CUANDO NARCISO MURIO, las
flores de los
campos se entristecieron y suplicaron al
río que les prestase gotas de
agua para demostrar su duelo.
- ¡Oh! -contestó el río-. Si todas mis gotas de agua fuesen lágrimas, no tendría bastantes para llorar yo mismo a Narciso; hasta tal punto le amaba.
-Es natural -dijeron las flores-. ¿Cómo no amar a Narciso que era tan bello?
- ¡Ah! ¿Era muy bello entonces? -preguntó el río,
- ¿Quién mejor que tú puede saberlo, ya que él
reflejó en tí tantas veces su rostro,
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