En lo referido a las listas abiertas, tan de actualidad, y puesto que hay quien cree sería la panacea para acabar con el estado de corrupción que tanto ha degradado la vida moral y política de nuestro país, creo oportuno hacer algún comentario.
Actualmente la Ley de Régimen General Electoral fija el sistema de listas cerradas y bloqueadas, excepto para el Senado. Sin embargo, lo que actualmente impera en casi todos los ámbitos de opinión, es que esas listas sean desbloqueadas; es decir, que aun tratándose de listas que presenten los partidos, exista la posibilidad de que los electores señalen a quienes dan su voto y, en consecuencia, descarten a quienes no quieren. De esta forma, determinada gente que aparece en una lista, pueda ser descartado por corrupto o que exista presunción de serlo.
¿Pero cómo hacer esas listas o elegir a representantes políticos? Hay distintas formas. Solo citaré tres:
1. Elegir un solo escaño por distrito. En una única papeleta llena de nombres y apellidos, con las siglas o anagramas de los partidos, los electores señalan a un solo candidato. Como son varios para un solo escaño, lo que se produce es una competencia en cada proceso electoral y, por lo tanto, los electores eligen en función no solo de lo que ideológicamente representa, también se tiene en cuenta otras cuestiones: honradez, implicación con la problemática del distrito al que quiere representar, cercanía a cuerpo electoral, conocimiento, etc.
2. Relacionados en una especie de “sábana” todos los partidos que se presentan y sus respectivos candidatos. El elector, tiene opción de elegir una única lista con todos sus elegibles o señalar a distintos candidatos de diferentes siglas hasta completar la totalidad de elegibles para una zona o distrito.
3. Agrupaciones de Electores. Normalmente, se eligen a los candidatos mediante un proceso asambleario y, para poder constituirse, es necesario reunir un número variable de firmas de los inscritos en un censo electoral. Forman una candidatura para un proceso electoral concreto y determinado.
Hay más fórmulas, lo importante es que el elector tenga la posibilidad de elegir directamente al candidato que desea le represente.
Ahora bien, desde mi punto de vista, lo que actualmente tenemos en vigor según la LRGE y lo que se está proponiendo, a efectos de corrupción, puede ser tan positivo una forma, como la otra; sin obviar, que cada una de ellas también puede tener su parte negativa. Creo, que lo importante para acabar con la corrupción, no es la forma de elección de los representantes, lo ideal sería que los partidos políticos se limpiasen así mismos. Es decir, existieran los mecanismos para que los partidos no aceptaran en su seno personas corruptas.
El “quiero listas abiertas para poder tachar a los corruptos de una lista concreta”, implica reconocer y admitir que en una lista hay gente corrupta; lo cual, debe ser totalmente inaceptable. Por ello, entiendo, que lo más importante es no llevar en una lista gente corrupta y esto es lo que debe exigir el cuerpo electoral. ¿Cómo exigirlo? Castigando en las urnas a las siglas con corruptos, esta es la única solución. Lo cual, sin duda, nos lleva a la responsabilidad que cada ciudadano debe asumir como elemento socializado dentro de la comunidad y la imperiosa necesidad de que el elector tenga distintas posibilidades de elegir.
Los dos partidos mayoritarios se juntan y acuerdan pactos para acabar con la corrupción, pero en la realidad no hacen nada por eliminarla de su propio seno. Incluso, eufemísticamente, elaboran códigos éticos o de buenas prácticas, con la intencionalidad única de lavar su imagen, pero sin el propósito de apartar a dudosos y no tan dudosos. Sin citar a nadie, observamos, que proceso tras proceso, en las listas aparecen personas imputadas o próximas a la corrupción.
La gente, harta de la situación, durante el M-15 –en 2011- comenzó a manifestar su descontento. Durante semanas ocupó plazas y espacios públicos, se hicieron asambleas con infinidad de propuestas y se pidió cambio. Nadie en los partidos tradicionales se hizo eco de lo que públicamente se ponía de manifiesto. La situación se ha ido deteriorando y la audacia de los corruptos ha llegado a las altas instancias del Estado. No hay institución que no esté tocada. La degradación a la que se ha llegado ha hecho que la gente empiece a “pasar” de lo tradicional y se organice canalizando sus ideas por otros cauces.
La gente buscó otras alternativas; se ha organizado y pasa a la acción. Se hicieron otras listas bajo siglas nuevas, se reivindicó aquello que la gente pedía en el foro público y se sometió al veredicto de las urnas en las europeas del año pasado. El resultado, una formación de nuevo cuño y, otra que tenido carácter regional, pasa a extenderse al resto de España con serias posibilidades de enterrar el bipartidismo imperante.
Es deseable la existencia de nuevos partidos, con nuevas alternativas y propuestas; con nuevas gentes y nuevos talantes; con nuevos modos de hacer y sin historial negativo. Parece que ya los tenemos. Ahora, sería necesario se diera una verdadera competencia entre las distintas formaciones, y, como no puede ser de otra forma, para poder competir, tendría que existir igualdad de oportunidades entre quienes aspiran a ser elegidos.
Quienes obtengan un escaño tendrán mucho trabajo por delante para revertir la actual situación. Tendrán que implementar mecanismos de aviso en el sistema, para que no solamente quede el camino de denunciar; tendrán que democratizar los partidos por dentro (haciendo posible que dentro de cada partido, se pueda elegir entre uno y otros representantes); deberán despolitizar las altas escalas de la administración; deberán establecer más mecanismos de participación del cuerpo electoral, votar una vez cada cuatro años es insuficiente; tendrán que hacer efectiva la separación de poderes que caracteriza a todo sistema democrático; tendrán que existir unos medios de comunicación independientes del poder político y del económico; la justicia tiene que ser independiente y justa; el Estado debe garantizar algunas cuestiones básicas: Educación, sanidad, pensiones…
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