El viaje no acaba nunca. Solo los viajeros acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la
playa y dijo: “no hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en
primavera lo que se había visto en
verano, ver de día lo que se vio de
noche, con el sol lo que antes se vio bajo la
lluvia, ver la siembra verdeante,
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