Alvarina Odalisca tenia los gestos afilados, un cierto arrebol permanente en las mejillas y el inconfundible olor de los espigones de maiz en el cuerpo.
Eliseo Fernandez Barrial, el pacato mellizo de la afable Maria Gloria, se hizo novio de Alvarina Odalisca. Fue una forma de salir del tedio, el macanismo util para burlar por un tiempo la rueda de la desidia (el milagro del amor que rompe con el monotono concierto del tiempo y la eterna letania del hastio).
De mi pecho surgen gritos de alegria
y de mi alma rafagas de luz.
Eliseo Fernandez sabia de epanadiplosis, concatenaciones y retruencanos (que el lenguaje sufre de muchas y muy raras enfermedades).
El poeta Eloiseo lo mismo hacia versos saficos que quintillas, lo mismo le escribia un romance a la santa Menedora como llenaba papeles con endechas, espineles y silvas dedicadas a la memoria mitologica del bosque o a la impotencia de los recuerdos. Pero lo que mas hinchaba la complacencia literaria de Eliseo era discurrir sonetos para su adorable Alvarina.
El mellizo Eliseo debia su habilidad, en gran parte, a las enseñanzas del maestro Conrado Varela, que descubrio muy pronto las inclinaciones liricas del mellizo.
El maestro Conrado Varela le habia regalado a Eliseo un manual de Literatura Preceptiva, y Practica Comparada para que siguiera cultivando el arte de la poesia.
En casa del maestro Conrado Varela tambien los dias y las noches se iban deslizando, como en un arroyo de palida luz, sin dejar mas rastro que el cansancio de los huesos.
En aquellas aromaticas noches del verano lluvioso, con la Escuela cerrada y el torpor de la inactividad abotargando los cuerpos, Remedios Guisasola y Conrado Varela se sentian envejecer por momentos. Quedaban muy lejos aquellas azafranadas tardes de otoño, en el jardin ambarino de la casa del bienquisto profesos Nicario Guisasola, con el sabor de los azules vientos marinos en las palabras, cuando el joven maestro, con su traje de lino, cortejaba a la ruborosa Remedios, que bordaba interminables manteles de panama sin levantar la mirada mas que para ahuyentar, de vez en cuando, los malos pensamientos. Y tambien quedaba lejos, muy lejos, aquellas sesiones en el cinematografo Fandiño, a donde se acercaban a ver La mascara de los dientes blancos o Los misterios de Nueva York.
Conrado Varela iba matando algo el tiempo con las sesiones que dirigia, en el recien creado Ateneo Minero, sobre aritmetica y geografia.
Remedios Guisasola enseñaba, por las tardes, las tecnicas del bordado y la pasamaneria a las jovenes del pueblo.
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