El pasado 20 de mayo, como ya había informado, estuve por unos minutos en Castropol. Llegué como a las 2 de la tarde, y muy grande fue mi decepción. Castropol parecía un pueblo fantasma, ni un alma en sus calles, todo cerrado, incluyendo el ayuntamiento y la Iglesia de Santiago Apóstol. Ni siquiera un souvenir pude adquirir. Parece que llegué en el momento menos oportuno y más sagrado de los españoles: la hora de la siesta. Espero que este e-mail no tenga los mismos tropiezos que mi visita, que llegue ... (ver texto completo)