La mañana que visitamos el pueblo sus calles se encontraban desiertas; no, no era cosa de coronavirus que por entonces ni se le esperaba ni se le conocía, más bien era la consecuencia de otra crisis que desde hace décadas sufre el mundo rural y sus pequeñas localidades, es el mal de la despoblación que sufren amplios territorios de esa España a la que recientemente se le ha añadido el apellido de "vaciada".