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Mensajes enviados por Justo hernandez hernandez:

Para que me lean unos cuántos compañeros, antiguos condiscípulos, mis más allegados y para D. Pedro González Candanero. Pbro. El Superior más querido, el que me enseñó a sentir, a vivir en mis letras, reservo las mejores de éstas páginas:

La Sra. Fermina está en la única habitación de la barraca, compungida y llorosa hace maquinalmente la maleta para su hijo Justo que se marcha mañana al seminario.
¬ ¡Jesús María y José!
¬ ¿Qué? Le responde su hermano que está sentado en su pequeña mesita, ... (ver texto completo)
Antes la vida transcurría tranquila, y hasta los embates malevolentes pasaban y no dejaban rastros dolorosos. Los rencores se olvidaban y las bonanzas perduraban sólo el tiempo de ser remplazadas por otros gozos.
Ahora, los rencores se acumulan y no dejan que los gozos los substituyan.
Tendrá que ir al oculista a que le cambie el color del cristal con que mira las cosas. Al mecánico a que le conecte de nuevo el chip de los pensamientos alegres. ¿Tendrá acaso que volver a nacer? ¿Podrá, sin tener ... (ver texto completo)
¬ ¡Ah! ¡Sí! – Revuelve Fermina: ¿Es por lo de primos hermanos? - ¿Es por eso? Y, ¿Justito no lo es? ¿Quiero decir: ¿No es tu primo hermano? Consuelito enrojece hasta la raíz de la verruga. Tiene que de nuevo recurrir a taparse el indiscreto lunarcito, mientras conviene:
¬También, tía. También. Pero Justito es más o menos de mi edad; quizá sea por eso que me parece que lo quiero un poco más.
Sigue hablando atropelladamente, con el pañuelo en la boca, intentando ahogar el pez en su propia agua. ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
¬Tú no te preocupes, jovencito – le tranquiliza Mn. Damián – Si el P. Jiménez no consigue colocarte en ese seminario al que tanto deseas ir, yo te llevaré a otros. Déjalo en las manos del Señor. No hagas como Moisés, que dudó de la promesa de Yahvé, y no pudo entrar en la tierra prometida. Si Él quiere, Él proveerá.
VI. -. Antonio y Retino en la Barraca.
Amanece en Casa Antúnez. El sol se asoma al horizonte en la raya del mar, enfrente del basurero de las “Carretadas” La belleza de los amaneceres, ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
Pero esta noche, esa ahogada queja, se metió en el sueño de Justito, que tintes tenía de pesadilla, más que de sueño. En su mal dormir, Justo refleja todos sus feos pensamientos que a pesar de sus esfuerzos, se le han infiltrado en el fluir de su inmediatez con las primas, y ahora le parecen un doble pecado mortal. Tanto por ser el un futuro cura, como por ser ella prima hermana, que es lo más cercano a hermana. Siendo como eran los padres primos segundos, también por parte de Fermina, tanto Justo, ... (ver texto completo)
Segunda Época C. 6 la Barraca.
También es mala suerte que a las primas hermanas de Justo, las colocase la tía Fermina, precisamente encima del camastro de Justo. Cierto es que existe en la barraca una habitacioncita, muy exigua, que sirve de laboratorio fotográfico a Domingo el hermano de Justo: Pero de momento la ocupan Marina y su marido Pepe que están en instancia de partida para Lyón en Francia. Así que hasta que se precise lo de ir interno a estudiar del futuro seminarista, tiene que dormir ... (ver texto completo)
Capítulo 10 Historias de los seminaristas en el Seminario Menor:
Entre la clase de tercero y la de bachiller, en el primer piso, dando al claustro, hay un local - no se le puede dar nombre de clase - muy estrecho: Tiene unos cinco metros de largo por apenas uno treinta de ancho. Indagando, Justo no llega a averiguar para qué servía aquel local en los tiempos que era cartuja u hospital, el imponente edificio de la Conrería. O quizá, cuando transformaron todo el primer piso para hacer aulas, existía ... (ver texto completo)
I.- De Antonio Panduro y sus hijas en casa de su hermano Manuel.

¬ ¿Lo ves? ¿Lo ves Manolo? Se lamentaba Fermina, que desde el marco de la puerta de la cocina, saca la cabeza y mira en dirección de la mesa camilla, donde trona el Señor Manuel.
¬ ¿Quéee? Le pregunta su marido, sacándose un auricular de la oreja, con los que escucha el parte en la radio galena.
¬Pues lo que te dije: Que tu hermanito “iba de paso” y ya los tenemos aquí, instalados a los tres.
¬Pero, pero ¿Qué puedo yo, hacer? ... (ver texto completo)
Para que me lean unos cuántos compañeros, antiguos condiscípulos, mis más allegados y para D. Pedro González Candanero. Pbro. El Superior más querido, el que me enseñó a sentir, a vivir en mis letras, reservo las mejores de éstas páginas:

La Sra. Fermina está en la única habitación de la barraca, compungida y llorosa hace maquinalmente la maleta para su hijo Justo que se marcha mañana al seminario.
¬ ¡Jesús María y José!
¬ ¿Qué? Le responde su hermano que está sentado en su pequeña mesita, en un rincón del comedor.
¬Que no es a ti ¡Si no voy ni a poder ni rezar! He dicho Jesús María y...
¬José: Te he oído. -Insiste José.

El Sr. Manolo intenta concentrarse en la lectura del periódico, pero un aire de pesar le aflora a los ojos, cuando mira a su mujer que entra y sale de la habitación sin ton ni son...
¬Ni me mires, ¿Eh? Que el niño, si se va, es por tu culpa ¡ea!
¬Pero mujer, si es por su bien. Va a poder estudiar una carrera que yo, no hubiera podido ni por soñación...
¬ ¡Pagarle! Ya lo sé. Y por eso le dejas que se vaya y se meta a cura. Tú. El ateo ¡rojillo, malo! Tú, no has querido hijos: ¿Qué te importa a ti, mi sufrimiento?
¬Bueno, hermana: Tranquilízate. No se va a la Conchinchina... Se va a Tiana, ahí al lado...
¬Tú no te metas en lo que no te importa, Joselito, tú no defiendas a tu cuñado. Si él no le hubiera metido más ganas, se le habría pasado esa Quijotada como las otras, y ahora no estaría yo haciéndole la maleta a éste pobrecito inocente hijo mío que no sabe lo que hace: irse a un seminario, donde le van a afeitar el cogote, donde le saldrán callos en las rodillas de tanto rezar y Dios sabe qué otras judiquerías que le harán, sin que su madre pueda defenderlo. Y lo peor es que esos curas se lo llevarán y quién sabe si voy a volver a verlo...
¬ ¡Oye! ¡Oye! – se queja el señor Manuel - Que yo lo único que le dije fue: “ Si tú quieres irte al Seminario, por mí no hay inconveniente”... Pero la idea fué de él... Habría que haber pensado antes, en no dejarlo ir a aquellos ejercicios espirituales con los catequistas...

En un rincón de la mesa camilla, con la cabeza en las nubes, y los pies en el barrote de la silla, Justo, está pensando en el día de mañana. Se levantará, se vestirá con las ropas nuevas que su madre le ha comprado con el dinero que los catequistas le dieron, cogerá la maleta de madera que su madre está ahora llenando de cosas, y se marchará camino de la Conrería. Una nueva vida se le va a abrir mañana. Estudiará para ser sacerdote; él, el vendo de la familia, el granuja rompe cristales. Va a intentar ser bueno, amigo del Señor, Y ¿por qué no? Va a intentar llegar a ser Papa.

La Sra. Fermina no consigue llenar aquella enorme maleta: Las prendas del niño no son tantas; en un papel de estraza le lía un chorizo del pueblo y en una bolsita de papel le mete un puñado de caramelos.

¬-También te he metido unos higos pajareros de los que te gustan. No creo que te falte comida allí, pero todas estos presentes te los pongo, para que te acuerdes de nosotros...

La congoja de la madre se contagia a los presentes. Manolo el hermano mayor, sale chasqueando la lengua, con los hombros caídos, como si se le fuera a hundir encima El techo de la casa:

¬Bueno yo me voy a ver a la Chón... Ya me despediré del curita mañana.
¬ ¡Joye, Joye! Comentó el tío Antonio, ¡si ahora resulta que lo vamos todos a echar de menos al granuja éste!

¬Córtate un dedo de la mano, Antonio...
¬ ¿Y para qué voy a hacer eso?
¬Tú té cortas el que menos falta te haga... Y a ver si no lo echas de menos.
¬-Como dice el refrán: ¡Cada listillo tiene su librillo! Fermina.
.
El quinqué se bambolea en su clavo de la viga central del comedor. El Sr. Manuel ha llegado a un acuerdo con José su cuñado respecto a este utensilio: Como José dice que él, no paga la luz porque no está en su lado del comedor, y que si le alumbra de lejos, es por que “es de cajón” infeliz expresión con la que da a entender que la luz le llega de rebote, decide ponerla a equidistancia de las dos mesas, con lo cuál puedo cobrarle la mitad del consumo de carburo a su más que él, tacaño cuñado. Ahora sufre de las consecuencias de este exagerado interés: Sesguea la hoja del periódico, intentando ver la letra menuda, con sus gafas de miope en la punta de la nariz.

Justo en su fuero interno, está más que colmado de tantas atenciones. No andaba lejos de pensar que está haciendo un buen negocio con irse de la barraca. Pero un gusanillo de inquietud, le roe la conciencia, al ver a su madre tan empecinada en decir y repetir que no es cosa buena eso de irse de cura.

Impaciente por acostarse, el tío Antonio reclama su sitio en el banco que le sirve de cama, pero como nadie hace ademán de irse a dormir, opta por acurrucarse junto a su sobrino no sin antes soltar una de sus socarronerías:

¬ ¡Bueno! Dice: Me voy a poner aquí, al lado del Santito éste, a ver si se me pega su repentina santidad. Y esconde la cabeza entre su brazo y la gorrilla de visera que usa. “ ¡Vaya pava!” Tiene aún la fuerza de decir por entre el tapete de la mesa y su brazo protector.

Poco a poco, la vida de la barraca se va apagando: Los que no duermen en el cuarto, cabecean en la mesa camilla, el Señor Manuel ha terminado de leer el periódico, y apura el crucigrama fuerza cuatro que viene en la última página. Y mirando por encima de las gafas hacia la cocinilla, donde Fermina sigue dando suspiros, aviva con una sacudida enérgica la luz del carburo que, mortecina, intenta aclarar su llama a través de la escoria.

¬Venga Fermina, dice con voz opaca, déjalo ya y vayámonos a dormir, que este alma en pena de mi hermano, quiere ya su banco...

Sale Fermina de la cocina secándose los ojos, al tiempo que un plato se hacía añicos en los ladrillos del suelo que ni se volvió a mirar,

¬ ¡Fú! –Se aspavienta el Señor Manuel - Saca sus entumecidas piernas de debajo de la mesa y rengueando sé va para la habitación detrás de su mujer.
¬Buenas noches hermano, le dijo a Antonio desde el umbral.
¬Con Dios hermano.
¬-Con Dios cuñada... ... (ver texto completo)
A Justo siempre le ha gustado poseer cosas. Es su manera de afirmarse entre los suyos, que tantos son, sin necesidad de tener en cuenta a todos los allegados y ajenos que se les arriman. No es que tenga nada de gran valor, pero lo poco que posee, lo defiende a uña y diente de sus hermanos y de los que se le pongan por delante con la idea de quitárselo.

-- ¿Justito? ¿Me darás el portalibros y el plumier cuando te vayas al seminario? Le ha preguntado Domingo.
“—Justo: ¿Esas agujas que tienes escondidas ... (ver texto completo)
Otra de las manías de Justo, de antes y de después del seminario, son las piedras: Los chinos le llaman en Cataluña. De todos los rincones de la geografía a la piel de toro, la más seca reseca es sin duda Badajoz. Por lo menos Alconchel. Por allí, con las piedras redondas, los cantos rodados, empiedran las calles, pero a pesar de haber tantas, les faltan para empedrarlas todas.

Cuando Justo llega a Casa Antúnez y ve el mar, no se le ocurre decir como al francés: ¡Qué d’eau! ¡Qué d’eau!
Él ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
A Justo siempre le ha gustado poseer cosas. Es su manera de afirmarse entre los suyos, que tantos son, sin necesidad de tener en cuenta a todos los allegados y ajenos que se les arriman. No es que tenga nada de gran valor, pero lo poco que posee, lo defiende a uña y diente de sus hermanos y de los que se le pongan por delante con la idea de quitárselo.

-- ¿Justito? ¿Me darás el portalibros y el plumier cuando te vayas al seminario? Le ha preguntado Domingo.
“—Justo: ¿Esas agujas que tienes escondidas entre las tablas del techo (No digas que no, que te he visto) te las vas a llevar? ¿Tendrás que coserte tú mismo la ropa y los botones? ¡Dámelas! A mamá le harán falta.
--Ni hablar: Yo las encontré, yo las limpié de herrumbre refregando unas con otras debajo del zapato. Te daré una o dos, pero las otras las esconderé en otro sitio, y cuando venga de vacaciones te daré alguna más.
-- ¿Te crees listo? Pues yo las buscaré y cuando encuentre el escondrijo, me las quedaré todas.
-- ¿Y el plumier? – insiste Dominguito – Me lo vas a dar, ¿sí o no? Lloriquea y le tira de la manga para enternecerlo. ¿Eh? ¿Eh?

Justo, en plena vocación sacerdotal, queriendo ser bueno, y más, reflexiona. Recuerda la parábola de discípulo rico, y oye al Señor Jesús que le dice

“Da todo lo que posees a tus pobres hermanillos: La goma del tirachinas, las agujas oxidadas, las chapas de cerveza aplastadas en las vías, los bolindres de cristal, el plumier... Sí, el plumier también...

Antes de que el Señor siga con la lista de cosas a dar, le interrumpe el futuro misionero, quizás futuro Papa,

“—Vale. ¡Vale! Les daré todo. Pero, el porta libros de madera con pinturas policromas, no. Lo necesitaré en el Semi.
“—Si de verdad quieres seguir al Maestro...” Le está diciendo en su cabeza el Señor. Y él se precipita a no seguir oyendo y dice en voz alta: “-- ¡Sí quiero!”
“... Abandona, pues, todos esos bienes terrenales y...”
“—El porta-libros no.”
“—Haz como Francisco de Asís, como Tomás de Aquino: Ven desnudo a Mí.
-- Bueno, concede en su sueño despierto, o pesadilla: Pero La cajita portalibros, con sus correas y sus pinturas, me hace falta. ¡Ea!
Tres cosas apreciaba poseer Justo, cuando era niño. Tres cosas más que nada en el mundo: Un tren de cinco vagones de lata y máquina con chimenea de detonador de cartucho del doce, que su padre le mandó desde el Fuerte de San Cristóbal. El plumier que olía a mina de lápiz, el camión y el porta-libros. O sea, que en vez de tres cosas son cuatro, como los mosqueteros.

El tren, bonito tren: Su hermano Manolo, con falaces promesas de mejorarlo, lo desmontó e hizo ciscos, para tirarlo a la caja del camión que su padre, -No. Un presidiario que estaba con su padre - le fabricó con tablillas de cajas de fruta, corchos y pintura roja. Parecía al camión Ford de tío Antonio. Dominguito lo redujo a dos dimensiones, el día que se sentó encima. Y un portalibros que él le compró al hijo de la estanquera del pueblo para su entrada en clase.

También apreciaba el plumier por lo que brillaba, y lo bien que olía a mina de carbono. Pero por encima de todas estas cosas, amaba el portalibros. Era precioso: Tenía pintados unos monigotes que parecían compases. Y durante el tiempo que lo conservó, su penetrante olor a aguarrás de la pintura y el barniz le hacían adquirir a sus ojos un aire de cosa nueva. Del portalibros no se separaría por todo el oro del mundo, ni por el Señor, ni si por eso, dejara de ser Papa.

Sin embargo, el portalibros se extravió un día, sin gloria ni beneficio, sin que Justito pudiera achacar esta pérdida, a su extremo sacrificio en aras de su vocación misionaria, sacerdotal, papal, santoral. Justo sigue recordando aquel plumier. Muchas veces se dijo: “Tú eres capaz de hacerte uno, con las pinturas, el olor a barniz, las correíllas y todo” Apuntó esta resolución en el imaginario carné, donde va apuntando todo lo que no hará algún día.

Entre tanto, en la barraca, se ultiman los preparativos para su marcha a la Conrería, donde se encuentra el seminario menor de la diócesis de Barcelona. Consiste en meter el portalibros en la maleta de madera que sirve a todos: A papá para ir a la guerra. A mamá para emigrar a Barcelona. A Manolito para ir al servicio militar, y ahora, a Justito, para meter su santa ropita, su santísima sotana, su seráfico cepillo de dientes, y su queridísimo portalibros con los monigotes pintados que parecen compases y que huele a terebentina. ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
Alconchel, a día 10 del mes de octubre de 1946
Mi mayor deseo es que al recibo de esta carta, os encontréis todos bien de salud – Fermina por haber leído ya otras cartas supo enseguida que era Antonio quien escribía – Nosotros ya bien, gracias a Dios. Digo ya, porque esta carta es para informaros de que a madre le dio un soplo hace quince días, del cual ya está curada. Solamente arrastra un poco el pié derecho y se le ha torcido un poquito la boca. Que sepas que cuando se encontró mal, te nombró mucho. Así que a ver si le escribes, Madre piensa que se va a morir, y dice que quisiera verte antes de irse. Ya ves cómo están las cosas. Yo considero que si se atreve a decir esas cosas es que no le va a pasar nada. Pues con sus supersticiones no ser atrevería a decirlas. Cuando escribas, pregunta por su salud pero no digas que yo te he prevenido. Ahora estoy trabajando con A. Rodríguez, en el cortijo de Río. Le estoy haciendo un pozo en la finca de “Las charcas” La cual, por fin, tras haber estado emperrado con A. Fuentes, logró comprársela por una imperiosa necesidad que este no pudo solucionar y que como te dije en anterior carta le llevó a la tumba.
Como todos sabemos, Antonio esperaba con esa compra unir sus dos cortijos, cosa que consiguió a muy alto precio. ¡Bien se burló de él el alcalde!
Si no hubiera sido por el problema de la niña gitana, yo creo que no le hubiera vendido nunca esa parcela. Ahora tu cuñado, anda cambiado con ella, y a oírlo, parece ser que es la mejor de sus dos cortijos. Pero con sus caprichos a mí me asegura trabajo. Aunque no se me olvida el trato que le tenía al pobrecito de padre y a madre.
¿Te dije que el edil murió? Yo creo que sí. Pero por si no te le escribí, que sepas que lo mató el vino Pitarra que bebía con exceso. ¡Chacho! Se ha quedado el pueblo medio vacío. Aquí solo quedan las cuatro comadres de siempre, con sus lutos de siempre, y sus Ora pro nobis de beatonas. Sin mentar, claro está, a nuestra madrecita que lleva el luto por padre y reza por todos nosotros de día como de noche. A consecuencias del deceso alcalderil, se ha elegido por unanimidad menos un voto (El de Ángel Sánchez) el secretario Antón Méndez. De una manera muy poco convencional, pero práctica en el fondo. Menos mal que no eligieron al tonto de capirote de Anginito. Porque con sus pamplinas nos hubiese desterrado a todos, por un quíteme allá esas pajas.
Sin más ganas de escribir por hoy, recibe un abrazo de tu hermano, que repartirás como buenamente Dios te dé a entender con tus Mujer e hijos, mis queridos sobrinos. Ya sabes que aquí en el pueblo, los que quedamos somos muy pobres, y no tenemos para tantos besuqueos.
Antonio Hernández Gonzáles.

Fermina se estuvo tanteando, si hacía desaparecer la carta, o si se la daba a Manolo. Temía que la carta fuese una treta de Antonio, que le decía esas cosas de su madre, para que fuera a verla al pueblo.
Y con los celos compulsivos de la celosa extremeña, pensaba, que de paso iría a ver a sus “amiguitas” de toda la vida. Así como a aquella niña rubia de piernecitas deformes que la gente pretendía era hija suya, y él negaba rotundamente. Luego pensó que si Carlota moría y Manolo tendría que ir al entierro, forzosamente los hermanos hablarían entre sí, de las cartas enviadas y de las que se habían perdido.

Después de sopesar los pro y los contra, Se decidió por dársela y, aunque le costó volverla a meter en el sobre húmedo, y re pegarla a puñetazos, así lo hizo. La prensó debajo de la plancha para que con el poco calor remanente secara y se pusiera tiesa.. Para eso, calentó la plancha de carbón en el infiernillo y cuando le pareció que estaba bien, se la puso al sobre encima. Vino la Escolástica y le pidió una pinta de colonia de “olores de oriente”, para quitarle el olor a caca a su cuñada la Fina, que se había caído en la fosa séptica cuando hacía sus... encima de la tabla que estaba podrida de las emanaciones. Fermina se rió mucho del percance de aquella tontorrona que además de fea, ahora no olía precisamente a rosas. Vino la Antonia a por un poquito de aceite para hacerle un ajiaceite a su carretero de marido. La vecina de detrás se asomó a empaparse de lo qué pasaba; y cuando se acordó Fermina de que la carta estaba debajo de la plancha, grito:
¬ ¡Ay! ¡La carta se habrá achicharrado!
La plancha que no estaba excesivamente caliente, seguía encima de la carta. Con lo cual la misiva y el sobre se secaron, se entiesaron y se resecaron hasta tomar un color pardusco y una consistencia quebradiza. No pensó Fermina que Manolo advirtiera tantos detalles, cuando se la diera de un aire “como quien no quiere la cosa”. Pensaba decirle: “Manolo: Ahí tienes esa carta que me parece que viene del pueblo y que debe haber viajado encima de la caldera del tren. También pensó que las noticias de su suegra y sus achaques le harían olvidar otros detalles, como las quemazones del sobre y lo reseco del papel. Manolo ya le había reñido en otras ocasiones por haberle abierto sus cartas, hasta decirle que la iba a denunciar por violación de su vida privada, con lo que sólo había conseguido que sospechara aún más de él, y se las abriera todas.
Con todo, hoy, venía contento; porque el maquinista de la Hispano Suiza había faltado al tajo por enésima vez, y él lo había sustituido sobre la marcha, pasando de la pala a la cabina de aquel trencillo que tanto le había hecho soñar. Como diera la casualidad, que por sus muchos años la Hispano Suiza tenía sus caprichos, y ya había fallado los días anteriores; no fue para menos que esta mañana se encasquillara en mitad del primer viaje.
Saltos de rabia daba encargado que no veía cómo paliar la falta del chofer.
Los años de conducción de coches hispanos Suiza durante el ejército de Manolo, le sirvieron entonces:

¬Será “el demarré” que se ha desfasado decía buscando en las tripas del armatoste.
¬ ¡Ah! ¿Pero usted sabe de mecánica?
¬ ¡Hombre! Tanto como saber... Algo sé. Algo es algo, pero no sé si daré con ese algo que se ha encasquillado.
¬Pues si quiere usted el puesto, encuéntrelo, arregle este cacharro y consiga acarrear tanta arena que no puedan aterrizar hoy los aviones y el puesto es suyo.
Tuvo suerte ese día el Señor Manolo: No era el “Demarré” como había dicho. Pero se le ocurrió mirar dentro del baso, donde se depositan las impurezas del carburante, y como lo ve embarrado, lo desmonta, lo limpia, lo vuelve a poner en su sitio, y pidiendo al ayudante que tapara el carburador con una mano, le da al encendido y la máquina arranca al primer intento.
La preocupación del encargado se cambió en una amplia sonrisa
¬ ¡Hombre! ¿Por qué no me ha dicho antes que usted se entendía de mecánica? Con las peleas que tengo echadas con ese gandul que viene un día sí, otro no...
¬ Jefe, se lo vengo diciendo desde que me destinaron a esta brigada. Lo que pasa es que usted ni me entendía ni me veía. Le he dicho un montón de veces, que yo, cuando estaba en el ejército...
¬ ¡Ah, ya! Usted es ese “Rojillo” Redomado sabiondo, que sirvió con Azaña.
¬No llegué a tanto hombre.
¬Bueno, como sea, el puesto es suyo. Pero como diga algo en contra del Régimen o de Franco, o me falte un solo día...
Así que por una vez, el señor Manolo venía sin “aquel temor al regresar a casa” como había escrito una vez en una acertada poesía. ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
Hoy empiezo aquí, la Historia de un seminarista de la Conrería
LOS PANDUROS EN BARCELONA

Un miembro de esta familia va a descubrir su vocación sacerdotal

He intentado muchas de veces, dar por terminado esto que escribo: No consigo finalizarlo. Pero a través de mis notas, he descubierto, que he escrito mucho sobre, a cerca de, “El seminario Menor” o “La Conrería” de sus alumnos y profesores, y de los personajes que orbitaban alrededor de la institución conciliar. En Onofre, el señor Ventura, ... (ver texto completo)
Y con la pregunta y el tirón le saca la muela de cuajo y termina de desencajarle la quijada. No le ha hecho sentarse, no ha encendido la luz de la sombría habitación - despacho de librero, antesala del Rastro.
¬ Ya está, mozuelo engañoso. ¿Le ha dolido?
¬ Francamente poco; y ya se me pasó. ¿Qué le debo, señor excelente sacamuelas?
¬ Nada hombre. ¿Qué cobraría un dentista de tu Francia de origen, por dos minutos de trabajo?
¬ ¡Uy! Mucho más que eso. Dígame que le ¿pague? ¿Y qué me manda para ... (ver texto completo)
El viaje es largo. No todas las carreteras son como la de la Coruña. En el interior de coche, el tiempo se organiza. Justo se hace encender por su Mujer el tercer o cuarto cigarrillo y en compañía de su cuñado, apestan a los otros. A Joaquín, esto de los viajes, le interpela: Sus abotagadas meninges, se ponen a desvarío en rasgo tenso:
¬ ¡Hay que jodese! ¡Lo que es la vida esta! Ayer en Fransia, hoy en Madrí, y mañana, ¿quién puede desir, si en Martos u en otro sitio?
¬ Pues, ¿Qué encuentras de ... (ver texto completo)
Pelotas de algodón
Ahora Justo ha dado un paso gigantesco hacia su incierto pero mejor porvenir: Este invierno, lo va a pasar en el seminario, adonde sus ansias de mejorar le han llevado: Su hermano pequeño ya no le necesita, cuando el padre se decide a inscribirlo en la escuela de Cantunis, él se descubrió ignorante, casi analfabeto y busca la mejor manera de progresar. La escuela de Luis Antúnez no se muestra la mejor solución.
¬ ¿Una escuela de pago? ¿Con qué fondos? ¿Cómo creer a este niño ... (ver texto completo)
Hola amigos de Tiana: Estuve en el seminario de 1950 a 1955, y muchas veces pasé por Tiana, y me subí en el tranvía en Mongat, para acercarme al seminario. Alguna vez incluso tuvimos que ayudar al ttranvía a volver a los railes, y otras veces, nos vajábamos en la curba, bebíamos de la fuente y volvíamos a subirnos en aquel caracol que nos transportaba. Tabién bajábamos a la sala de fiestas de Tiana y organizábamos conciertos de armónicas que os ofrecíamos. si os parece bien aceptadme como Tianenç ... (ver texto completo)
Cap. 15 – Viaje a Martos a casar a Joaquín.
2002 noviembre o diciembre - Extraído del C. Deyes – Día a día.
Está molido. Hace ya por lo menos seis meses, que no hace nada del oficio y ahora, la percha, el rodillo, el continuo braceo lo resiente, como cuando se empieza a producir un callo. Está desenado que termine esta semana, en la cual, se comprometió a ayudar a su hijo. Es sorprendente, la falta de interés que le sumerge, por estas actividades que Hace solamente pocos meses, eran la razón principal, de su día. El trabajo que están haciendo, es repetitivo, monótono; le deja tiempo para ir pensando en sus cosas. Juanito y los otros – el lampista, Petrick Jalud que le está poniendo un parqué – Bromean en la pieza contigua. JP, se ha apartado, se ha colocado el casco de su radio portátil, y se desentiende de ellos, encerrado en su ligera depresión.
Debe ser este cambio radical de su activad, que lo tiene desajustado. Además, a pesar de los intentos de comunicar con su hijo, de participar e intervenir en sus problemas familiares, Juanito no responde. Él sí que está deprimido. Él sufre y su padre no sabe cómo ayudarle.
Estos inicios abortados de la vida independiente de su hijo, rebotan en él y agravan el silencio que entre los dos persiste.
Está deseando que termine la semana. Esta tarde, irá con sus hijas, no cree que su mujer quiera venir también, a escogerse un traje. Tiene ganas de cambiarse el vestuario, como si quisiera sacarse el pellejo viejo y ponerse uno nuevo más acorde con su actual estatuto de jubilado. Trajes y vestimentas no le faltan en sus tres armarios y sus cuatro cajones de cómoda: Carmen se ha aplicado a llenárselos con lo que le compra. Hasta ahora, Justo se ha conformado con esos trapajos, pantolonejos, chaquetuchas y demás. Ahora se escogerá él algo a su gusto, que acabará, seguro, en uno de los roperos, arrinconado, olvidado, porque Al cabo a él, lo que le va, es un pantalón vaquero, un chándal y unas bambas cómodas.
Está entretenido con estos pensamientos, y se da a él mismo la razón, cuando piensa que nunca escoge lo que le gusta, que ese traje que proyecta comprase, acabará por ir a parar junto a la ropa que no usa.
Ayer, cuando Carmen le reprochaba su atuendo de portugués, le dijo:
¬ Es verdad. Estoy siempre hecho un desarrapado, siempre en vaqueros, y si puede ser el mismo y más viejo, que espero que me laves para volverme a poner. ¿No dijo tu hija Mari que el marido de Rut, conocía un grosista que le hace el precio al mayor?
¬ Sí. Puedes ir con ella esta tarde, cuando sueltes de con tu hijo, y te escoges algo que te guste, y que te vayas a poner. Tienes el armario lleno de trajes Pierre Cardín, Hugo Boss,
¬ Ya lo sé. Están nuevos, y ya me están un poco estrechos, y las mangas…
¬Tienes el traje Pierre Cardín, Hugo Boss, Yves san Laurent, que ya no te pones y que podrías usar a diario, en vez de tu sempiterno vaquero manchado de pintura ¿No?
¬ Tienes razón: Voy a trajearme ahora de rentero. Corbata y bombín.
¬ No te pido yo tanto. Con que por las tardes cojas un pantalón fino, y una chaqueta, me conformaría. Pero bueno: Ya vigilaré yo, cuando merques ese traje, a ver si lo usas o no. Por lo menos para las bodas y los entierros.
Al cabo, estos pensamientos le tienen tan distraído, que cuando le llega la voz de Patrick, que le está diciendo a su cuñado Juanito: “Tu padre no está aquí… Tu padre se está encerando en sí mismo y no participa” Lo releva, pero no reacciona.
¬ Papá. ¡Papá! Que ya hemos terminado. Para esa radio, y venga que nos vamos. ¿Estás enfadado con nosotros? ¿No? Pues lo parece. No has dicho una sola palabra esta tarde.
¬ Estaba pensando, hijo.
¬ ¿En qué tan importante?
¬ Estaba pensando que tenía que pensar…
El apartamento que estamos preparando entre los dos cuñados y un poco mi ayuda, está en el cogollo del distrito cuarto de Lyon. En la calle Pelletier. Domina por su posición todos los otros edificios que se le interponen a la ciudad gala. Encima de ésta, se amontonan nubes grisáceas, en borbotones como cucuruchos de helados italianos. Va a nevar, seguro; si no esta tarde, por la noche o mañana… Seguro.
1975? – Diario de L Pp. – Sin fecha precisa:
Estamos cargando maletas – ellos, yo sigo aquí en la terraza de la casa de Purita, tomando el sol – para el inminente viaje a Martos. Si yo no participo en los preparativos, es porque mi acometida es llevarlos a todos con el coche hasta el destino. Carmen me ha dicho:
¬ Tú descansa. Relájate, que luego, son muchas horas de conducir y te puedes cansar. Ya cargaremos nosotros el coche.
¬ No os cabrá todo en el portaequipaje.
¬ Bueno. No te pienses que sólo tú, sabe recalcar cosas en un coche.
Es lo del cuento aquel del tío que saca una enorme bola del hoyo, y cuando la tiene afuera, vuelve a caer dentro. JP, sabe que luego él, tendrá que sacar todo de nuevo del cofre y colocarlo tan ajustado que ni una mosca podrá ubicarse en un hipotético hueco. Sabe que Carmen le meterá cosas en el habitáculo, en la playa trasera, impidiendo visón por el retrovisor, una cesta entre las piernas, chaquetas en los asientos…
Pero por lo pronto, aprovecha esta orden de reposo, y apunta en su libreta, lo que se le va ocurriendo, entre los momentos de lucidez y los espasmos de sueño. Las abejas liban las últimas flores de la higuera, que echa la segunda tanda de higos blancos, unos pajarracos, grajos o cogutas, no sabe, se desgañitan con sus graznidos estridentes en el terreno de por encima de la piscina: Tiene que haber un nido, o algo de comer por allí que tanto vienen a pesar de la presencia de la familia. No le molestan, pero lo distraen. ¿Qué estaba anotando?
“LPP. Conquerant 7:
“El follón que me han liado entre las hermanas y él (Joaquín): Que si yo voy con mi marido en el coche de Justo, que el que va en el coche de Justo soy yo (Joaquín), que si cabemos cuatro, dos delante cuatro detrás…” Nadie cuenta conmigo, a saber si tengo alguna preferencia en llevar uno u otro. Yo aquí, soy el chofer y nada más. Al reclamo, aparece Rafael, que propone otra solución:

¬ Si os parece, yo puedo llevar en mi 850, cinco viajeros; por ejemplo, Paco María y Joaquín, detrás, y,
¬ Que ya he dicho que del Simca no me muevo, ¡coño! – Protesta Jakí.
¬ ¡Hombre! Lo dije, porque todos no vais a poder ir con Justo. No os vais a amontonar como sardinas, Habiendo como hay otros vehículos a disposición.
¬ Qué se vayan contigo, la Milagritos y Paco María. Yo he venido de Francia con este coche, y con este coche voy a Martos y con este coche, me voy a pasear con mi futura, por la plaza del ayuntamiento. Así que esto hay.
Justo que les oye, se levanta sobre un codo, y lanza:
¬ A ver cuando me compráis la gorra de chofer, dueños del coche.
Las abejas, se han cansado de libar las rasposas flores de la higuera, y empiezan a zumbar alrededor del que intenta escribir, probablemente atraídas por el sudor, que debe de ser dulzón, y que le gotea de la frente a los ojos. Los acomodadores le dicen algo desde la terraza baja, pero Justo ya está en otro capítulo y no les oye. La capuzada en la piscina lo limpia de fluidos y le despeja la modorra.
Camino de santa Elena.
¬ Después de sacar todos los bultos y del capó y del habitáculo, Justo vuelve a colocarlos todos, en el porta equipaje, bien arrimados. La familia se impacienta; el portalón está ya abierto, Rafael con su fratría en el 850, va a dirigir el viaje poniéndose en cabeza. Francisco y Ángeles, le siguen con algunos sobrinos y Justo cerrará la marcha de manera a recoger a los que se caigan de los otros dos coches.
Da gusto viajar tempranito, con el sol húmedo del rocío, y el cielo limpio de nubes. Y para empezar la carretera, casi recta, de la Coruña. Luego empezarán a percibir los olores del sur: Azahar al pasar por las huertas de Murcia y Alicante, de limones, de olivos; y si te paras por desentumecer las piernas, Hasta las chicharras oyes enlitrar. ... (ver texto completo)
La casa: Cosas de Carmen y Justo
Muy temprano, Carmen se zafa de los brazos de Justo, y sale de la cama. Como siempre, Justo le susurra:
¬ ¿Adónde vas?
¬ Al baño.
¬Pero es muy pronto... No te bajes ya a la cocina, espera un poco. Carmen vuelve a meterse entre las mantas, y él le obliga a darse La vuelta.
¬ ¡Brrr! Están los coches blancos de escarcha, dice mientras se cubre hasta la barbilla.
¬Acurrúcate y da una cabezadita, hay tiempo.
¬Es que viene Mary a por los pollos que le compré para ... (ver texto completo)
Conversaciones y sucesos en la casa de Purita de las Cabezuelas: Guadarrama.

Conversaciones y sucesos en la casa de Purita de las Cabezuelas: Guadarrama.
Las cualidades de Purita según su madre y ella misma.
¬ Purita: Hay que ver la voz de clarinete, que tienes – Comenta Justo – ¡Si gritas, se te mete por una oreja, y te sale por otra como virutas de acero!
¬ No lo sabe tú bien, niño. El otro día fui al médico, y me dijo lo mijmo:
“¬ Tiene usted, una vó, privijiliá. Hay que vé, qué clara ... (ver texto completo)
Justo Panduro ha escrito casi toda la historia de sus antepasados en el Foro ciudad. com. Pwero disgustado con los censores, que le han bloqueado un capítulo y medio de la Cuarta época de los Panduros de Alconchel, y no le han dado razón de por qué, lo ha borrado todo y se ha venido a este otro foro. Ha estado curioseando en él, y ha encontrado algunos amigos que se hizo en el anterior.
Ha dado un salto en el tiempo: Fermina ha muerto, Manuel Panduro también, Los tíos, Pequeños y Panduros han pasado ... (ver texto completo)
Hola amigos y paisanos. Ya habréis visto que al marcar mi nombre, mde tragué la Jota. Como sea en el pueblo no se pronuncian o lo hacemos expirándolas. Como decía Chamizo: "Porque semos asina, semos pardos del coló de la tierra; y decimos J (h) acha, jigo jiguera" Continúo pues, una vez aclarado el misterio de mi nombre, con "Las poesías de Fermina (Hernández Sánchez - de los Pequeños de la c/ Nueva)
¬ Sí. Domingo, Pero ese contable, amigo tuyo, no puede compararse con un hijo, que ya ha discutido ... (ver texto completo)
Justo Panduro ha escrito casi toda la historia de sus antepasados en el Foro ciudad. com. Pwero disgustado con los censores, que le han bloqueado un capítulo y medio de la Cuarta época de los Panduros de Alconchel, y no le han dado razón de por qué, lo ha borrado todo y se ha venido a este otro foro. Ha estado curioseando en él, y ha encontrado algunos amigos que se hizo en el anterior.
Ha dado un salto en el tiempo: Fermina ha muerto, Manuel Panduro también, Los tíos, Pequeños y Panduros han pasado ... (ver texto completo)