enviados por José Mel Z..L.:

No guardes nunca en la cabeza aquello que te quepa en un bolsillo.

ALBERT EINSTEIN.
Cuando lo hayas encontrado, anotalo.

CHARLES DICKENS.
La memoria es una experiencia sustituta, en la cual se da todo el valor emocional de la experiencia actual sin su tension, sus vicisitudes y sus perturbaciones.

JOHN DEWEY.
Lo que ocurre en el pasado vuelve a ser vivido en la memoria.

JOHN DEWEY.
Tengo memoria de elefante, de hecho, los elefantes a menudo me consultan.

NOEL COWARD.
Hay que tener buena memoria despues de haber mentido.

PIERRE CORNEILLE.
La vanidad practica trucos atractivos con nuestra memoria.

JOSEPH CONRAD.
Entre todas las facultades de la mente, la memoria es la primera que florece y la primera que se extingue.

CHARLES CALEB COLTON.
El cultivo de la memoria es tan necesareo como el alimento para el cuerpo.

MARCO TULIO CICERON.
El que sufre tiene memoria.

MARCO TULIO CICERON.
¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!.

MIGUEL DE CERVANTES.
¡Que pobre memoria es aquella que solo funciona hacia atras!.

LEWIS CARBOLL.
Una cabeza sin memoria es como una fortaleza sin guarnicion.

NAPOLEON BONAPARTE.
La desmemoria es un don que otorga Dios a los deudores para compensarlos por su falta de conciencia.

AMBROSE BIERCE.
Si hay una facultad de nuestra naturaleza que puede considerarse maravillosa, esa es la memoria.

JANE AUSTEN.
Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia.

ARISTOTELES.
No hay tristeza mas grande que recordar, en la miseria, de nuestros momentos felices.

DANTE ALIGHIERI.
Comenzaba ya a orbayar cuando Rufo Fernández entró en casa de Conrado Varela
El cura Lubencio se colocó su birrete de borla negra, otros la llevan roja y morada algunos, pero allá cada cual con su ceremonia, o con su pretexto. A él le correspondía negra, como negra era la noche que ya tenía encima, sosteniendo, a duras penas, sobre las nubes colmadas, la lluvia impaciente.
Allá va Úrsula Antayo con el remedio aprendido, camino de su casa (que si es verdad que la fe mueve montañas esta mujer podria haber hecho cambiar toda una cordillera, pero bien está cada monte donde está y no hay razones, de momento, para andar retocando paisajes).
-Mira, Úrsula. Vas a coger estas dos medallas de Santa Lucia y, antes de acostarte, te las vas a colocar sobre los ojos cerrados, atadas con un pañuelo o con una cinta para que no se muevan. Luego intenta dormir pronunciando la Salve. Esto hazlo tantas noches como años tienes. Veremos al final qué es lo que ocurre.
-Mire usted, don Lubencio, que digo yo que alguna explicación habrá por parte de la Iglesia para esta ocurrencia del cielo de que a mí, cuando me atenaza el sueño, no se me cierren los ojos, que yo lo sé porque me lo dicen todos los que así me han visto, que fueron muchos al principio, por lo que tenia de novedad, hasta quev Frutos les prohibío la entrada, pues se estaba convirtiendo la casa en una caseta de feria, y desde entonces solo son él y mi hijo Juan quienes me ven dormida, con los ojos de ... (ver texto completo)
- ¿Como van esos sueños, Úesula?
Úrsula Antayo, que dormía siempre con los ojos abiertos, nadie sabia por qué, era muy respetuosa con las cosas y las gentes de Dios.
El cura Lubencio se dusponia a recitar el breviario cuando alguien empujó el portón. La remisa Úrsula Antayo, madre de Juan Damasceno, le traía unos huevos frescos a Blandina San Juan.
En el patio rectoral bostezaban residuos de luz y bajo el viejo carbayu se formaban rizos de aire. Jadeaba a lo lejos el bosque y el eco del tedio aparecía, como un silbido, como un espasmo, por entre la maraña de nubes prietas.
En el palomar, ahora del cura Lubencio, había pegas, raitanes, tordos y gorriones, pero no palomas. También había mosqueros, andarones, pinpines, escribanas y tembladores. Había de todo en aquel palomar, de todo menos palomas.
Las palomas se fueron el día en que el cura Belarmino abandonó la Rectoral, excomulgado por el papa León XIII (Lumen in coelo), acompañado por sus hijos y la madre de sus hijos, Calamanda, mujer sumisa y agradecida de Dios, a pesar de los pesares (que poco llueve para quien bien se guarda).
El palomar era esférico y estaba cubierto de hiedra.
En el palomar del huerto rectoral no habia palomas.
En el corredor de su casa, Alarico, celebraba la eucaristía de los predios minúsculos o encomiendas en su sagrario de hojalata.
Sujeta por un momento tus ojos inquietos y escucha estas palabras que nadie pronuncia, pues no proceden de garganta, ni corazón alguno las alimenta. Están ahí. Son del aire. Flotan sobre la Peña del Cuervo, cosquilleando los pensamientos. Y ahora te toca a ti, Alarico, escucharlas. A ti, ser sin más conocimientos que los que encuentras perdidos en los caminos del monte, o en los rosales de la viuda Dulce, o entre sus pechos de nácar, que siempre acariciaste con sutil delicadeza. A ti, joven Alarico ... (ver texto completo)
En el corredor de su casa, Alarico, celebraba la eucaristía de los predios minúsculos o encomiendas en su sagrario de hojalata.
-O será esa luz empírea que recoge el cura Lubencio en el palomar de la rectoral y reparte despues en forma de bendiciones los primeros viernes de cada mes.
-Serán los restos que durante el día van quedando agarrados a las peñas blamcas.
Ya estaba el cielo cubierto de nubes. De él no parecía salir ya luz. Pero había luz. Por eso aún no lucían en las casas los candiles. A saber de dónde vanía aquel resplandor si el cielo lo estaba negando.
Plácida Iglesias aseguraba, delante incluso del cura Lubencio, que su marido la habia visitado la Noche de Todos los Santos y con un sentimiento impropio de un muerto la habia dejado preñada para escarmiento de la vanidad de los vivos, que se creían todos muy listos. Todo el pueblo sabía, sin embargo, que un hermano del muerto, Santos Escandón, emigrante en Argentina, habia pasado unos días consolando a la viuda y que él era el verdadero padre del tonto, pues Pedro Escandón (pobrecillo él) habia ... (ver texto completo)
-Yo creo que fue San Roque, que así castigó la mentira de la madre.
-O puede que fuera del golpe contra las tablas.
-Se le vació el cerebro de tanto llorar a oscuras.
Plácida Iglesias anduvo tres días con dolores de parto, con la criatura llorandole dentro, hasta que María Perpetua sentenció que o se sacaba el niño o se asfixiaba dentro, y preparó un bebistrajo de hierbas diversas que azotó a Alarico como un estampido contra el tablaje de pino.
Alarico Escandón, que hizo su primera y última comunión el mismo día que los mellizos de María Gloria, era demasiado guapo para ser tonto. Cuando su madre lo afeitaba, le cortaba el pelo y lo vestía con el traje azul marino de su difunto padre, parecía un licenciado.
Al tonto, que tenía la mirada gris-plateada, como una tarde de orbayu lo habia parido su madre, Plácida Iglesias, sin querer, once meses después de quedarse viuda.
Aquella noche, Alarico ni siquiera apreció la presencia de la luna. Nada tenia importancia para él, salvo su viejo cofre de hojalata.
Cuando terminaba la faena se le perdían definitivamente los pensamientos y se quedaba, durante un buen rato, como vacío, sin sentirse apenas. Luego, el aire del Norte le daba en la cara, se ataba los pantalones y se marchaba hacia el cementerio en busca de los sapos.
No sabemos por qué el tonto prefería el huerto de la posadera a la hora de estrujarse el gusto.
Al tonto Alarico lo habia enseñado a masturbarse Ceferino, el patiestevado hijo de la partera.
El tonto Alarico Escandón Iglesias, cuando había luna, cualquier clase de luna (entera o partida) se masturbaba detrás de la Posada de Maura, de pie, con los ojos apuntando al cielo.
Se asomaba ya la luna por encima de Cueres.
-Nunca debí dejar que ese amor se me fuera.
Allá iba el tonto Alarico, desconcertado, camino de su casa, cruzando el puente sobre el arroyo (que bostezaba su canción sobre las piedras, entre ligustros y saponarias). Llevaba sus trofeos hacia el cofre de hojalata sin lograr comprender el motivo de tanta arrogancia.
Las gentes propensas a la melancolia son las mejor dotadas para el amor.

HENRI BEYLE STENDHAL.