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Respuestas para Justo hernandez hernandez:

Antes la vida transcurría tranquila, y hasta los embates malevolentes pasaban y no dejaban rastros dolorosos. Los rencores se olvidaban y las bonanzas perduraban sólo el tiempo de ser remplazadas por otros gozos.
Ahora, los rencores se acumulan y no dejan que los gozos los substituyan.
Tendrá que ir al oculista a que le cambie el color del cristal con que mira las cosas. Al mecánico a que le conecte de nuevo el chip de los pensamientos alegres. ¿Tendrá acaso que volver a nacer? ¿Podrá, sin tener ... (ver texto completo)
Hola Justo, soy ciudadano de Sevilla y he vivido en Barcelona. Yo estoy enparentado con ese pueblo, mis abuelos eran Marcos Martinez Tinoco y Castora hernandez gomez. Mi madre Sofia Martinez Hernandez, me gusta mucho ese pueblo y sus gentes. Allí estan enterrados mis abuelos, y ademas tengo mas familia,. Saludos
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
Amigos del foro de Tiana: Tenfo muchas historias para contaros del seminario y varios temas. Pero no veo movimiento en vuestro foro. Bastará que alguien se manifieste, diciendo que lee lo que os escribo, para que yo siga mandando. Un afectuoso saludo De Justo Panduro.
Para que me lean unos cuántos compañeros, antiguos condiscípulos, mis más allegados y para D. Pedro González Candanero. Pbro. El Superior más querido, el que me enseñó a sentir, a vivir en mis letras, reservo las mejores de éstas páginas:

La Sra. Fermina está en la única habitación de la barraca, compungida y llorosa hace maquinalmente la maleta para su hijo Justo que se marcha mañana al seminario.
¬ ¡Jesús María y José!
¬ ¿Qué? Le responde su hermano que está sentado en su pequeña mesita, ... (ver texto completo)
Antes la vida transcurría tranquila, y hasta los embates malevolentes pasaban y no dejaban rastros dolorosos. Los rencores se olvidaban y las bonanzas perduraban sólo el tiempo de ser remplazadas por otros gozos.
Ahora, los rencores se acumulan y no dejan que los gozos los substituyan.
Tendrá que ir al oculista a que le cambie el color del cristal con que mira las cosas. Al mecánico a que le conecte de nuevo el chip de los pensamientos alegres. ¿Tendrá acaso que volver a nacer? ¿Podrá, sin tener ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
¬Tú no te preocupes, jovencito – le tranquiliza Mn. Damián – Si el P. Jiménez no consigue colocarte en ese seminario al que tanto deseas ir, yo te llevaré a otros. Déjalo en las manos del Señor. No hagas como Moisés, que dudó de la promesa de Yahvé, y no pudo entrar en la tierra prometida. Si Él quiere, Él proveerá.
VI. -. Antonio y Retino en la Barraca.
Amanece en Casa Antúnez. El sol se asoma al horizonte en la raya del mar, enfrente del basurero de las “Carretadas” La belleza de los amaneceres, ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
Pero esta noche, esa ahogada queja, se metió en el sueño de Justito, que tintes tenía de pesadilla, más que de sueño. En su mal dormir, Justo refleja todos sus feos pensamientos que a pesar de sus esfuerzos, se le han infiltrado en el fluir de su inmediatez con las primas, y ahora le parecen un doble pecado mortal. Tanto por ser el un futuro cura, como por ser ella prima hermana, que es lo más cercano a hermana. Siendo como eran los padres primos segundos, también por parte de Fermina, tanto Justo, ... (ver texto completo)
A Justo siempre le ha gustado poseer cosas. Es su manera de afirmarse entre los suyos, que tantos son, sin necesidad de tener en cuenta a todos los allegados y ajenos que se les arriman. No es que tenga nada de gran valor, pero lo poco que posee, lo defiende a uña y diente de sus hermanos y de los que se le pongan por delante con la idea de quitárselo.

-- ¿Justito? ¿Me darás el portalibros y el plumier cuando te vayas al seminario? Le ha preguntado Domingo.
“—Justo: ¿Esas agujas que tienes escondidas ... (ver texto completo)
Otra de las manías de Justo, de antes y de después del seminario, son las piedras: Los chinos le llaman en Cataluña. De todos los rincones de la geografía a la piel de toro, la más seca reseca es sin duda Badajoz. Por lo menos Alconchel. Por allí, con las piedras redondas, los cantos rodados, empiedran las calles, pero a pesar de haber tantas, les faltan para empedrarlas todas.

Cuando Justo llega a Casa Antúnez y ve el mar, no se le ocurre decir como al francés: ¡Qué d’eau! ¡Qué d’eau!
Él ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
A Justo siempre le ha gustado poseer cosas. Es su manera de afirmarse entre los suyos, que tantos son, sin necesidad de tener en cuenta a todos los allegados y ajenos que se les arriman. No es que tenga nada de gran valor, pero lo poco que posee, lo defiende a uña y diente de sus hermanos y de los que se le pongan por delante con la idea de quitárselo.

-- ¿Justito? ¿Me darás el portalibros y el plumier cuando te vayas al seminario? Le ha preguntado Domingo.
“—Justo: ¿Esas agujas que tienes escondidas entre las tablas del techo (No digas que no, que te he visto) te las vas a llevar? ¿Tendrás que coserte tú mismo la ropa y los botones? ¡Dámelas! A mamá le harán falta.
--Ni hablar: Yo las encontré, yo las limpié de herrumbre refregando unas con otras debajo del zapato. Te daré una o dos, pero las otras las esconderé en otro sitio, y cuando venga de vacaciones te daré alguna más.
-- ¿Te crees listo? Pues yo las buscaré y cuando encuentre el escondrijo, me las quedaré todas.
-- ¿Y el plumier? – insiste Dominguito – Me lo vas a dar, ¿sí o no? Lloriquea y le tira de la manga para enternecerlo. ¿Eh? ¿Eh?

Justo, en plena vocación sacerdotal, queriendo ser bueno, y más, reflexiona. Recuerda la parábola de discípulo rico, y oye al Señor Jesús que le dice

“Da todo lo que posees a tus pobres hermanillos: La goma del tirachinas, las agujas oxidadas, las chapas de cerveza aplastadas en las vías, los bolindres de cristal, el plumier... Sí, el plumier también...

Antes de que el Señor siga con la lista de cosas a dar, le interrumpe el futuro misionero, quizás futuro Papa,

“—Vale. ¡Vale! Les daré todo. Pero, el porta libros de madera con pinturas policromas, no. Lo necesitaré en el Semi.
“—Si de verdad quieres seguir al Maestro...” Le está diciendo en su cabeza el Señor. Y él se precipita a no seguir oyendo y dice en voz alta: “-- ¡Sí quiero!”
“... Abandona, pues, todos esos bienes terrenales y...”
“—El porta-libros no.”
“—Haz como Francisco de Asís, como Tomás de Aquino: Ven desnudo a Mí.
-- Bueno, concede en su sueño despierto, o pesadilla: Pero La cajita portalibros, con sus correas y sus pinturas, me hace falta. ¡Ea!
Tres cosas apreciaba poseer Justo, cuando era niño. Tres cosas más que nada en el mundo: Un tren de cinco vagones de lata y máquina con chimenea de detonador de cartucho del doce, que su padre le mandó desde el Fuerte de San Cristóbal. El plumier que olía a mina de lápiz, el camión y el porta-libros. O sea, que en vez de tres cosas son cuatro, como los mosqueteros.

El tren, bonito tren: Su hermano Manolo, con falaces promesas de mejorarlo, lo desmontó e hizo ciscos, para tirarlo a la caja del camión que su padre, -No. Un presidiario que estaba con su padre - le fabricó con tablillas de cajas de fruta, corchos y pintura roja. Parecía al camión Ford de tío Antonio. Dominguito lo redujo a dos dimensiones, el día que se sentó encima. Y un portalibros que él le compró al hijo de la estanquera del pueblo para su entrada en clase.

También apreciaba el plumier por lo que brillaba, y lo bien que olía a mina de carbono. Pero por encima de todas estas cosas, amaba el portalibros. Era precioso: Tenía pintados unos monigotes que parecían compases. Y durante el tiempo que lo conservó, su penetrante olor a aguarrás de la pintura y el barniz le hacían adquirir a sus ojos un aire de cosa nueva. Del portalibros no se separaría por todo el oro del mundo, ni por el Señor, ni si por eso, dejara de ser Papa.

Sin embargo, el portalibros se extravió un día, sin gloria ni beneficio, sin que Justito pudiera achacar esta pérdida, a su extremo sacrificio en aras de su vocación misionaria, sacerdotal, papal, santoral. Justo sigue recordando aquel plumier. Muchas veces se dijo: “Tú eres capaz de hacerte uno, con las pinturas, el olor a barniz, las correíllas y todo” Apuntó esta resolución en el imaginario carné, donde va apuntando todo lo que no hará algún día.

Entre tanto, en la barraca, se ultiman los preparativos para su marcha a la Conrería, donde se encuentra el seminario menor de la diócesis de Barcelona. Consiste en meter el portalibros en la maleta de madera que sirve a todos: A papá para ir a la guerra. A mamá para emigrar a Barcelona. A Manolito para ir al servicio militar, y ahora, a Justito, para meter su santa ropita, su santísima sotana, su seráfico cepillo de dientes, y su queridísimo portalibros con los monigotes pintados que parecen compases y que huele a terebentina. ... (ver texto completo)
Niña menudos” “ ¡Niña menudos!”
Gritaba en las encrucijadas de aquel barrio marginal, sin calles, sin luces, sin ilusión. “Menudos” suena bien. Decir Patas, rabo, pito, cagalón careta u ojos (Se vendían por quilos) parece más de “escombrerería” que de “carníssería”. Palabras de los vernáculos.
Algunos días, salen buenos, el sol seca la “Boira” el techo de cartón cuero no condensa el rocío, el suelo de tierra en aquel humedal, se seca y el barro de las callejas también. Entonces, las humildes ... (ver texto completo)
Alconchel, a día 10 del mes de octubre de 1946
Mi mayor deseo es que al recibo de esta carta, os encontréis todos bien de salud – Fermina por haber leído ya otras cartas supo enseguida que era Antonio quien escribía – Nosotros ya bien, gracias a Dios. Digo ya, porque esta carta es para informaros de que a madre le dio un soplo hace quince días, del cual ya está curada. Solamente arrastra un poco el pié derecho y se le ha torcido un poquito la boca. Que sepas que cuando se encontró mal, te nombró mucho. Así que a ver si le escribes, Madre piensa que se va a morir, y dice que quisiera verte antes de irse. Ya ves cómo están las cosas. Yo considero que si se atreve a decir esas cosas es que no le va a pasar nada. Pues con sus supersticiones no ser atrevería a decirlas. Cuando escribas, pregunta por su salud pero no digas que yo te he prevenido. Ahora estoy trabajando con A. Rodríguez, en el cortijo de Río. Le estoy haciendo un pozo en la finca de “Las charcas” La cual, por fin, tras haber estado emperrado con A. Fuentes, logró comprársela por una imperiosa necesidad que este no pudo solucionar y que como te dije en anterior carta le llevó a la tumba.
Como todos sabemos, Antonio esperaba con esa compra unir sus dos cortijos, cosa que consiguió a muy alto precio. ¡Bien se burló de él el alcalde!
Si no hubiera sido por el problema de la niña gitana, yo creo que no le hubiera vendido nunca esa parcela. Ahora tu cuñado, anda cambiado con ella, y a oírlo, parece ser que es la mejor de sus dos cortijos. Pero con sus caprichos a mí me asegura trabajo. Aunque no se me olvida el trato que le tenía al pobrecito de padre y a madre.
¿Te dije que el edil murió? Yo creo que sí. Pero por si no te le escribí, que sepas que lo mató el vino Pitarra que bebía con exceso. ¡Chacho! Se ha quedado el pueblo medio vacío. Aquí solo quedan las cuatro comadres de siempre, con sus lutos de siempre, y sus Ora pro nobis de beatonas. Sin mentar, claro está, a nuestra madrecita que lleva el luto por padre y reza por todos nosotros de día como de noche. A consecuencias del deceso alcalderil, se ha elegido por unanimidad menos un voto (El de Ángel Sánchez) el secretario Antón Méndez. De una manera muy poco convencional, pero práctica en el fondo. Menos mal que no eligieron al tonto de capirote de Anginito. Porque con sus pamplinas nos hubiese desterrado a todos, por un quíteme allá esas pajas.
Sin más ganas de escribir por hoy, recibe un abrazo de tu hermano, que repartirás como buenamente Dios te dé a entender con tus Mujer e hijos, mis queridos sobrinos. Ya sabes que aquí en el pueblo, los que quedamos somos muy pobres, y no tenemos para tantos besuqueos.
Antonio Hernández Gonzáles.

Fermina se estuvo tanteando, si hacía desaparecer la carta, o si se la daba a Manolo. Temía que la carta fuese una treta de Antonio, que le decía esas cosas de su madre, para que fuera a verla al pueblo.
Y con los celos compulsivos de la celosa extremeña, pensaba, que de paso iría a ver a sus “amiguitas” de toda la vida. Así como a aquella niña rubia de piernecitas deformes que la gente pretendía era hija suya, y él negaba rotundamente. Luego pensó que si Carlota moría y Manolo tendría que ir al entierro, forzosamente los hermanos hablarían entre sí, de las cartas enviadas y de las que se habían perdido.

Después de sopesar los pro y los contra, Se decidió por dársela y, aunque le costó volverla a meter en el sobre húmedo, y re pegarla a puñetazos, así lo hizo. La prensó debajo de la plancha para que con el poco calor remanente secara y se pusiera tiesa.. Para eso, calentó la plancha de carbón en el infiernillo y cuando le pareció que estaba bien, se la puso al sobre encima. Vino la Escolástica y le pidió una pinta de colonia de “olores de oriente”, para quitarle el olor a caca a su cuñada la Fina, que se había caído en la fosa séptica cuando hacía sus... encima de la tabla que estaba podrida de las emanaciones. Fermina se rió mucho del percance de aquella tontorrona que además de fea, ahora no olía precisamente a rosas. Vino la Antonia a por un poquito de aceite para hacerle un ajiaceite a su carretero de marido. La vecina de detrás se asomó a empaparse de lo qué pasaba; y cuando se acordó Fermina de que la carta estaba debajo de la plancha, grito:
¬ ¡Ay! ¡La carta se habrá achicharrado!
La plancha que no estaba excesivamente caliente, seguía encima de la carta. Con lo cual la misiva y el sobre se secaron, se entiesaron y se resecaron hasta tomar un color pardusco y una consistencia quebradiza. No pensó Fermina que Manolo advirtiera tantos detalles, cuando se la diera de un aire “como quien no quiere la cosa”. Pensaba decirle: “Manolo: Ahí tienes esa carta que me parece que viene del pueblo y que debe haber viajado encima de la caldera del tren. También pensó que las noticias de su suegra y sus achaques le harían olvidar otros detalles, como las quemazones del sobre y lo reseco del papel. Manolo ya le había reñido en otras ocasiones por haberle abierto sus cartas, hasta decirle que la iba a denunciar por violación de su vida privada, con lo que sólo había conseguido que sospechara aún más de él, y se las abriera todas.
Con todo, hoy, venía contento; porque el maquinista de la Hispano Suiza había faltado al tajo por enésima vez, y él lo había sustituido sobre la marcha, pasando de la pala a la cabina de aquel trencillo que tanto le había hecho soñar. Como diera la casualidad, que por sus muchos años la Hispano Suiza tenía sus caprichos, y ya había fallado los días anteriores; no fue para menos que esta mañana se encasquillara en mitad del primer viaje.
Saltos de rabia daba encargado que no veía cómo paliar la falta del chofer.
Los años de conducción de coches hispanos Suiza durante el ejército de Manolo, le sirvieron entonces:

¬Será “el demarré” que se ha desfasado decía buscando en las tripas del armatoste.
¬ ¡Ah! ¿Pero usted sabe de mecánica?
¬ ¡Hombre! Tanto como saber... Algo sé. Algo es algo, pero no sé si daré con ese algo que se ha encasquillado.
¬Pues si quiere usted el puesto, encuéntrelo, arregle este cacharro y consiga acarrear tanta arena que no puedan aterrizar hoy los aviones y el puesto es suyo.
Tuvo suerte ese día el Señor Manolo: No era el “Demarré” como había dicho. Pero se le ocurrió mirar dentro del baso, donde se depositan las impurezas del carburante, y como lo ve embarrado, lo desmonta, lo limpia, lo vuelve a poner en su sitio, y pidiendo al ayudante que tapara el carburador con una mano, le da al encendido y la máquina arranca al primer intento.
La preocupación del encargado se cambió en una amplia sonrisa
¬ ¡Hombre! ¿Por qué no me ha dicho antes que usted se entendía de mecánica? Con las peleas que tengo echadas con ese gandul que viene un día sí, otro no...
¬ Jefe, se lo vengo diciendo desde que me destinaron a esta brigada. Lo que pasa es que usted ni me entendía ni me veía. Le he dicho un montón de veces, que yo, cuando estaba en el ejército...
¬ ¡Ah, ya! Usted es ese “Rojillo” Redomado sabiondo, que sirvió con Azaña.
¬No llegué a tanto hombre.
¬Bueno, como sea, el puesto es suyo. Pero como diga algo en contra del Régimen o de Franco, o me falte un solo día...
Así que por una vez, el señor Manolo venía sin “aquel temor al regresar a casa” como había escrito una vez en una acertada poesía. ... (ver texto completo)
Justo Panduro ha escrito casi toda la historia de sus antepasados en el Foro ciudad. com. Pwero disgustado con los censores, que le han bloqueado un capítulo y medio de la Cuarta época de los Panduros de Alconchel, y no le han dado razón de por qué, lo ha borrado todo y se ha venido a este otro foro. Ha estado curioseando en él, y ha encontrado algunos amigos que se hizo en el anterior.
Ha dado un salto en el tiempo: Fermina ha muerto, Manuel Panduro también, Los tíos, Pequeños y Panduros han pasado ... (ver texto completo)
Hola amigos y paisanos. Ya habréis visto que al marcar mi nombre, mde tragué la Jota. Como sea en el pueblo no se pronuncian o lo hacemos expirándolas. Como decía Chamizo: "Porque semos asina, semos pardos del coló de la tierra; y decimos J (h) acha, jigo jiguera" Continúo pues, una vez aclarado el misterio de mi nombre, con "Las poesías de Fermina (Hernández Sánchez - de los Pequeños de la c/ Nueva)
¬ Sí. Domingo, Pero ese contable, amigo tuyo, no puede compararse con un hijo, que ya ha discutido ... (ver texto completo)