La intención de crear el montaje “Manos”, del
escultor Mario Irarrázabal, proviene de una serie de obras que se enmarcan dentro de la línea de lo monolítico. Es así, como desde fines de la década de los setenta, comienza expresamente a buscar su inspiración en los dólmenes y
menhires de Stonghen, en los arcaicos moais de Isla de Pascua, y en las piezas primitivas que el desierto de Atacama ofrece, sin temor al paso del tiempo.