Cuando dices: soy un libro
y te contestó, ¿y a mi qué?,
tu no gritas ni te enfurruñas
ni pateas con rabia el suelo
y eso quizá es porque piensas,
que mas adelante aprenderé
esas cosas que tu enseñas,
según es de otros el parecer
pero, ¡rehostías, tú!,
entonces me percato
lo bobo que soy y mentecato
pues, te imputo pensamiento
sabiendo has sido y eres;
únicamente un soporte
donde han asentado su saberes
todos esos hombres y mujeres
que a ti y mi nos precedieron.
Entonces, intrigado, te agarro
y acomodo entre mis manos bastas
al tiempo que penetro en tus entrañas
revolviendo sin pudor y saña
con mis dedos sarmentosos
una y mil veces entre tus páginas.
Y siento en las groseras yemas
la tibieza dellas emanada,
y el efluvio sutil que se desprende
de la tinta que ha sido empleada
para hacer caracteres que hipnotizan
y no permiten, que desvíe dellos la mirada
que, obscena, los recorre y disecciona
hasta obtener una imagen que sea clara.
Y poco a poco entiendo de qué me hablas,
y una veces me haces reír y otras me irritas
o haces que una súbita congoja me atragante
haciendo que broten ardientes de mis ojos
unas lágrimas que, abren dos surcos en mi cara
abotargada que era insensible a las tontadas.
O haces que reflexione y ensimisme
yéndome hacia atrás, y en el pasado,
me veo otra vez cual ahora mismo
intentando hallarle el significado
a todos estos diversos aconteceres
que nos conducen a todos a los abismos
llenos de vidas y de muertes,
que me dejas ver entre tus signos.
Salud
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